La esencia de una buena pregunta

Querido lector, futuro navegante:

¿Cómo puedo hacer buenas preguntas? ¿Cómo utilizar mejor éste arma tan poderosa en las relaciones humanas?

Hace ya algunos meses escribía un post en el que empezaba a explorar este tema. En él, si recuerdas, analizaba qué aportan las preguntas, tanto para uno mismo como para su relación con los demás.

Seguí profundizando en otro post, en el que estudiaba el valor de las preguntas en un proceso de resolución de problemas.

Pero quedaban muchas incógnitas sin resolver:

  • ¿Cuál es la estructura de una buena pregunta?

  • ¿Cuándo hacer una pregunta?

  • ¿Cuáles son las preguntas adecuadas a cada momento o cada objetivo?

  • ¿Cómo utilizar preguntas, por ejemplo, para fomentar la creatividad?

Éste es el primero de una serie de posts en que voy a intentar dar respuesta a esas y otras cuestiones que nos ayuden a preguntar de la forma más constructiva posible.

Pero, para empezar, es necesario comprender qué es una buena pregunta.

El poder de las preguntas reside, fundamentalmente, en la cantidad de efectos que pueden conseguir.

Así, podemos tener preguntas que persiguen un resultado. P.e., persuadir a alguien de que cambie de opinión o confirmar una información relevante para nosotros.

Sin embargo, esas preguntas son relativamente sencillas de hacer, por una parte, y ofrecen un valor diferente para el interpelado y el que las formula.

Me interesan, en cambio, mucho más otro tipo de preguntas, cuya conclusión aporta lo mismo a ambas partes. Llamémoslas constructivas. Que buscan, por ejemplo:

  • Explorar y descubrir un tema nuevo

  • Organizar el pensamiento

  • Orientar a una persona

  • Fomentar o desarrollar el pensamiento crítico

Las formulamos porque sentimos una tensión. Nuestro conocimiento, de algún modo, no se encuentra nivelado con nuestros intereses. Y la pregunta es la expresión de esa inquietud en un momento y contexto concreto.

Ambos condicionan, o al menos deberían hacerlo, la forma de elaborar y emitir la pregunta, si lo que pretendemos es conectar a las personas entre las que se plantea.

Por eso, las buenas preguntas pueden ser muy diferentes según la situación.

Puede haber preguntas cerradas, de respuesta simple (una palabra, una cifra, un sí o un no) que pueden ser perfectamente válidas en ciertos momentos. Y, del mismo modo, las preguntas abiertas, que exigen respuestas elaboradas, pueden ser muy poderosas en conversaciones exploratorias.

E, incluso, como veremos en otro post más adelante, el momento de formular la buena pregunta puede variar notablemente.

Piensa que las preguntas son parte de una conversación. No son elementos aislados. Deben estar correctamente integradas en ella.

Probablemente te pase como a mí: muchas veces vas a una conversación con lo puesto. Sin haberla planificado. Sin tener claros sus objetivos y, en relación con ellos, cómo quiero llevarla a cabo.

Sin embargo, cada buena pregunta requiere una preparación, una ejecución y un resultado. Y si, como yo, tienes dificultades para elaborarlas, es importante que prestes atención a cada una de esas tres fases.

La preparación de cada pregunta está marcada por el momento y el contexto, como hemos dicho:

  • Ten claro el objetivo de tu conversación y alinea tus preguntas con dicho objetivo. Sea conocer algo, comprenderlo mejor o ayudar a alguien a ello, debes establecer el resultado esperado.

  • Lo idóneo es acordar ese resultado con tu interlocutor. Una pregunta debe tener ida y vuelta. De ahí, por ejemplo, el interés de que cualquier reunión se ciña a una agenda prestablecida y conocida por todos los asistentes.

  • Debes conocer el ámbito del que se vaya a hablar. Presentarse a una conversación sin conocimiento previo solo sería lógico cuando el objetivo sea aprender.

  • En esto, sé serio y respetuoso con tus interlocutores. ¿Te resulta agradable cuando alguien se presenta a una reunión diciendo no tengo ni idea de qué vamos a hablar? Pues no lo hagas tú nunca.

  • A partir de ahí, puedes establecer una estructura de preguntas y posibles respuestas. Esta estrategia es muy interesante, porque te permite anticipar diferentes caminos y crear una dinámica enormemente constructiva.

  • Considera con cuidado el contexto en que se va a desarrollar la conversación, tanto interno de las personas participantes como externo. Piensa en las preguntas que puedan encajar en ese contexto y evita las que no lo hagan.

  • Ten en cuenta, igualmente, las personas con las que vayas a conversar a la hora de preparar tus preguntas. Si tu interlocutor no está preparado para ciertas preguntas, emocional o intelectualmente, evítalas, por mucho que te puedan parecer inteligentes y útiles para ti.

