Marcando la diferencia en la resolución de problemas

No hay un solo problema

Querido lector, futuro navegante:

Retomamos hoy, en este segundo día de un nuevo año en el que te deseo lo mejor, nuestro camino, concluyendo la cuarta vuelta al mundo. Y lo hacemos, como siempre, con esa competencia de resolución de problemas en la que queremos avanzar de manera continuada, porque nos va a permitir marcar la diferencia en nuestro quehacer como profesionales.

Como ya hemos comentado antes, nos encantan los problemas complicados. Los sencillos no representan un reto y, por tanto, no nos hacen crecer.

Pero, ¿a qué llamamos un problema complejo? Parece que la definición más sencilla sería aquellos para los que no tenemos una solución inmediata, una de esas que hemos automatizado a lo largo de nuestra vida, o, al menos, para los que no es sensato aplicar una de esas soluciones.

Son problemas en los que hay muchos elementos implicados, tanto en cuanto a elementos físicos como personas. Incluso en ellos hay muchos sistemas que interactúan entre sí y que intervienen en el desarrollo del problema.

Son problemas influidos, además, por el tiempo, por las situaciones que se hayan producido no solo en el pasado inmediato, sino más lejano. Son problemas que pueden haber evolucionado con el tiempo (normalmente, a peor).

Son problemas difíciles de medir, en los que puede haber varias variables y para los que no está claro cuál es la más adecuada.

Eso hace que se puedan observar desde muchas perspectivas diferentes, desde contextos y formas de pensar distintas y, por tanto, se pueda tener concepciones diferentes de cuál es el problema en realidad, qué es lo que tenemos que cambiar para solucionarlo y cómo tenemos que medir esa solución.

Perdiendo el rumbo del problema

En este mundo de la inmediatez es muy fácil caer en la tentación de buscar una solución inmediata, lo más rápida posible a cualquier problema, por mucho que parezca claro que ese problema es complejo y requiere otro tipo de respuesta.

Y eso que hace que, al centrarnos en la solución inmediata, no lleguemos a comprenderlo, lo cual condena al fracaso cualquier intento de solución, por los siguientes motivos:

  • Empleamos marcos de trabajo inadecuados que nos pueden impedir siquiera llegar a alguna solución.
     
    Como indican Rosamunde y Benjamin Zander, cada problema, cada dilema, cada callejón sin salida que nos enfrentamos en la vida solo parece irresoluble desde un marco o punto de vista particular. Amplía tu enfoque o crea otro marco entorno a los datos y los problemas se desvanecen, mientras que aparecen nuevas oportunidades.

  • El problema parece solo resoluble a través de aspectos que quedan fuera de nuestro control, como el talento o la inspiración, por ejemplo. Eso hace que perdamos por completa la confianza en poder resolver el problema.

  • No se pueden establecer adecuadamente las prioridades del problema, pues puede parecer menos relevante de lo que es o, por el contrario, parecer crítico sin serlo. Todo desde la apariencia superficial.

  • Se desorientan las acciones que tomemos al no entender las partes componentes del problema, lo cual hace que éstas puedan suponer un despilfarro de recursos sin que consigamos acercarnos a una verdadera solución.

  • Interviene la subjetividad, con nuestras ideas preconcebidas sobre posibles causas del problema e, incluso, sobre sus soluciones, o las ideas de otros que pueden condicionar todo el proceso. Quedarnos en la superficie facilita enormemente este tipo de aproximación, con los efectos que ya comentamos.

  • No se llega a un acuerdo con el resto de personas implicadas en la solución, de modo que cada uno puede identificar soluciones diferentes pues no estamos hablando de lo mismo.
     
    Este último aspecto es crítico pues, como ya comentamos, las soluciones que no incorporan a todas las partes implicadas en un problema están, casi con seguridad, condenadas al fracaso.

La falta de comprensión de un problema nos desvía, desde la salida, del camino adecuado para resolverlo.

