Cambiar de foco
Querido lector, futuro navegante:
Terminamos nuestra tercera vuelta al mundo. Otra etapa que concluimos. Más momentos compartidos contigo, avanzando juntos en el camino del crecimiento profesional para convertirnos en los mejores problem-solvers.
En este viaje creo que hemos hecho un trabajo de introspección muy interesante. Sobre todo, porque hemos intentado darnos cuenta de lo que es esencial en nuestras vidas y de todo aquello que, en cambio, nos despista.
Hemos procurado señalar todos los aspectos fundamentales de cada una de las áreas en que trabajamos. La intención es que, al arrancar nuestro trabajo, sepamos qué debemos hacer. Que, desde el primer momento, nos centremos en todo aquello que, de verdad, nos va a ayudar a alcanzar las metas que nos hemos marcado.
Hay un montón de cosas en nuestro día a día que nos llevan a desviarnos de esa esencia. No solamente la forma que tenemos de trabajar sino, con más influencia todavía, muchas tendencias, muchas modasque nos arrastran porque parece que son rasgos característicos de nuestro grupo.
Y, ante esa presión social, es muy fácil ceder. Es muy fácil equivocar el rumbo y emplear mal nuestro tiempo. Cuando hablo de mal, me refiero de una forma que no nos lleve a conseguir nuestro propósito de la forma más directa posible.
Por eso, es necesario que nuestro sistema de trabajo disponga de múltiples llamadas de atenciónque nos lleven de vuelta a centrarnos en todo lo que sí nos permita concretar ese propósito. Que nos aparte de todas las distracciones que la sociedad actual está preparada para proporcionarnos.
Cuando somos jóvenes, todo nos atrae, todo es interesante. Pero cuando vamos haciéndonos mayores, nos damos cuenta de qué poquitas cosas son realmente importantes en la vida. Pero, a la vez, nos dejamos llevar por inercias que nos separan de ellas. Y luego, al mirar atrás, lamentamos el tiempo perdido, que es irrecuperable.
Por eso es tan importante estar siempre alerta para perseguir, con tozudez, lo que realmente nos permita ser nosotros mismos. Ni lo que otros esperan, ni lo que otros quieren de nosotros. Lo que, de verdad, nos proporciona plena satisfacción y la realización que queremos alcanzar.
Lo que, al contemplarlo, nos lleve a decir, al cabo de un tiempo, mereció la pena.
Conectados al destino final
Piensa en tu día a día. Piensa en el trabajo que empiezas, en las veces que te interrumpes, en todas las cosas que atiendes de forma casi inmediata y, la mayoría de ellas, sin pensar qué implican. Piensa en todas las veces que aceptas tareas simplemente porque alguien te las ha pedido. Sin más.
¿Crees que todo lo que haces en tu día de conduce a tus objetivos a largo plazo, esos de querer serque nos hemos planteado? ¿O crees que, realmente, lo que estamos es serpenteando por ese camino, en el mejor de los casos, o directamente desviándonos del todo del rumbo que queremos seguir?
¿Es eso eficiente? ¿Es productivo?
¿Cuántas veces te paras al día a ver que lo que estás haciendo está, al menos mínimamente, conectado con tu propósito? Vamos a ser más generosos: ¿cuántas veces te paras a la semana? ¿Y al mes?
Pensarás, como es habitual, que es muy fácil decirlo. Pero no es una cuestión de fácil ni difícil. Es una cuestión de saber qué tienes que hacer para que tu vida profesional se convierta en lo que realmente quieres.
Como decía Roy Disney, no es difícil tomar decisiones cuando sabes cuáles son tus valores. Pero, para hacerlo fácil, tienes que estar permanentemente conectado con esos valores, con ese propósito.
Por tanto, lo peor que puedes hacer en la vida es moverte por inercia. Seguir adelante cada día, haciendo, corriendo, haciendo más, sin saber exactamente qué es lo que haces y, sobre todo, para qué lo haces.
