Grandes sueños pero pequeña paciencia (un poco de contexto)
Querido lector, futuro navegante:
Si echo hacia atrás la mirada, no puedo evitar encontrarme primero con mi larga lista de errores y de pequeños (y no tan pequeños) fracasos. Sé que no debo hacerlo, porque pensar en ellos, de alguna manera, me desanima.
Pero la mentalidad en la que he nacido y crecido y que he visto consolidarse con el tiempo es demasiado fuerte como para que mi primera impresión no sea esa. Una mentalidad que ve cualquier tropiezo como fracaso, como una razón para desistir y desesperar.
Una mentalidad que no se atreve a pensar en grande por temor a la frustración que supondría no convertir en realidad nuestros sueños.
Y, ahora, nos hemos acostumbrado todos a la distancia de un clic para conseguir todo lo que queramos y que nos hace incapaces de concebir que algo se pueda conseguir con más esfuerzo que el del dedo índice.
La sociedad actual desprecia a los perdedores, a pesar de que hayan tenido el valor, que poca gente posee, de haberlo intentado. Y que, en cambio, ensalza a los reyes del pelotazo, del éxito sin esfuerzo.
Si sueñas, loterías. ¿Te suena? No si sueñas, esfuérzate o sigue luchando. No. Loterías. La dificultad de comprar un boleto y sentarte a escuchar a unos niños cantando números.
Eso es todo lo que estamos dispuestos a dar por nuestra propia vida. ¿Cómo nos vamos a atrever a soñar grandes cosas si 20 € es en lo que valoramos nuestros objetivos?
O, peor aún, nos sentimos totalmente incapaces de conseguir nada si no es mediante un golpe de suerte o la ayuda de otros. Y, lamentablemente, esta idea parece que ha arraigado en nuestra sociedad. Como país, no nos creemos capaces de conseguir nada por nosotros mismos.
Sin embargo, querido lector, nosotros no somos así. Llevamos desde el principio de nuestro viaje pensando en grande, ¿verdad?, convencidos de todo lo que podemos conseguir.
Lo quiero para ya o no lo quiero
Nos enfrentamos, entonces, a un cóctel sumamente peligroso:
Tan peligroso, además, como afianzado en nuestra sociedad. Rápido, fácil, sin tensión.
Como dice Rafael Santandreu, el ser humano inmaduro piensa que todo lo que da problemas es incorrecto. Todo lo que le trastorna está mal y hay que evitarlo.
Y tenemos que tener en cuenta que la mentalidad que mantengamos no solo afecta a cómo tu cerebro enfrenta tus desafíos, sino a cómo mantener los niveles de energía que necesitas para conseguirlos. Es decir, esta forma de pensar bloquea nuestra forma de actuar.
Es el círculo vicioso perfecto: todo me da miedo y si, por algún motivo, me animo a hacerlo, no tengo energía.
Pero si algo me ha enseñado la vida es que todo lo que realmente merece la pena requiere un notable nivel de esfuerzo. Para todos, independientemente de nuestras capacidades naturales. Por tanto, o cambiamos nuestra forma de ver la vida o nos conformamos.
Y eso, futuro navegante, de conformarnos no es para nuestro genio.
El éxito lento
Si el conformismo no es, tampoco, para ti, tenemos que buscar dar el siguiente paso en la construcción de la mentalidad adecuada. Hablamos primero de la mentalidad de abundancia. Después, comentamos la importancia de construir y confiar en tu sistema.
Y ahora que ya sabemos cuál es la base y la forma de mantenerlo, tenemos que definir algunos aspectos clave que debe tener nuestra mentalidad para funcionar realmente. Para sostener nuestro crecimiento más allá de la robustez de nuestro sistema.
Pero, muy principalmente, para sostenerlo a pesar de los pequeños o grandes tropiezos. Estos constituyen tu piedra de toque, la referencia contra la que tienes que probar la solidez de tu espíritu.
Son los que te llevan a abandonar tus proyectos y a renunciar a tus sueños.
