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Ideas clave

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¿Comprendes las leyes de la naturaleza? (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

A Leonardo Da Vinci se le conoce por muchos de sus trabajos más rutilantes. Y entre ellos no está, o al menos yo no lo conocía, el de comprender cómo funciona una de las fuerzas que, de forma callada y casi invisible, condiciona nuestro día a día de una manera sorprendente.

La sentimos todo el tiempo, aunque no nos demos cuenta: cuando el viento nos empuja, cuando caminamos, cuando intentamos mover cualquier material.

Pero también la sentimos cuando estamos sentados y tenemos que coger cualquier objeto distante. Cuando tenemos que hacer cuarenta clics para acceder a cierto documento. Cuando queremos resolver un tema administrativo y necesitamos de tres llamadas, cuatro correos electrónicos y cinco formularios.

Me refiero a la fricción. Existe entre todos los cuerpos en contacto y aparece siempre para oponerse al movimiento. La experimentamos en nuestra vida de forma constante, dado que acompaña a cualquier acción física que llevemos a cabo.

El hecho de que se oponga al movimiento no quiere decir que siempre sea perjudicial. Sin ella, por ejemplo, no podríamos caminar en cualquier calle. Su ausencia en una pista de hielo es lo que complica no resbalar en ella.

Como parte de la propia naturaleza, los seres humanos podemos intentar ponernos de su lado o combatirla estúpidamente. Porque por mucho que creamos que hemos podido dominarla, jamás hemos podido cambiar ni una sola de sus leyes. Lo que hemos hecho, simplemente, es aprovecharnos de ellas.

Cuando construimos nuestros hábitos estamos igualmente a merced de las leyes de la naturaleza. Parece lo más sensato  que busquemos, como ya hemos comentado con anterioridad, ponernos de su lado en esa labor.

Leonardo ya se dio cuenta de que la fricción depende de los cuerpos en contacto y de la presión que se produzca entre ellos. Ésta, a su vez, depende de la fuerza producida y de la superficie de contacto.

Mover un objeto pesado por el suelo es mucho más costoso que mover uno ligero, precisamente porque la fuerza es mayor. Todos lo hemos experimentado.

Del mismo modo, cuando queremos construir un hábito, cuanto menor sea el peso de las acciones que tenemos que tomar más fácil nos será llevarlas a cabo.

Siempre es más fácil arrastrar un cuerpo por una superficie lisa, como el hielo, que por una rugosa.

Por eso, cuanto más suave sea para nosotros realizar cualquier acción, cuanto menos extraño (rugoso) nos resulte, más fácil nos será llevarla a cabo.

Mover una misma caja siempre es más sencillo por una cara menos extensa que por otra con mayor superficie. Ese es uno de los principios por los cuales funciona la rueda, porque reduce la superficie de contacto al punto en que la rueda toca el suelo.

El mismo razonamiento podemos aplicar en la extensión de nuestras acciones: si duran dos minutos nos será mucho más fácil llevarlas a cabo que si se extienden por una hora. Si nos hacen desplazarnos 20 cm nos serán más fáciles de acometer que si nos obligan a trasladarnos 100 m.

¿Te vas reconociendo en estos símiles? ¿Ves de la manera en que están presentes, constantemente, en tu vida?

Por qué la voluntad no basta

La fricción constituye, por tanto, una fuerza tremendamente poderosa pues, aunque ocurra durante pocos segundos y dificulte solo un poco el movimiento, ocurre miles de veces a lo largo de un día, de una semana… de una vida.

Ocurre con el mismo nivel de frecuencia que queremos que tengan nuestros hábitos, lo que solemos olvidar cuando queremos crear un nuevo hábito positivo o eliminar uno negativo. Pensamos que todo es cuestión de fuerza de voluntad y/o de motivación.

Evidentemente, tener unos objetivos claros, con los que nos sintamos implicados, que se apoyen en ese nuevo hábito o se vean obstaculizados por ese otro del que nos queremos deshacer, nos ayuda.

Pensando de nuevo en las leyes naturales, esa motivación nos da la energía de activación que necesitamos.

A su vez, nuestra fuerza de voluntad nos aporta la persistencia necesaria.

Pero debemos reparar en tres cuestiones importantes:

  • Por una parte, como ya nos dijo Newton con su primera ley, si nuestra fuerza de voluntad es inferior a la fricción, nos mantendremos en reposo indefinidamente o, por el contrario, perderemos velocidad hasta detenernos.

  • Por otra parte, otra ley que debemos tener en cuenta es la del mínimo esfuerzo. Que es, aunque no lo creamos, una ley de la naturaleza.
     
    Esta ley hace que nuestro cerebro busque siempre el camino de menor resistencia a la hora de hacer cualquier cosa. Detrás de él va el resto de nuestro ser. Por ejemplo, el cerebro hace evaluaciones rápidas, de baja energía, que le permiten decidir qué hacer ante un peligro.
     
    Podemos decir, por tanto, que esta ley es esencial para nuestra supervivencia. Reaccionar es automático, nos recuerda David Allen, pero pensar no lo es.
     
    Por eso, buscar el camino de mínima resistencia a la hora de implantar un hábito es actuar a favor de obra.

  • Por último, muchos de nosotros queremos conseguir, con esa necesidad de inmediatez tan actual, que nuestro hábito alcance el efecto deseado en poco tiempo. Y eso nos lleva a hacer más ambiciosas nuestras acciones y, con ello, al aumentar su extensión o su peso, esto es, a aumentar la fricción para realizarlas.
     
    Debemos recordar aquí que cualquier pequeña acción positiva reiterada en el tiempo nos permite aprovechar otra ley de la naturaleza, la del interés compuesto. Por eso, busquemos pequeños pasos y no grandes zancadas.
     
    Morgan Housel nos recuerda que «excelente por unos pocos años» no es ni de cerca tan poderoso como «bastante bueno durante mucho tiempo».

Es fundamental, por tanto, conocer los principios básicos que nos afectan para poder construir nuestros hábitos de la forma más correcta. La de menor fricción, como hemos visto.

Pon las cosas a tu favor

Ese conocimiento te permite evaluar tu realidad y sacar conclusiones sobre ella. Bien sea para retirar pequeños puntos de fricción de tu vida, si queremos implementar o mejorar un hábito, o bien para añadirlos, si lo que queremos es deshacernos de ellos.

Por tanto, la clave aquí sería que, a través de algunas ideas, de algunos consejos, aprendas a identificar dónde están esos puntos de fricción y cómo los puedes modificar a tu interés.

Con ello, harás a la Naturaleza tu aliada en tu camino por transformar tu mapa de hábitos, ese que construimos ya hace un montón de tiempo.

Pero, sobre todo, evitarás la aplicación de los tips (como dicen ahora) de este post de forma ciega. Al comprender bien el principio que opera podrás aplicarlo a todas las situaciones.

Piensa que todo en tu vida va a sufrir una transformación continuada. Por tanto, el truquito que te vale para hoy mañana no servirá de nada. Salvo que sepas por qué lo empleaste.

Por eso es tan importante entender antes de practicar.

Si no lo ves claro, siempre puedes dejarme un comentario y estaré encantado de ayudarte.

Cómo construir el entorno adecuado

Recuerda que la resistencia tiene tres componentes: la presión que se ejerce entre los elementos en contacto; la extensión de la superficie de contacto; y un coeficiente que depende, fundamentalmente, de la rugosidad de esas superficies.

Por tanto, tenemos que observar nuestro entorno y nuestra forma de trabajar para identificar de qué manera podemos modificarlo e influir sobre estos tres parámetros.

Para bien o para mal, según nos interese. Así, si queremos implementar un nuevo hábito, cuanta menos fricción, evidentemente, mejor. Es ese hacerlo sencillo que nos plantea James Clear.

En cambio, si queremos eliminar un hábito que tenemos arraigado, cuanta más fricción le planteemos más nos costará repetirlo de nuevo.

¿Qué podemos hacer para reducir la presión o el peso? Aquí tienes algunas ideas:

  • Por un lado, nuestro objetivo de implantación de un hábito debe ser lo más realista posible. Por otro, debe estar enfocado a conseguirlo progresivamente. Así, los pasos que des deben ser lo más ligeros posible.
     
    Como resalta el propio Clear, cuando elige un nuevo hábito, mucha gente parece preguntarse «¿qué puedo hacer en mis días mejores? El truco está en preguntarse «¿a qué me puedo aferrar incluso en mis días peores?» Empieza en pequeño. Domina el arte de actuar. Escálalo cuando tengas tiempo, energía e interés.
     
    Recuerda que los hábitos tienen que componerse para ofrecer, de verdad, resultados llamativos. No hay que tener prisa por llegar al punto donde empecemos a ver sus resultados.

