Entiende lo que significa ser táctico

Ideas clave

Querido lector, futuro navegante:

Desde pequeño me ha fascinado eso de la estrategia y la táctica, por su vinculación con el mundo militar.

Curiosamente, he visto muchísimos más planes estratégicos en mis años de consultor que en mis años como oficial ingeniero. Y, poco a poco, he ido incorporando los conceptos incluso a mi propia vida profesional.

¿Qué es, para mí, ser estratégico?

Fundamentalmente, tener un horizonte a largo plazo en mi vida. Un plan general, regido por un propósito, basado en mis fortalezas, al que vaya dotando, poco a poco, de los recursos necesarios para hacerlo posible.

Obviamente, estamos hablando de años. Y de un progreso relativamente lento.

Lógicamente, ese horizonte se concreta en nuestros objetivos a largo plazo.

No mucha gente tiene ese horizonte. Normalmente, viven el día a día, que les lleva… a donde sea.

Es decir, se limitan a ser tácticos.

La táctica es la concreción de la estrategia. En nuestro caso, en el día a día. Es ese despliegue de objetivos del que ya hablamos hace varios viajes.

El plazo aquí es de un mes, una semana, un día. Es un progreso mucho más rápido, al menos en la ejecución de las tareas vinculadas a estos horizontes temporales.

Si recuerdas, hace un par de posts hablábamos de la forma de asegurarnos de no perder la conexión entre nuestra estrategia y nuestra táctica.

Porque perder esa conexión es extremadamente fácil. Tanto como no tener estrategia.

Y, si la perdemos, nos da igual tenerla, porque no nos sirve de nada.

Nuestra jornada de trabajo es el último eslabón de la cadena que une nuestro largo y nuestro corto plazo. Nuestra estrategia con nuestra táctica.

Y, entonces, ¿cómo lo organizamos?

Te ves agobiado de tareas. Los correos y los mensajes de Teams no paran de llegar. Te llama tu jefe y te pide más cosas, por supuesto, para ayer.

En este contexto, que a todos nos sonará familiar, ¿te puedes parar a pensar? ¿O es una quimera?

El problema es que, si no lo haces, entras, inevitablemente, en la carrera de la rata, perdiendo por completo el control sobre lo que estás haciendo.

Esa preocupación permanente y estéril por todas las cosas que tenemos que hacer, nos dice Kerry Gleeson, es por sí sola la mayor consumidora de tiempo y energía.

Te lleva a estar reaccionando siempre. Actuando al ritmo que te marcan otros y haciendo cosas que no sabes, realmente, para qué sirven.

Estás confundiendo urgente con importante.

Como nos recuerda Ryder Carroll, la verdadera eficiencia no consiste en la velocidad, sino en invertir más tiempo en lo que de verdad importa.

Estás haciendo mucho trabajo pero, probablemente, aportando muy poco, especialmente a tus objetivos.

Y lo estás haciendo a diario, con lo que estás generando un hábito muy potente.

¿Es una situación que podemos considerar deseable?

Si no, ¿crees que es inevitable?

Rapidez, prisa, urgencia… son términos que pueden parecer sinónimos.

Pero, como con tantas otras cosas, los consideramos así pues acabamos sobre simplificando nuestra forma de expresarnos. Y, con ello, le robamos muchos matices que pueden llegar a ser claves para comprender bien un mensaje.

Como ya he expresado otras veces, me fascina el pensamiento de Cal Newport sobre la productividad lenta. Ese trabajo reflexivo que te permite asegurarte de que haces lo adecuado en cada momento.

De ahí que, cuando topé con algún artículo en que se promovía el uso del sentido de la urgencia, me resultó inicialmente chocante. Incluso algunos de los mayores empresarios, como Jeff Bezos, lo apoyaban.

Pero, como siempre, si lo piensas con cuidado te acabas dando cuenta de que la clave está en los matices.

