Lo único importante

Movimiento coordinado (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Continuemos nuestro viaje y, como siempre, hagámoslo fijándonos, para empezar, en qué rumbo tomar. Si recuerdas, ya hablamos de cómo definir nuestros objetivos a largo plazo. Los que mostraban qué queríamos llegar a ser y, de esa manera, representaban nuestra identidad.

Después, fuimos un paso más allá para averiguar nuestro propósito, esa misión que todos tenemos en el mundo. Aquello que nos movía, realmente, a hacer las cosas que hacemos y de la forma en que las hacemos.

Por tanto, nos hemos instalado en la cúspide de nuestra estructura. En el punto más lejano. Y, como venimos diciendo hasta ahora, tenemos que crear nuestro sistema. Es decir, llegar hasta lo más cercano. Al momento actual.

A este año. Al mes próximo. A la semana que viene. Sobre todo, a mañana mismo.

Vivimos en un mundo acostumbrado a la inmediatez. A que lo que importa es el siguiente minuto. Es la siguiente entrada en Instagram, el siguiente tweet. Por eso, estar en un punto tan alto con nuestras metas y nuestro propósito nos puede dar mucho vértigo.

Tenemos sensación de vacío. Vemos un gran salto entre lo que hacemos en nuestra jornada laboral y esos objetivos que tanto anhelamos.

Los objetivos son los horizontes superiores de David Allen. Y, si has tenido ocasión de leerle, él primero comienza con la estructura de su sistema de trabajo y, al final, aborda los horizontes. Al contrario de lo que he hecho yo. Lo justifica por la complejidad de definir esos objetivos, aunque reconoce que son el punto de partida idóneo.

Pero la realidad es que podemos gastar muchas energías en cosas que, cuando nos paramos a confrontarlas con nuestro propósito, nos damos cuenta de que han sido inútiles y han estado completamente alejadas de lo que realmente queremos.

El propio Allen advierte en su archiconocido GTD de los peligros de la ausencia de un punto de referencia para saber cuándo nos salimos del estado productivo. Para mí, sin duda, esa referencia nos la dan nuestros objetivos últimos.

Tenemos una vida y no podemos malgastarla. Y trabajar sin rumbo, a mi forma de ver, es tirar por la ventana muchos momentos, muchos esfuerzos y mucha ilusión, sin que nos lleven a ninguna parte.

Por eso, mi enfoque es que aclares cuanto antes lo que quieres. Y luego construyas el sistema que te lleve ahí.

Convirtiendo ideas en acciones

Allen tiene toda la razón en que esos horizontes del que él habla, o lo que nosotros hemos llamado objetivos o metas, están en un plano muy nebuloso. Y, por tanto, el riesgo de que se queden en un bonito cuadro colgado de la pared, que contemplamos pero que no influye en nuestra vida, es enorme.

Como nos decía Václav Havel, tener visión no basta; ha de estar combinada con el arrojo. No es suficiente con mirar fijamente los escalones; tenemos que subir por las escaleras.

Es decir, necesitamos bajar de las nubes y traer todos estos conceptos tan hermosos, tan ilusionantes, para construir, a partir de ellos, un sistema de trabajo. Todo ello con la finalidad de poder definir unas acciones que:

  • Nos lleven a la consecución de los propios objetivos, aunque parezca de Perogrullo.

  • Mucho más importante, que nos permitan focalizar nuestros esfuerzos adecuadamente a la hora de organizar el trabajo de cada día.

  • Y más importante todavía, que nos sirvan de referencia a la hora de avanzar en un sentido u otro en nuestra carrera profesional. De coger unos proyectos y rechazar otros. De abandonar otros más. De saber elegir a qué carta quedarnos.

Bill Raeder nos dice que el pensamiento es útil cuando provoca una acción y un obstáculo cuando sustituye a la acción. Identificar nuestras acciones, por tanto, es un paso esencial. Pero nos suele costar un montón, la verdad. No es sencillo pasar de lo abstracto de nuestros pensamientos a una actividad concreta y realizable.

Se trata, por tanto, de establecer una conexión clara entre lo que hacemos diariamente, a lo que dedicamos nuestro tiempo y energía de modo habitual, y nuestros objetivos a largo plazo. Se trata de crear una estructura que cobre sentido. Donde todo esté enlazado y sea coherente.

De esta manera, nuestras propias acciones cobrarán sentido, porque estarán alineadas con lo que queremos conseguir. Romperemos la inercia de trabajar sin saber para qué.

De esta manera, como siempre, avanzaremos paso a paso, despacito (como la canción) hacia nuestras metas. Pero de manera consistente y continuada.

Veremos progresos. Los progresos nos darán nuevas fuerzas. Y construiremos el círculo virtuoso ideal.

Construir la ruta hasta la cima

Para concretar esos objetivos en acciones del día a día tenemos que planificar, es decir, como define la RAE, hacer plan o proyecto de una acción.

Tenemos que hacer accionables nuestros objetivos.

Tenemos que establecer la ruta hasta la cima empezando por ella, como si empleáramos la técnica del escalador.

Para ello, vamos a construir un método que nos asegure:

  • La mínima fricción posible. Es decir, que sea sencillo de entender y, sobre todo, de aplicar.

  • Que nos lleve poco a poco, para evitar sentirnos abrumados por la labor de alcanzar nuestras metas y desesperar de ello antes empezar el camino.

  • Que damos la máxima importancia a lo que nos lleve más eficientemente a nuestros objetivos. Es decir, que ponemos ahí la mayor parte de nuestros recursos.

  • Que sabemos elegir qué acciones son las que, en efecto, nos llevan a nuestros objetivos de la forma más simple posible.

  • Que descartamos todo lo que nos aleje de nuestros objetivos o lo que malgaste nuestros limitados recursos.

Siempre antes lo importante

Pensar con detenimiento la definición de los resultados deseados y las acciones siguientes necesarias es algo que pocas personas sienten que tengan que hacer (hasta que tienen que hacerlo). Pero en realidad, es el medio más eficaz del que disponemos para convertir los deseos en realidad.

Recurro, de nuevo, a una cita de David Allen para centrar la idea clave que os quería transmitir en este post. La idea de que todos nuestras acciones tienen que tener un resultado esperado. Porque, de esa manera, vamos a poder vincular nuestras metas a largo plazo con lo que hacemos en el día a día.

Fíjate lo potente que es esta idea:

  • Si siempre que me planteo qué tengo que hacer pienso en qué resultado quiero conseguir, no trabajaré nunca llevado por inercias o por sentirme ocupado. No seremos miembros del club de los ajetreados del que nos hablan  Kidnapp y Zeratsky en su libro Make Time.
     
    Como decía Peter Drucker, en el trabajo del conocimiento (…) la tarea no viene dada; tiene que determinarse.

  • Al darme cuenta de que necesito un resultado, automáticamente lo vamos a vincular con nuestros objetivos, como veremos ahora.

  • Si ese resultado no concuerda con nuestros objetivos, inmediatamente tendré en mi cabeza la alarma de que estoy empleando el tiempo en algo que no me aporta. Lo cual es, como ya hemos comentado y no me cansaré de insistir, fundamental.

Pensar siempre en el resultado que perseguimos al definir o realizar una tarea es otro hábito que deberemos trabajar. No te apures, que veremos cómo cuando empecemos a hablar de hábitos de productividad.

Bueno, muy bien, pero seguimos teniendo el temible salto entre nuestros objetivos a largo plazo y las actividades del día a día. ¿Cómo salvamos esa distancia?

Pues aquí os voy a proponer mi interpretación del método que Gary Keller en su libro The One Thing, que me pareció tremendamente interesante por su simplicidad y, además, que entronca totalmente con lo comentado.

El proceso sería de esta manera:

  • Partimos siempre de nuestros objetivos a largo plazo. Aquellos que ya nos planteamos al principio de la primera vuelta al mundo.

  • A continuación, piensa en un plazo de tiempo que te parezca largo pero, a la vez, que no veamos lejanísimo. Pueden ser cinco años, pueden ser tres, puede ser un año porque tu vida cambie muy rápido. Buscamos lo que podríamos llamar medio plazo para ti.
     
    Aquí no te voy a hacer una recomendación, porque la realidad es que la percepción del tiempo es muy diferente para cada uno de nosotros y para nuestro momento vital. Coge el plazo con el que te sientas más cómodo.

  • Pregúntate qué es lo que deberías haber logrado en ese plazo de tiempo si quieres llegar a ser lo que te has propuesto ser. Formula la pregunta de la siguiente forma: ¿qué es lo esencial a conseguir a x años si quiero llegar a ser x?
     