  • Otra buena opción es vincular unos hábitos con gestos que lo hagan natural y, de nuevo, más ligero.
     
    Piensa que muchos gestos están ya asociados, de forma natural, con determinadas reacciones. Por tanto, a los gestos les sucede, de forma automática, la respuesta fisiológica que acompañaría a la reacción. P.e. levantar los brazos, generalmente, es un signo de alegría, de triunfo.
     
    Si los levantamos, nuestro cuerpo responde como si realmente se hubiera producido un éxito. Pero esto se puede hacer al revés: en vez de esperar al éxito, levantamos los brazos al ponernos en marcha, generamos la respuesta del cuerpo y nos ponemos en disposición de lograr una meta.

  • Un efecto similar se consigue al vincular unos hábitos con otros. Generamos una inercia que nos hace más fácil implantar el nuevo hábito.
     
    Es por lo que los rituales funcionan tan bien. Automatizas una secuencia de actos, con un orden, una duración y una frecuencia siempre iguales, entre los que se encuentra el hábito que quieres implantar.
     
    Además de la inercia, el ritual también te puede inducir el estado de ánimo y energía necesario para que te sea más liviano acometer ese hábito.
     
    A veces parece que la gente con mucho autocontrol no se esfuerza, apunta Angela Duckworth, pero es porque ya lo automatizaron. Su fuerza de voluntad se hace presente sin que tengan que pensar en ella.

¿Qué podemos hacer para reducir la rugosidad? Te propongo lo siguiente:

  • Antes de ponerte a trabajar con el hábito, planifica las acciones que vayas a llevar a cabo. Identifica, sobre todo, los posibles obstáculos que te puedas encontrar (las rugosidades del camino) y busca solucionarlas antes de empezar.

  • Promete a tu círculo cercano que cumplirás el hábito. En este caso, estamos generando mucha rugosidad si abandonas el hábito. Las promesas son formas muy potentes de obligarte, pues romperlas nos hacer quedar mal con los demás.
     
    Si puedes integrarte en un grupo en que el hábito que quieres implementar sea la normalidad, la presión social de cumplirlo te allanará los obstáculos.
     
    Como seres sociales, necesitamos tener sensación de pertenencia a una tribu. Si la fallamos, corremos el riesgo de ser excluidos. Ese sentimiento lo tenemos interiorizado desde hace miles de años. Por eso funciona tan bien la generación de hábitos comunitaria.

Por último, ¿qué podemos hacer para disminuir la superficie de contacto? Valora las siguientes opciones:

  • Automatiza todas las tareas tediosas y pesadas. Que la tecnología te ayude. La IA te puede ayudar mucho en este tema. Puedes utilizarla como si fuera casi un secretario.
     
    La tecnología puede convertir esas tareas desagradables en acciones pequeñas y simples.

  • Emplea recordatorios y avisos. Haz muy visible lo que quieras hacer para evitar los olvidos y para que tu fuerza de voluntad pueda actuar.

  • Organiza tu espacio de trabajo para que todo lo que necesites para implementar ese nuevo hábito esté al alcance de tu mano. O, al contrario, retira todo lo que te induzca a caer en ese hábito del que quieres deshacerte.
     
    Todo lo que puedas evitar levantarte, agacharte, moverte llevará a tu hábito a un camino de mínima resistencia. Recuerda: tu fuerza de voluntad es capaz de superar solo un cierto nivel de resistencia. Ayúdala a que sea lo menor posible.

  • Simplifica todo lo posible. Haz tu sistema de carpetas sencillo. Piensa en el valor que aporte cada cosa que añadas. Reduce, recorta. Si no vale, tíralo directamente. No guardes absurdamente para luego tener que ordenarlo.

Podemos aplicar estas ideas en el orden que queramos o que nos resulte más cómodo. Date cuenta de que estamos buscando reducir fricción: por tanto, en este caso sí es importante dejarnos llevar por nuestra comodidad, porque es una forma de escuchar lo que nos diremos cuando queramos trabajar en el hábito.

Retoma tu mapa de hábitos, selecciona aquellos en los vayas a trabajar y planifica todas las medidas que vayas a tomar para reducir la resistencia.

Hazte más fácil el camino antes de empezar a andarlo.

Ayuda a tu fuerza de voluntad.

Pon la naturaleza de tu lado.

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