Urgencia, básicamente, es aquello de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Es decir, haz aquello que te acerque a tus objetivos cuanto antes. No esperes para avanzar, porque puedes encontrarte con que otros se hayan movido más rápido que tú.

Por eso, una primera idea clave al organizar tu día a día es que, al fijar tus One Thing, consideres las tareas que debes hacer ya. Sin falta. Sin demora.

Puede ser, entre otras cosas, porque:

  • El cliente (interno o externo, ojo) las espera de ti y es la forma de ganarte tu confianza.

  • Desbloquean siguientes pasos en los que interviene más gente, con lo que los debes activar cuanto antes para tener en cuenta las demoras que ellos te puedan introducir.

  • Permiten a otros miembros de tu equipo avanzar en su parte del proyecto.

  • Te permiten avanzar en la adquisición de habilidades que consideres esenciales (recuerda tu plan).

Fijar tus One Thing del día es lo primero que debes hacer para asegurarte de que la jornada, en efecto, resulte alineada con tus objetivos.

Bueno, realmente, lo segundo que debes hacer. Porque lo primero, es precisamente, revisar tus objetivos semanales para que guíen la selección de esas One Thing.

Recuerda:

  • Debes comprometerte con terminarlas en el día. Por ello, tienes que seleccionarlas cuidadosamente.

  • No deben ser un número excesivo que haga imposible realizarlas, pero, a la vez, debes ser ambicioso, guiándote por ese sentido de urgencia de que hablábamos.

  • Debes buscar el equilibrio entre los distintos objetivos.

Las One Thing deben salir de tu lista de Prioridades de la semana actual, que te conté en el post que te mencionaba antes. En mi caso, como manía, en esa lista suelo marcar (a continuación te cuento cómo) algunas tareas que considero más importantes y que, si pudiera, estaría bien tener para hoy.

Siempre, por supuesto, que haya terminado antes mis One Thing.

Te cuento lo que hago yo a partir de las demás listas de las que te hablé en ese post:

  • Repaso las tareas de Todos los días para recordar los hábitos en que estoy trabajando para reforzar o eliminar esta semana. Es, simplemente, una forma de empezar el día con ellos en mente.

  • Reviso la de Esperando de, para comprobar si algo que he delegado o que espero de alguien es crítico obtenerlo en el día. En ese caso, marco esa tarea (en mi caso, señalándola como de prioridad alta en Outlook o como importante en To Do) para hacer el recordatorio oportuno a su responsable.

  • Por último, repaso en el calendario las reuniones que tengo concertadas, junto con las cosas previstas ese día y que haya recogido en aquél. Esas tareas no tienen una hora determinada, con lo que, simplemente, me tengo que asegurar de hacerlas ese día.

A partir de ahí ¡a trabajar! Empezando siempre por las One Thing.

Cuando termino una de ellas, el proceso es el siguiente:

  • Reviso el correo y hago triage, procesando todo lo que esté en la bandeja y respondiendo únicamente lo que me lleve menos de dos minutos (de reloj).

  • Reviso mensajes en Teams y respondo, en este caso, todo.

  • Vuelvo a mi lista de One Thing y sigo con la siguiente.

  • Terminadas las One Thing, me voy a la lista de Prioridades de la semana actual y me pongo con las que haya marcado como más relevantes.

Y de ahí no suelo pasar, obviamente.

Te puede parecer demasiado tiempo. Te puede parecer imposible hacer esto cada vez que termines una tarea. Pero:

  • Al final, es cosa de 30 segundos cuando coges el hábito, a base de repetirlo día a día.

  • No te puedes imaginar la cantidad de tiempo que ahorras evitando hacer tareas absurdas.

Es necesario alternar la reflexión y la acción, que se completan y corrigen la una con la otra, decía el gran Antonio Gaudí. También para avanzar se necesitan las dos piernas: la acción y la reflexión.

Ten ese sentido de urgencia, que te empuje a avanzar todo lo posible.

Pero no lo estropees con una prisa que te desvíe de las tareas que, precisamente, contribuyen a que lo logres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *