La herencia de los que vinieron antes
Querido lector, futuro navegante:
El otro día mi hija, que acaba de terminar su carrera universitaria, me comentó que estaba leyendo un libro con una serie de recomendaciones para iniciar su vida profesional tras la universidad.
Una de esas recomendaciones me llamó la atención: que consultara con gente veterana a su alrededor (como su padres, por ejemplo), qué consejos profesionales le podían dar.
Y esa petición me ha llevado a hacer un nuevo alto en nuestro camino habitual para detenernos a contemplar juntos, desde lo que esos consejos te puedan aportar, el horizonte. Tu horizonte profesional. Considéralo una ampliación de esas lecciones de la vida que ya compartí contigo.
En el mundo anglosajón es muy frecuente eso de la mentorización, en que una persona más experimentada toma como pupilo a otra más joven y la va orientando en su desarrollo laboral e, incluso, personal. Es algo que se considera positivo tanto para el mentor como para el mentorizado. Habitual y casi obligado en algunos casos.
Sin embargo, en España creo, al menos en lo que yo he podido ver, que es relativamente raro, salvo en algunos ambientes. P. e. en el castrense o, al menos, en el que yo me inicié.
Cuando empecé, a mediados de los noventa, mi trayectoria profesional, tuve la enorme suerte de encontrarme con un grupo de extraordinarios profesionales y personas, más veteranas que yo, que tenían claro que una de sus funciones era transmitirme el conocimiento y las lecciones que ellos ya habían aprendido, a fin de facilitar mi crecimiento y formación.
Yo mismo, al transcurrir los años, he intentado devolver parte de lo recibido al apoyar a los más jóvenes en las circunstancias más complicadas, a fin de que tuvieran un marco de trabajo mental que les ayudara a enfrentar y resolver todo tipo de problemas.
Y es esa misma claridad la que me lleva a intentar transmitirte parte, al menos, de ese marco, para ayudarte en lo que pueda, estés en la etapa que estés de tu vida profesional al leer estas líneas.
Un marco que todavía estoy construyendo y perfeccionando. Porque, querido lector, futuro navegante, si con algo me gustaría que te quedaras es que debes entender siempre tu vida profesional, tengas la edad y la experiencia que tengas, como work in progress, un camino en permanentes obras de mejora.
Pero empecemos por el principio.
Preparados, listos…
Cuando terminé mi carrera, tenía claro que quería incorporarme al Ejército del Aire como ingeniero militar. Por tanto, lo tuve relativamente fácil: una oposición y listo.
Para personas que, como mi hija, no optan por una carrera en la Administración, no es blanco o negro, sino que hay una escala de grises en la que elegir.
Esa es una primera idea fundamental y de la que he escrito bastante, tanto aquí como en Twitter: elige. No te dejes llevar por lo que más posibilidades tenga de suponerte un contrato o por aquello que más ingresos pueda reportarte. Elige lo que te inspire, te anime y te motive. A lo largo de toda tu vida.
Tienes que estar dispuesto a asumir riesgos. Es el momento. Como dice Elon Musk, si cuando eres joven y no tienes nada que perder no asumes riesgos, ¿cuál va a ser el momento de hacerlo?
Pero no se trata de hacer locuras: se trata de tener claro a dónde quieres llegar y crear un itinerario que te lleve allí. Definir los pasos que te van a llevar a tu vida profesional soñada e irlos dando uno a uno, poco a poco, como llevo recomendando en todo lo publicado en el blog. Con calma.
Cuando definas ese itinerario, por favor, que el dinero no sea una prioridad. Piensa en el salario como un resultado, no como un objetivo. Prioriza el aprendizaje frente al salario, como nos recomiendan Reid Hoffman y Ben Casnocha en su podcast.
Lo más normal es que, siendo joven, necesites más velocidad, pero, lamentablemente, pequeño saltamontes, ya tendrás que correr más adelante. Ahora mismo tenemos que avanzar poquito a poco, pero con firmeza. Con la convicción que da tener claro a dónde vas y que lo que te espera ahí es algo deseado.
Ha llegado tu primer trabajo. Te incorporas a él con ilusión y, por supuesto, como un flan. Utiliza dos armas fundamentales:
Estas dos armas te deben ayudar para encontrar algo realmente importante, a falta de mentores: tus referencias.
Esas personas que ves que ejercen, con su forma de ser y/o su conocimiento, un liderazgo efectivo en la organización. Como escribió Sir Isaac Newton, si he podido ver más allá es porque me encaramé a hombros de gigantes. Haz tú lo mismo: observa, comprende e incorpora a tu marco de trabajo mental lo que veas que son las mejores prácticas.
Ten en cuenta que no solo se trata de aprender los aspectos técnicos de tu trabajo. Donde siempre tendrás más problemas será en la gestión de las relaciones personales, primero con tus compañeros y tu jefe y, más adelante, con el equipo del que seas responsable.
Conecta, intenta comprender la postura de los demás. Intenta leer sus propios contextos, aquellos que les hacen comportarse como se comportan. Observa a las personas que se llevan bien con todo el mundo e imita diligentemente su forma de actuar.
Recuerda una máxima fundamental que debes mantener en toda tu carrera: amigos, hasta en el infierno.
Ha llegado el momento
Cuando vayas avanzando en tu vida profesional, lleva esa máxima hasta el extremo, porque comprobarás que vales tanto como tu agenda. El networking, los contactos, van a ser un activo de un valor incalculable.
Los contactos bien tratados y bien conservados, en personas con las que hayas tenido buena relación o a las que, simplemente, hayas causado buena impresión, son como el fertilizante que te permita hacer crecer todo lo que siembres en tu vida profesional.
Porque, tras más de 25 años desde que empecé a trabajar, he comprobado que el transcurso de la vida profesional hace crecer aquello que vayas sembrando en ella.
Tienes que verte como el agricultor que empieza arando, preparando la tierra y aireándola para que esté en óptimas condiciones de recibir la semilla.
Después, cuidando lo sembrado, enriqueciendo la tierra, regándola para asegurar un buen crecimiento.
Por último, aprendiendo cuál es el momento más adecuado para la cosecha, el momento de óptima maduración del fruto.
Pues en esta segunda fase tienes que seguir preparando la tierra y, sobre todo, haciendo una buena siembra, con buenas semillas, elegidas cuidadosamente para dar el fruto apetecido.
Sigue el itinerario que hayas marcado, seleccionando con cuidado los trabajos que más te hagan avanzar. Ojo con las recomendaciones de aquellos que te lleven a oportunidades aparentemente llamativas pero que te alejen de tu camino. Toma los consejos de los demás como ideas para reflexionar, pero ten cuidado con qué usas como referencia.
Cuando vayas avanzando en experiencia, no dudes de que te equivocarás y cometerás errores. Si no lo haces es porque te habrás apoltronado y habrás dejado de crecer.
No tengas miedo a aceptar responsabilidades y asume las dificultades como retos. Si te centras en los obstáculos, como nos dice Simon Sinek, todo lo que podrás ver son obstáculos. Si te centras en el camino, todo lo que verás es el camino a través de los obstáculos. Es tu elección como vas a percibir tu propia carrera.
Haz del síndrome del impostor un compañero de viaje inseparable. Sentirlo te demostrará que estás aceptando nuevos desafíos y, por tanto, que has elegido lo que te ayude a ser mejor cada día.
Aprende mucho de esos errores. Borra la palabra fracaso de tu diccionario. Mide tu éxito no por tus resultados, sino por tu compromiso con dar siempre lo mejor de ti mismo. Te aseguro que, si así lo haces, te construirás una sólida reputación a la vez que destruyes mucha de la ansiedad que trae el resultadismo.
Ponte en el lugar de tus jefes: ¿qué preferirías tú tener en tu equipo? ¿Una estrella rutilante pero impredecible en su esfuerzo o un profesional sólido, con buenos conocimientos, en permanente crecimiento y que sabes que te va a funcionar todos y cada uno de los días?
En esta etapa de tu vida empezarás a sentirte cada vez más seguro y capacitado. Pero no caigas en la trampa del conformismo: sigue trabajándote en todas las dimensiones.
En tu relación con los compañeros, recuerda que siempre es mejor iluminar que brillar. El liderazgo, como brillantemente nos indica el propio Simon Sinek, no es otra cosa que un servicio a los demás, a través del cual se crece como equipo, no de forma individual.
Demuestra primero y pide después. Al probar de lo que eres capaz, eliminas los temores de tus jefes y te llenas de armas de negociación. Si estás trabajando con las personas adecuadas, te aseguro que ésta será una de las formas de actuar que mejores resultados te darán.
Si no funciona, utilízalo como prueba de que tienes que cambiar de trabajo. Sigue eligiendo siempre, sin que el dinero o la brillantez de un puesto te cieguen. Si no lo haces, el vacío irá creciendo del mismo modo que lo haría tu satisfacción si continuas por el camino marcado.
Me estoy haciendo mayor
Llegará un momento, si no lo ha hecho ya, en que te mires al espejo y te sorprenda lo que ves. En que sientas que esa persona que está delante de ti es la que, hace mucho tiempo, te imaginabas de forma imprecisa y casi misteriosa.
En ese momento, verás que sigues sintiendo el síndrome del impostor si sigues haciendo las cosas bien. ¡Y de qué modo! Pero ahora lo afrontarás con naturalidad, porque lo has hecho ya unas cuantas docenas de veces. Notarás el cosquilleo en el estómago como otra sensación normal más.
En ese momento también, es importante que empieces a hacer balance. Que aproveches muchos más momentos para pararte a reflexionar y valorar lo que has conseguido. No en términos de resultados, de nuevo, si no en términos de prestigio profesional y humano. En términos de capacidades. De consistencia. De rigor y profesionalidad.
Y que lo valores todo en su justa medida, para sentirte, de algún modo, en paz, viendo que mereció la pena el esfuerzo, la disciplina, los sacrificios. Y que proyectes esa paz y esa serenidad al exterior, en forma de seguridad en lo que puedes ofrecer a los demás. En forma de confianza plena en todo lo que puedes aportar.
Si hasta ahora has venido eligiendo, ahora es el momento de seleccionar solo lo que te haga realmente feliz. Probablemente estés donde querías, si has hecho las cosas bien y has seguido tus pasos en las etapas anteriores. Por ello, es el momento de decir ¡qué demonios! y afrontar esos proyectos que, realmente, hagan brillar tus ojos de nuevo.
Pon en práctica lo que nos decía Robert Bresson: haz visible aquello que, sin ti, tal vez no se habría llegado a ver nunca.
Es el tiempo de perfeccionar el arte de decir que no a las oportunidades que no sean realmente buenas. De ser sumamente selectivo en tus esfuerzos, tanto para empezar nuevos proyectos como para seguir aprendiendo.
Sí y sí. Es momento de empezar nuevos proyectos. Por supuesto. Verás que esa serenidad te hace sentir más fuerte que nunca. Porque conoces a la perfección tus limitaciones, pero también conoces tus fortalezas y has aprendido a hacer buen uso de ellas durante muchos años.
Por ello, te sientes preparado para abordar esas oportunidades que sabes que ya no se volverán a presentar. A engancharte a ellas y a sacar el máximo.
Y sí, es momento de seguir aprendiendo. Siempre. El mundo no se para, sigue cambiando, sigue ofreciendo cosas nuevas, y tú le sigues el ritmo, porque puedes perfectamente y porque sabes que va con tu forma de ser. Nunca dejas de estudiar, nunca dejas de acercarte con curiosidad a cosas nuevas.
El más grande enemigo del conocimiento no es la ignorancia, nos decía Daniel J. Boorstin, sino la ilusión de conocimiento. La búsqueda de la sabiduría pasa por seguir aferrado a esa curiosidad que tanto bien te ha hecho durante toda tu vida.
La diferencia en esa búsqueda es que ahora tienes muy claros tus gustos, lo que realmente te ayuda, de modo que eres más efectivo en lo que estudias que nunca.
Y esa claridad, además, te hace llegar a dibujar con precisión tu propósito en la vida. Aquella pieza del puzle que podía faltarte para que todo encaje. Y todos esos proyectos, aprendizajes, oportunidades se alinean con él o, simplemente, se ignoran, de modo que todo siga teniendo sentido.
Recoge, que nos vamos
Última parada. O última etapa. Estamos cerca de terminar o, al menos, cerca de lo que te dice papá Estado que es el momento de terminar.
Aquí no os hablo desde la experiencia. Os hablo desde lo que me gustaría, por mi forma de pensar y ver la vida, desde las experiencias de mis hermanos mayores y desde lo que recuerdo de mi padre, que en paz descanse.
Lo primero que me chirría es que te pongan fecha de caducidad. Eso de que a las 65, a los 67 o a la edad que sea tienes que dejar de trabajar, la verdad, no lo veo. En la vida me he encontrado con gente de 50 absolutamente fundida y con gente de 80 que me ha dado envidia.
Por tanto, como siempre, creo que debes ser tú el que decida. Tienes que encontrar el momento en que te apetezca, simplemente, hacer otras cosas para dejar de trabajar, siempre que tu economía lo permita, claro.
Porque la clave no es que dejes de trabajar y, con ello, dejes de hacer cosas. Para mí la clave es que te interesen otro tipo de proyectos no necesariamente remunerados.
Pero, para esos otros proyectos, como siempre vas a necesitar aprender. Vas a necesitar crecer. Y, sobre todo, vas a necesitar esa incansable curiosidad que no se debe agotar nunca, la que va a mantener tu mente despierta y, con ello, a ti como persona que actúa.
Cuando hablo de proyectos, pueden ser de ocio perfectamente. Uno de mis hermanos, amante de la música desde siempre, ha recuperado su afición y está tocando con un grupo con casi 70. Hay gente que empieza o vuelve a pintar. Hay gente que viaja. A mí, por ejemplo, me gustaría recuperar mi vieja afición al modelismo.
Pero todo ello les supone una serie de retos. Una serie de obstáculos a superar, una serie de pasos que dar. Les hace no acomodarse, aunque estén relajados. No dejarse ir, aunque no tengas una obligación de tiempo ni de resultados.
Les deja experimentar lo que es ser absolutos dueños de su tiempo para disfrutar de cada instante, no para dejar ver pasar lo que te queda de vida. Les permite exprimir cada segundo exactamente como quieren que ocurra. Sin limitaciones impuestas por terceros.
A su manera. Como Sinatra. Navegantes absolutos de su vida.
No importa cuán estrecho sea el portal, cuan cargada de castigos la sentencia: soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.