Eso hace que haya tantos problemas complejos sin resolver. Que nos dé tanto miedo enfrentarlos: las veces que hemos empezado mal a enfrentar el problema y, por ello, hemos acabado más lejos de la resolución que al principio.

Comprender y alcanzar una buena definición de un problema, en definitiva, puede marcar la diferencia entre poder resolverlo o no.

Teniéndolo más claro

Quizá te vengan a la mente un montón de situaciones en que creas que hay muchas definiciones de un mismo problema. Muchas formas de verlo, afectadas por ese factor humano del que ya hemos hablado.

Sin duda, las hay. Por eso, el objetivo no es tanto alcanzar la definición del problema, sino una definición única que satisfaga los siguientes requisitos:

  • En primer lugar, que sea válida para las partes implicadas en el problema. Recuerda: no dejes a nadie fuera de la solución o te encontrarás que ésta no resuelve el problema.

  • En segundo lugar, que permita una resolución eficiente del problema, esto es, que alcance el resultado perseguido con el menor consumo de recursos posible.
     
    Ten siempre en mente que una solución rápida pero acabe resultando ineficaz no solo es un desperdicio de recursos, sino que mina la confianza de los implicados en ser capaces de alcanzar algún tipo de solución del problema.

  • En tercer lugar, siempre que sea posible, que oriente a la solución. Que sea resultado de un conocimiento del problema tan exhaustivo, como comentaremos, que permita su redefinición en otros términos o con un enfoque diferente, de modo que facilite probar soluciones distintas a las que ya se hayan intentado.

Se trata, por tanto, de encontrar una definición del problema consensuada, basada en el conocimiento del problema más profundo posible y que demuestre su plena comprensión. Una definición que debe ser simple, ojo, dado que, en palabras de Albert Einstein, si no puedes explicarlo de forma simple, no lo comprendes suficientemente bien.

Es importante, asimismo, tener la preocupación de alejarnos suficientemente de definiciones previas del problema, que no hayan tenido resultados positivos. Si seguimos por los caminos que hayan fallado previamente, es fácil que las personas implicadas sientan que volveremos a cometer los mismos errores.

Cuando la gente empieza hablándote acerca del desafío (problema) que tiene entre manos, dice Michael Bungay, lo que es esencial de recordar es que lo que te están presentando es rara vez el problema real.

Recuerda que lo más fácil para la gente es presentarte la situación de la misma manera que hayan visto o planteado con anterioridad. Piensa, igualmente, que si el problema sigue así es porque esa forma de abordarlo no ha dado resultado.

Por tanto, el objetivo es encontrar una forma idónea de plantearlo, que cumpla los criterios anteriores y que sea diferente a las anteriores.

Hay que romper con lo hecho hasta ahora.

Hay que generar una nueva esperanza de resolución.

Centrarse en los hechos

Una definición correcta de un problema se aborda a través de dos etapas claras.

En la primera, vamos a tratar de conocer y entender profundamente el problema. Para ello, debemos:

  • Separar hechos de opiniones, lo primero. Debemos, ante todo, evitar prejuicios y que nuestros límites perceptivos nos lleven a alcanzar una pobre comprensión del problema. Necesitamos datos objetivos, no la forma de verlo de personas, incluidos nosotros mismos, que nos introducirán sus propios sesgos.

  • Establecer, si es posible, una descomposición del problema en partes. Al reducir un problema a sus aspectos más fundamentales, nos obligamos a trabajar con sus principios básicos de funcionamiento, lo cual facilita su definición, dado que nos lleva a trabajar con cada vez menos variables.
     
    Los problemas son como cebollas: cuantas más capas tienen, más tenemos que ir quitando para llegar al cogollo.
     
    Como dice Nat Greene, deberías poner un gran cuidado en la definición de un problema de una forma precisa, como una observación medible y directa de él.