    Gary Keller lo expresa de la siguiente manera: ¿cuál es la única cosa en que puedo centrar mis esfuerzos de modo que, al ejecutarla, todo lo demás sea más fácil o innecesario?
     
    Si recuerdas, hablamos de que los hábitos clave facilitaban resolver o implantar otros. Eran los que desenredaban el nudo. Pues bien, buscamos algo parecido pero en forma de objetivos intermedios. De los pasos a dar. Pero, en este caso, sería importante que nos centráramos en una o dos cosas nada más.
     
    Ten en cuenta que, para cada meta, no va a haber muchas cosas que, realmente, nos permitan dar pasos importantes adelante. Piensa en las que sean vitales para avanzar y céntrate en ellas.

  • Baja ahora al plazo de un año, si es que no lo has hecho ya. Culturalmente, en el mundo occidental nos gusta siempre ponernos objetivos para el año. No te será, por tanto, difícil.
     
    Pues bien, con el mismo criterio, ¿qué avances tendrías que haber conseguido al final de este año si quieres, en el siguiente horizonte que te hayas planteado, alcanzar el siguiente escalón hasta la cima? Y plantéate una cosa, dos como máximo.
     
    Ten en cuenta que debes hacer este ejercicio por cada una de tus metas, lógicamente, para seguir manteniendo ese equilibrio que siempre buscamos.

  • El siguiente paso nos lleva al siguiente mes. Y hacemos lo mismo. Uno o dos progresos que nos lleven hacia nuestro objetivo anual en cada ámbito.
     
    No hace falta que planifiques todos los meses del año. Céntrate en el siguiente, porque verás que muchas cosas van a ir cambiando y, por tanto, tu planificación irá creciendo y evolucionando con tu vida.

  • El último paso nos lleva a la semana actual. Y, a este nivel, por fin, nos planteamos tareas: ¿qué tengo que hacer esta semana para conseguir llegar a mi objetivo mensual?
     
    ¿Qué acción va a conseguir simplificar mis progresos? ¿Qué me va a ofrecer mayor retorno? ¿Qué puede resolver varias complicaciones a la vez?
     
    Y esas acciones marcadas para la semana deben ser tu piedra angular. Debes asegurarte de que las realizas sí o sí.

Dejo para más adelante cómo os recomiendo que organicéis vuestro día a día. Pero quédate con la idea de que tenemos que centrarnos en que nuestras acciones clave, nuestras one thing de la semana queden terminadas sí o sí.

Sin excusas. Sin escapatorias. Comprometiéndonos con ellas en la medida en que nos comprometemos con nuestras metas a largo plazos. Porque, si hemos hecho bien este ejercicio, esas acciones nos van a ir acercando a esas metas paso a paso, semana a semana, día a día.

Y lo van a hacer de la manera más directa, lo cual también es importante. No tenemos miles de cosas que hacer: solo una, a lo sumo dos, para dar el siguiente paso. Menos fricción, menos agobio. Solo un tema en que centrarnos.

Para los forofos del GTD, piensa que tus objetivos a un año deberían estar sustentados por proyectos. Cada uno de los proyectos tendrá unos avances mensuales esperados y, para alcanzarlos, debes definir tus acciones siguientes para obtener esos resultados.

¿Te das cuenta? La clave es que cada acción tiene un resultado que contribuye a toda mi estructura de objetivos que, al final, a la larga, me lleva a alcanzar mis metas. Por eso, como decía al principio, es tan importante pensar en una tarea en términos de sus resultados.

El propio Allen nos dice que la mejor manera de garantizar la persecución de los objetivos es crear una relación causal en tu mente sobre cuándo deben llevarse a cabo determinadas acciones relevantes para el objetivo.

Con este sistema, creamos una serie de etapas que nos conducen a nuestra menta. Tendemos un puente hacia ellas. Con ello, cerramos la brecha. Ya hemos creado la conexión. Ya hemos accionado nuestros objetivos.

Una última recomendación: dedica el tiempo necesario a encontrar esas one thing. Cada minuto dedicado a desentrañar y definir correctamente la acción siguiente son muchos minutos ahorrados de trabajo ineficaz. James Clear nos dice que una hora de pensar puede ahorrarte una década de trabajo. Y también que antes de trabajar duro, trabaja en la cosa correcta.

Más claro, agua.

Ideas clave

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