Es facilísimo perder el rumbo. Es lo más sencillo del mundo caer en la carrera de la ratay dedicar miles de horas de tu vida que, recuerda, no van a volver, sin saber con qué objeto estás trabajando. Creo, sinceramente, que la sociedad está pensada así para que la gente se adormezca y se deje llevar, simplemente.
Así, unos cuantos podrán hacer efectivos sus sueños a costa de ese trabajo interminable de muchos otros. Derek Sivers lo expresa muy bien: la mayoría de personas no sabe por qué está haciendo lo que hace. Imitan a otros, se dejan llevar por la corriente y siguen caminos sin hacerse los suyos propios.
Por lo tanto, cualquier esfuerzo para mantenernos, día a día, casi te diría que minuto a minuto, con nuestro propósito y nuestros objetivos últimos nos devolverá 10 veces su valor en términos de aprovechamiento real de tu tiempo.
Si recuerdas, hemos visto la forma de mantener esa conexión, trazando un caminoentre nuestras metas a largo plazo, aquello que queremos llegar a ser, y nuestro trabajo diario.
No pierdas esa conexión. No pierdas ese vínculo. Si en algo debes emplear energía es en ello. Conviértelo en otro hábito. Es la única manera de no dejarte arrastrar y desperdiciar tu tiempo en cientos de cosas que, al final, te van a aportar poco o nada.
Estamos aquí para para ser tallados y lijados hasta que solo quede quien somos en realidad. Esta reflexión de Arianna Huffington no puede ser más acertada: quítate de encima todo lo que sobre y ve solo a lo que realmente esté en tu esencia, en tu propósito.
Muy poco a poco
Como ingeniero, tengo una formación industrial muy fuerte, en la que producir es generar más y más. Por tanto, desde esa visión, es muy fácil caer en la tentación de correr.
Cuanto más rápido, mejor. Cuanto más hagas en menos tiempo, mejor. Cuanto menos tardes en empezar algo, mejor. Siempre deprisa. La lentitud es imposible que sea buena. ¿Parar para pensar? De ninguna manera. Además, mi carácter activo ha abonadoesa mentalidad durante muchos años.
Por otro lado, como hemos hablado antes, el mundo actual tiene todo al alcance una pulsación del dedo. Por tanto, nada invita a ir despacio y ser paciente, sino a la carrera y a esperar la inmediatez.
Sin embargo, quizá porque ya tengo muchos años en el zurrón, cada vez me fascina más leer y reflexionar en relación con la posibilidad de que toda esa productividad flash no sea más que una ilusión.
Además, cuando veo la cantidad de cosas que he hecho y que, a veces, sigo haciendo que aportan poco o nada a mi efectividad pero sí mucho a la sensación de estar ocupado, más me convenzo de que para ser realmente efectivo es necesario parar.
Nos cuesta mucho arrancar nuevos planes. Nos genera inquietud, por la novedad, que nuestro cerebro de chimpancé interpreta como peligro. De ahí vienen parte de las procrastinaciones.
Cuanto más corramos, más inquietud, más sensación de vértigo. Por tanto, más peligro, más miedo.
Pero si paramos, entendemos algunas cuestiones fundamentales:
Esa mentalidad de aprendizaje progresivo nos libera, además, del miedo al error y lo convierte en un excelente compañero de viaje. Además, fortalece nuestro compromiso, porque los fallos no desmotivan, enseñan. Convierte nuestro sistema de trabajo en resiliente, capaz de superar las adversidades sin detenerse.
Todos los días
Tenemos ya dos pistasimportantes de lo que debe ser nuestro día a día: tareas pequeñas, que nos permitan experimentar y aprender y que estén muy conectadas con nuestros objetivos finales.
Avanzar pasito a pasoy siempre guiados por nuestros propósito y nuestros valores. Con compromiso y controlando nuestra inquietud.
En principio, este planteamiento puede parecer muy positivo, incluso un poquito naif. Porque todos sabemos que es casi imposible que el 100 % de nuestras tareas sean aquellas que necesitamos específicamente para avanzar en el sentido adecuado.
Ninguno somos completamente dueños de nuestras vidas. Todos tenemos jefes, sean en la jerarquía de nuestra organización o sean nuestros clientes. Todos ellos nos establecen requisitos y limitaciones que debemos atender.
Sin embargo, lo contrario también es cierto: nadie está absolutamente controlado por los demás. Todos tenemos cierta libertad y, como futuros navegantes, aspiramos a una importante capacidad de decisión en nuestras vidas.
Y esa capacidad, mayor o menor, nos ofrece una herramienta fundamental, a la que ya hemos aludido previamente: la posibilidad de rechazar tareas. De decir que no a ciertas oportunidades. De comprender que hay cosas que no ayudan o que no son las idóneas y dejarlas a un lado.
Steve Jobs decía que la gente piensa que enfocarse significa decir sí a aquello en que estás centrado. Pero no significa eso en absoluto. Significa decir que no a cien otras buenas ideas que haya. Tienes que elegir cuidadosamente. Yo estoy realmente tan orgulloso de las cosas no he hecho como de las que he hecho. La innovación es decir «no» a mil cosas.
Decir que no es difícil, porque no es agradable para aquél al que estás rechazandode alguna manera. Requiere de una notable dosis de asertividad, explicando los motivos del no y, sobre todo, ofreciendo siempre salidas y alternativas.
Pero cuando decimos que no, estamos generando espacio. Estamos generando recursos. Estamos dándonos la oportunidad de elegir lo que realmente es importante.
Saber decir que no es fundamental si no queremos caer en la trampa de la productividad de los demás. De estar siempre marchando al ritmo que marcan otros y de estar avanzando hacia los objetivos de otros o, peor aún, con el caos de otros.
Saber decir que no es otra forma de parar. Es otra forma de reflexionar y de conectarnos con nuestro futuro soñado. Es otro modo de productividad lenta.
Es otro modo, además, de experimentación, pues nos demuestra que porque a alguien le digas que no en el momento oportuno, ni la relación se va a ver dañada, ni te van a mirar mal, ni te van a echar del trabajo. De hecho, conozco gente que saber decir que no cuando la ocasión lo requiere y cuyo prestigio profesional se ve reforzado día tras día.
Ponte en el lugar del otro. ¿Cómo de grave es para ti que te digan que no si te hacen entender por qué? ¿Qué sensación te llevas de una persona que sabe justificar sus prioridades?
Decir que no, al final, es otra forma de elegir y de demostrar tu compromiso. En palabras de Stephen King, la puerta cerrada es tu manera de decirle al mundo y a ti mismo que vas en serio.
Teniendo lo necesario
Comentaba con mi hija el otro día que vivimos en una sociedad que tiene la libertad como supremo valor pero que, en cambio, se encoje y se asusta en cuanto tiene que tomar una decisión o asumir una responsabilidad.
Para mí, la verdadera libertad está en elegir, no en hacer lo que a uno le dé la gana. Elegir conscientemente es una función de nuestro cerebro humano, de nuestro sistema 2, mientras que hacer lo que nos dé la gana es una función muy ligada a nuestro cerebro de chimpancé.
Además, si elegimos de forma impulsiva, es muy fácil que nos dejemos llevar por las modas. Como hemos comentado, queremos sentirnos parte de nuestra tribuy eso hace que estemos dispuestos a seguir sus dictados.
Eso pasa mucho con el conocimiento: tanto en el qué como en el cómo es muy fácil que nos dejemos llevar por el último newsletter imprescindibleo por la última aplicación que te va a cambiar la vida.