El mejor consejo que te puedo dar antes de una conversación es que emplees suficiente tiempo en prepararla. Por muy trivial que te pueda parecer, cualquier conversación puede dar frutos interesantes si le dedicas tu atención y le prestas interés.

Ha llegado de lanzar tus preguntas. Y surge el miedo a equivocarte y no alcanzar tus objetivos. Incluso, a conseguir lo contrario: importunar o crear distancia entre tu interlocutor y tú.

Si has preparado bien la conversación, ya sabrás muchas cosas de la persona con la que vas a hablar y, directamente, evitarás ciertas cuestiones que no sean adecuadas.

Para construir, entonces, preguntas relevantes y útiles:

  • Emplea preguntas simples, fáciles de entender.

  • Limita el alcance de tu pregunta para facilitar la respuesta.

  • Haz tantas preguntas como sea necesario para cubrir tu objetivo sin dificultar la mutua comprensión.

  • Elige cuidadosamente las palabras. Si tienes que tomar unos segundos para formular adecuadamente la pregunta, hazlo. Utiliza un lenguaje preciso y directo. No quieras parecer inteligente por usar un lenguaje rebuscado que complique la comprensión de la pregunta.
     
    Conoces a tu interlocutor porque has preparado la conversación. Adáptate a él.

  • No hagas preguntas abiertas con respuesta implícita ni con la intención de confirmar. P.e. una pregunta de la forma  ¿cómo crees que resultaría si hiciéramos x? está trasladando claramente tu opinión sobre esa acción y, por tanto, está condicionando a tu interlocutor.

  • Si vieras que lo necesitas para hacerte entender mejor, dota de más contexto a las preguntas. Incluye, si es preciso, detalles relevantes en la propia pregunta. Es algo parecido a lo que hacemos con ChatGPT en los prompts.
     
    El contexto, también, es esencial para comprender la intención de la pregunta. Por eso es tan peligroso lo que se escribe por Teams o WhatsApp, porque el receptor del mensaje no tiene tu contexto y puede ser muy malinterpretado.

  • Evita ambigüedades o términos vagos. Es posible que, así, consigas evitar preguntas delicadas o pienses que las estás formulando de forma menos agresiva pero, si no te entienden, no va a servir de nada tu pregunta.

  • Intenta ceñirte a un tema principal, salvo que lo que estés procurando sea inducir la creatividad, para evitar caer en divagaciones que no lleven a ningún lado.

¿Y después de tu pregunta?

Cuando formulas una pregunta, tu actitud posterior es la que va a determinar la evolución de la conversación. Tienes dos tareas fundamentales:

  • Por un lado, escuchar. Guardar silencio y mostrar, con tu expresión facial y corporal, que estás procesando la respuesta que te están ofreciendo. Evitar la tentación de estar preparando la siguiente pregunta o tu reacción a la contestación. Y, sobre todo, no interrumpir.
     
    Ésta es una de las partes más dificultosas y que más debemos entrenar. Pero, si lo piensas, tienes infinidad de oportunidades, día a día, para hacerlo. Aprovéchalas.

  • Por otro lado, igual que hay preguntas adecuadas para la apertura, hay otras idóneas para dar continuidad a la conversación. Son las que llamamos de seguimiento.
     
    Te permiten desarrollar esa estructura de preguntas y respuestas que has preparado. Generar conexión con tu interlocutor. Crear la dinámica que buscas en la conversación.
     
    Estas preguntas son las que debes formular tras escuchar con atención una respuesta. A ellas les aplican todas las ideas que hemos revisado en el punto anterior en cuanto a su formulación. Y ya veremos, en otro post posterior, la manera de integrarlas en la conversación.

Como ya hemos hablado otras veces, la mejor estrategia consiste en ir poniendo en práctica cada idea por separado, hasta ir creando un hábito con cada una de ellas.

Lo bueno es que tenemos multitud de ocasiones de practicar. Y que podemos seleccionar las conversaciones adecuadas para cada una de las técnicas que hemos visto.

Al tratarse de un hábito, te llevará tiempo. Por eso, elige aquella técnica que creas que te va a proporcionar más valor y ponte en marcha ya.

No esperes para empezar a obtener todos los beneficios de una buena pregunta y, por ende, de una buena conversación.

5 TED talks on asking questions to be a better leader | Management 3.0

How To Ask More Powerful Questions

The art of asking the right questions – Big Think

Five practical ways to ask good questions – Ness Labs

Las buenas preguntas | Blog Vicens Vives

The Art of Asking Great Questions

The Surprising Power of Questions

Connect, Reflect, Direct…Then Ask (On Coaching) (Ed Batista)

Scott Ginsberg on Asking (Better) Questions (Ed Batista)

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