No construyas confianza en ti mismo

No tenemos cultura (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

A medida que me he ido haciendo mayor, me fijo más en las diferencias entre culturas. A veces son tales que es importante tener cuidado en la forma en que dices cosas, para ti banales, a una persona con una cultura muy diferente, porque el entendimiento puede estar muy comprometido.

A veces las diferencias entre culturas, en cambio, se observan en la forma en que cada persona enfrenta los mismos fenómenos. No tanto, a lo mejor, por su propia forma de persona, sino por la presión social sobre ese hecho concreto.

Me ha llamado siempre la atención, tomando un ejemplo interesadamente, en la forma en que un fracaso a nivel empresarial se ve en nuestro país y, como opuesto, en el mundo anglosajón.

Si tú has montado tu propia empresa y tu aventura no ha ido bien, de alguna forma, en nuestra mentalidad, quedas estigmatizado. Cada vez que vuelve ese gusanillo del emprendimiento, parece que ves a tu madre delante, diciéndote: pero ¿no has aprendido nada? ¿Tienes que volver a darte el batacazo?

En cambio, en el mundo anglosajón un fracaso se ve como una etapa casi inevitable en el camino. Los bancos son más propensos a darte un préstamo, por ejemplo, si ya tienes experiencia empresarial, aunque haya sido mala, porque entienden que tienes un aprendizaje del que no dispone el neófito.

Algo parecido nos pasa en el extremo opuesto: si las cosas te van bien no está bien visto que valores, simplemente, lo alcanzado. Hay que quitarle importancia, a riesgo de parecer falto de humildad.

Con esta cultura, ¿es fácil tener confianza en uno mismo? ¿Es natural creer en que podemos alcanzar nuestras metas?

Así no vamos a ninguna parte

Sin embargo, sin ella nos vamos a autolimitar una y otra vez. Tendremos esa voz en la cabeza que siempre nos estará pidiendo…¿prudencia? Qué bien lo expresa Francisco Alcaide: cada persona se convierte única y exclusivamente en aquello que se da el permiso de ser.

Es natural, por otra parte. Es la forma en que estamos preparados para asegurar nuestra supervivencia: nuestro cerebro, al no tener confianza, percibirá muchas más situaciones como peligrosas y, por tanto, tratará de huir de ellas.

La autoconfianza, por tanto, marca nuestro umbral aceptable de riesgo. Pero va más allá que eso: cuando razonamos, quizá nuestro umbral esté alto. Somos personas emprendedoras, animosas, decididas. Al menos esa es la imagen que queremos proyectar.

Sin embargo, nuestra confianza en nosotros mismos es la que marca cuándo empezaremos a sentir miedo. A sentirnos a disgusto. Es la que marca dónde termina nuestra famosa zona de confort. Dónde nos va a surgir ese cosquilleo en el estómago. ¿Te suena familiar?

Sabemos que el miedo es paralizante:

  • Es amigo de las dudas. De las suposiciones destructivas, siempre en contra nuestra. Realmente, esto que quieres conseguir es imposible… ¿dónde vas tú?

  • Es amigo de la mentalidad de víctima. Realmente, no voy a poder con ello. Pobrecito de mí… ¡Necesito ayuda y comprensión!

  • Va contra nuestro trabajo de creación de hábitos, porque nos resta motivación, dado que no vamos a conseguir corregir eso o incorporar esto otro.

  • Hace que los problemas se engrandezcan y nosotros, en cambio, mengüemos. Nos sentimos chiquititos.

¿Te son familiares todos estos sentimientos? Quizá, incluso, tu voz interior te está, ahora mismo, previniendo contra las ideas de este blog.

Por tanto, cuanto más baja esté la confianza en nosotros mismos más obstáculos nos vamos a encontrar en el camino. Seth Godin no lo podría haber expresado mejor: frecuentemente, la única diferencia entre un badén de velocidad y un obstáculo es nuestra decisión sobre cómo calificarlo.

Todo está en nosotros. En la forma de ver las cosas.

Aliados de nosotros mismos

Una de las cosas que me gustan de las propuestas de Mel Robbins es que intenta rescatar aquellas cosas que están profundamente incardinadas en nuestros cerebros y las aprovecha para avanzar.

Pues bien, ese es el objetivo que perseguimos: emplear nuestra programación cerebral para progresar, al igual que, muchas veces, está ahí para retenernos, como hemos comentado más arriba y en varios posts anteriores.

Buscamos la forma de no tener que luchar contra nosotros mismos, para avanzar a pesar de que nuestra confianza todavía no haya mejorado. Para continuar en el camino hasta convertirnos en problem solvers.