Y, sin embargo, en este punto debemos volver a mirar dentro de nosotros para saber:
Aquí la mentalidad del poco a pocoy de la curiosidad experimentales, igualmente, fundamental. Porque el mejor sistema de gestión del conocimiento va a ser el que tú construyas, con los contenidos que necesites, con las herramientas con las que te sientas cómodo y con la estructura más adecuada a tus objetivos y tu forma de trabajar.
Leer, conocer, probar, intentar pequeños cambios y ver si funcionan. Y, todo esto, hacerlo de manera continuada sobre algo que ya funcione y que no haces más que enriquecer.
Es tu sistema. Es otra forma de creatividad y de innovación. Te sirve a ti y a lo que quieras conseguir.
¿Hay algún gurú para eso mejor que tú y tus ganas infinitas de aprender?
Porque somos humanos
Si te das cuenta, no hacemos más que mencionar el equilibrio entre nuestra razón y nuestra emoción. Ese equilibrio que se ve amenazado, en el día a día, por una cantidad ingente de estímulos que proceden de un volumen disparatado de fuentes.
Y tú reflexionas sobre ello, lees blogs como éste e intentas definir de qué manera reconstruir o consolidar ese equilibrio. Sin embargo, ¿cuánta gente conoces que haga lo mismo?
Por eso, aprender a lidiar, de forma continuada, con el factor humano, construir esa inteligencia emocional es una de las capacidades esenciales de cualquier buen solucionador de problemas.
Porque los aspectos emocionales son los que más van a complicar tanto el análisis como la definición de una solución a un problema. Y, sobre todo, su puesta en marcha.
Qué importante es saber conectar con los demás. Conocer un problema a fondo tanto desde tu perspectiva como desde la del resto de grupos implicados, poniéndote en su piel, nos da una visión inigualable del mismo.
En cambio, qué fácil es quitarse de en medio. Decir no es asunto míoy no tener en cuenta todas las dinámicas de un conjunto de personas en un problema. Y, así, qué sencillo es dar una solución teóricamente buena pero imposible de llevar a la práctica.
El papel lo aguanta todo. Pero la realidad es terca y nos dice que el que sea capaz de entender la dimensión humana del problema va a ser el que sea capaz de resolverlo. Así de simple, aunque sea todo un desafío.
Pero ¿no es eso lo que buscamos en nuestros viajes?
El Dr. Samuel Johnson dijo que la vida no permite mayor placer que el de superar las dificultades, pasando de un pequeño éxito a otro pequeño éxito, creando nuevos deseos y viéndolos cumplir.
Quédate solo con eso
Imagina que emprendieras un viaje. Pero vas en Ryan Airy, por tanto, tienes que llevar una mini maletita o un mini bolsito por todo equipaje.
No puedes cargar con cosas superfluas. Te tienes que centrar en lo vital para sobrevivir.
Te sientes, de alguna manera, agobiado. ¿Me dejaré algo importante? ¿Me hará falta algo que no me lleve?
Pero, a la vez, te das cuenta de lo ligero que vas a poder moverte. De alguna forma, te sientes aliviado de muchas cargas.
Tu vida profesional es igual: hay miles de cosas atrayentes, aparentemente útiles, aparentemente válidas. Pero, si te paras a pensar, realmente hay pocas cosas que merezcan la pena. Necesitamos tener hueco para las oportunidades excepcionales, lo cual puede significar dejar atrás muchas oportunidades que sean solamente buenas.
Pero, además, tienes que encontrar equilibrio en tu vida. Tienes muchos objetivos y tienes que abarcarlos todos. Eso hace absolutamente necesario sacer centrarte, saber elegir y saber descartar.
Vivir, al menos para mí, significa aferrarte a tus valores, entender lo que realmente te llena y luchar por ello lo que sea necesario, liberándote de cualquier cosa que te obstaculice en esa lucha.
Si encuentras lo que realmente te mueve, quédate solo con eso y, cada día, identifica y trabaja en lo que te acerca a ello en todos los ámbitos. Nada más y nada menos.