O, por el contrario, como vamos a intentar, a reforzarte y consolidarte como profesional. Esa es la diferencia, la enorme diferencia, que buscamos. Ese es el salto brutal que queremos dar.
¿Y en que nos vamos a basar principalmente? En ir paso a paso y con calma. Vamos a perseguir el éxito lento, al contrario que tanta gente a nuestro alrededor. En construir, progresivamente, sin prisa pero sin pausa, la mentalidad rocosa que te lleve siempre adelante, contra viento y marea.
Tan inevitable como necesario
Para mí, existen varios aspectos clave en nuestra mentalidad que debemos trabajar para construir ese éxito lento.
En primer lugar, tenemos que asumir que el crecimiento profesional no va a ser algo inmediato. A mucha gente le lleva años, a otros décadas, a muchos toda la vida llegar al punto que ansían. De ningún modo lo vamos a conseguir a un clic de un ratón.
Baltasar Gracián nos decía que los sabios suelen pecar de lentos, porque una mirada atenta exige detenerse. Lo natural es ir poco a poco, centímetro a centímetro, paso a paso, progreso tras progreso. Lo natural es saber que cada pequeño paso puede parecer poco, pero si nos acerca al objetivo final, es un tesoro.
A la vez, al progresar despacio, somos capaces de asumir que las acciones tomadas no nos van a proporcionar enormes logros. Morgan Housel nos dice que tener bajas expectativas intencionadas es la única manera de sobrevivir en un mundo que no es suficientemente amable para premiar a cada persona ambiciosa con el éxito.
Eso no quita que nos debamos congratular con cada avance y estar convencidos de que, por mínimo que resulte, es un éxito que tenemos que celebrar. Sobre todo, porque cada paso adelante supone superar nuestra resistencia al cambio y nos demuestra nuestro compromiso con nuestra vida.
Y ese compromiso hace que te des cuenta de lo que te ocurra solo depende de ti. Y eso hace que nada sea injusto, porque es el resultado de una decisión que tú, libremente, has tomado. Por tanto, asumes, así, las consecuencias de tus actos y decisiones, con lo que refuerzas tu propio compromiso.
Es decir, generas un círculo virtuoso de actos y consecuencias. Naval Ravikant va más allá cuando nos dice que mi definición de sabiduría es conocer las consecuencias a largo plazo de tus acciones. Parte de tu compromiso radica, por tanto, en mirar a largo plazo, lo que hacemos vinculando nuestras metas últimas con nuestro día a día.
Pero las bajas expectativas hacen, a la vez, que te sea mucho más fácil aceptar tus pequeños tropiezos. Son pequeños porque avanzas despacio. Eso te hace más fácil asumir riesgos y verlos como oportunidades para aprender, no como ocasiones para fallar.
Debes tener claro que siempre que se pueda aprender de él y salir reforzado con ese aprendizaje, no es un error tomar un riesgo. De hecho, David Allen nos dice que el éxito consiste en aprender a ocuparse del Plan B. ¿Cómo? Fundamentalmente, aprendiendo de tus propios fallos.
Tomando el error como maestro y la vida como laboratorio de experimentación.
Aceptas, igualmente, aquellas cosas que están fuera de tu control. Aceptas que la vida no va a funcionar siempre como quieres y que te va a presentar situaciones que no deseas.
Algunas veces me ha parecido que existía una aparente contradicción entre la idea de pelear por mis sueños y, por tanto, no conformarme, con esa idea estoica de la aceptación. Me gustaría compartir contigo algunas ideas al respecto:
Me gustaría que te hicieras las siguientes preguntas. Y, por supuesto, que las contestaras por escrito:
Intenta ponerte ejemplos de situaciones reales para cada una de las preguntas y dedica tiempo a reflexionar cuál ha sido tu actitud y, a la luz de lo escrito, cuál crees que podría haber sido otra actitud mucho más positiva para ti y tu crecimiento personal.
Créate el hábito de dedicar un tiempo en tu semana a hacerte estas preguntas sobre lo ocurrido durante la semana. Si quieres, compártenos los resultados o tus dudas en los comentarios.
Ideas clave