  • Eso nos lleva a otro aspecto clave: cuando tengamos claros los principios fundamentales de funcionamiento de cada parte del problema, debemos identificarlo en función de una variable clave, para la que podemos medir sus valores actuales y podremos acordar aquellos a los que queremos llegar.
     
    Como siempre, intentamos irnos a lo esencial de cada tema, en una forma de pensar que debemos cultivar para cualquier desafío que abordemos en la vida. Cuanto más simple, más fácil de manejar a todos los niveles y más fácil generar nuevas formas de definir el problema, que proporcionen nuevas ideas para encontrar la solución.

La segunda fase es tan importante como la primera. Cuando ya tenemos despiezado el problema, cuando ya lo hemos definido en función de variables clave medibles para las que conocemos el valor actual, debemos presentar una definición del problema a todos los implicados.

Debemos describir, a través de una historia, según los resultados de nuestra investigación, en qué consiste el problema, reconociendo a todos los implicados en él. Debemos aclarar dónde se produce, en qué momentos y con qué frecuencia, cuándo surgió y cuándo se reproduce. Todo llevado a los aspectos más elementales y, por tanto, más claros.

Las historias, no lo olvidemos, enganchan.

Debemos alcanzar, como ya comentamos, el consenso en cuanto a la forma de medirlo, fundamentalmente, tanto en cuanto a las variables clave a utilizar y sus valores actuales como en los valores objetivo que demostrarán que el problema está resuelto.

Este punto, que puede parecer trivial, genera mucha más controversia de lo que cabría esperar, porque muchos valores actuales van a poner al descubierto el desempeño de algunas personas y muchos valores objetivo van a suponer una modificación del equilibrio entre los intereses de unas y otras partes.

Además, la definición va a poner a prueba tus conocimientos sobre esos principios fundamentales de funcionamiento de las distintas partes del problema, dado que muchas veces los vas a presentar ante gente con experiencia y que ya ha trabajado en posibles soluciones del problema.

Por tanto, dedica a la primera fase tanto tiempo como sea necesario. Como decía el propio Einstein, la formulación de un problema es más importante que solución.

Si no eres capaz de presentar una definición sólida del problema, tu capacidad para resolverlo se verá seriamente cuestionada.

Otro acuerdo que es fundamental alcanzar es la importancia y la prioridad, acorde con la definición, que se asignan al problema. Ésta última decisión es la que va a condicionar los recursos que se pongan en juego para la resolución del problema y el momento en que se apliquen.

Una vez alcanzado el acuerdo, es esencial documentar los resultados del proceso de definición y que todos los implicados confirmen los acuerdos a los que se haya llegado verbalmente.

Aquí puedes topar con el yo entendí que tú dijiste que me pareció… Por escrito, se despejan todas las dudas, con lo que una aceptación explícita de un escrito es la mejor prueba de conformidad y es el mejor ancla que puedes utilizar para evitar futuros cambios de opinión.

Que los hay. Te lo aseguro.

No te la juegues queriendo hacer una definición rápida y presuponiendo el acuerdo de la gente con ella. Estoy cansado de presentar propuestas en foros para las que no se obtiene un rechazo expreso pero, a posteriori, resulta que nadie estaba de acuerdo con lo planteado. Recuerda: callar no es afirmar.

Dedica el tiempo suficiente a comprender bien el problema y asegura el consenso en torno a él.

Ideas clave

2 thoughts on “Marcando la diferencia en la resolución de problemas

  1. Buenos días,

    Gran articulo señor Conde.

    En mi caso, me gusta compartir el problema con gente que sé que puede aportar otro punto de vista, eso me ayuda a conseguir la solución.

    Ciao.

    1. Muchas gracias, David.
      Desde luego, en la resolución de problemas el trabajo en equipo es esencial y las aportaciones de otros pueden ser claves, especialmente de gente que, viendo el problema «desde fuera» te ayuden a buscar nuevas perspectivas. Muchas veces, si estamos metidos en el día a día del problema, nos es difícil encontrar nuevos enfoques, con lo que es muy acertado tu enfoque.

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