Buscamos, mejor aún, evitar tener que acordarnos de nuestra confianza. De hecho, algunos autores, como Marina Díaz, nos recomiendan que rechacemos la idea de la autoestima, como un concepto torticero y que nos desenfoca en el crecimiento personal.

Creo que es algo que está ahí y que es difícil de ignorar, pues todos lo tenemos en mente. Es un salto demasiado complejo dejarlo de lado de golpe. ¿Cómo lo percibes tú?

Por ello, mi propuesta se orienta, más bien, a enfocar nuestra energía en una dirección diferente, que deje de lado si nuestra confianza es grande o no.

De este modo, sin tener que hacer grandes cambios, yendo paso a paso como siempre, conseguiríamos establecer una base muy consistente para empezar. No queremos dar pasos atrás. No queremos crear experiencias que vayan en nuestra contra, para no generar el efecto contrario al buscado.

Deja que tu sistema sea el culpable

Qué valiosa es nuestra atención. Como bien dice José Miguel Bolívar, necesitamos (…) entender que la clave de todo está en la gestión de la atención. Es un recurso limitado que nos acerca o aleja de las cosas. Así de sencillo.

Todos hemos experimentado cómo aquello en lo que ponemos nuestra atención parece engrandecerse. Un dolor lo es menos si tenemos otra cosa en qué centrarnos. La belleza de la naturaleza nos pasa desapercibida muchas veces, a pesar de ser espectacular, simplemente porque no le prestamos atención.

Pues bien, con eso vamos a jugar: la idea es que, en lugar de poner nuestra atención en nuestra mucha o poca confianza, vamos a poner distancia con ellos. En lugar de combatir nuestros pensamientos limitantes, vamos a trasladarle la responsabilidad a algo que está fuera de nosotros.

A algo que sea fácil de mejorar: a un sistema de trabajo. ¿Recordáis nuestro primer post? ¿Recordáis que hablábamos de la necesidad de un sistema?

Pensad una cosa: todos estamos más que acostumbrados a mejorar nuestros métodos de trabajo. La mejora continua es algo que está en el día a día de cualquier profesional. Por tanto, es algo natural para nuestro cerebro.

Por eso, asociando nuestros resultados a la funcionalidad de nuestro sistema, nos es fácil poner nuestra atención en mejorar ese sistema, y no en nosotros mismos. Nos sacamos presión, al menos hasta que consigamos consolidar nuestra confianza.

Hasta ganarnos, a nuestros propios ojos, como dice Seth, el beneficio de la duda como otra herramienta más para la resolución de problemas.

En palabras de Ali Abdaal, me gusta tratar mi mente y cuerpo como algún tipo de sistema, y averiguar qué error del sistema ha conducido a (cada) problema. Por tanto, mi propuesta es plantear todo lo que hagamos como un sistema. Todo tendrá su método, tendrá sus conexiones, tendrá sus herramientas.

Si algo falla, si no logramos algo, nuestra respuesta debe ser analizar qué parte del sistema ha fallado y resolverlo. No somos nosotros, es nuestro sistema el que no funciona. No es un problema de capacidad o de habilidad, es un problema de método.

Creamos la mentalidad de ver las dificultades como información de nuestra situación actual: algo no está funcionando y, simplemente, tenemos que buscar una forma alternativa de hacer las cosas.

Así, no te comparas con los demás, sino con tu yo de ayer. Con la forma en que funcionaba tu sistema la última vez que enfrentaste un obstáculo.

Esta estrategia entronca directamente con la mentalidad de crecimiento por la que apuesta la ya citada Carol Dweck. Entronca, por tanto, con la mentalidad que queremos construir y, además, nos permite sortear el problema de nuestra falta de confianza.

También enlaza con la propuesta, ya mencionada más arriba, de Marina: pasa a la acción y deja atrás tus pensamientos.

¿Te parece coherente? ¿Te parece accionable en tu vida?

Lo podemos aplicar a todo lo que hagamos:

  • Podemos tener un sistema de productividad, que nos permita trabajar más efectivamente.

  • Podemos tener un sistema para emprender, que nos permita ir construyendo nuestra idea y convertirla en un negocio. Lean Startup es un sistema, al igual que el desarrollo de Steve Blank.

  • Podemos tener un sistema para preparar un curso o una conferencia.

  • Podemos tener un sistema para escribir nuestro blog, una novela, en Twitter todos los días…

  • Podemos tener un sistema para capturar, organizar, destilar y expresar nuestro conocimiento.

  • Podemos tener un sistema para mejorar nuestros hábitos.

  • Podemos tener un sistema para establecer nuestros objetivos y convertirlos en acciones.

Incluso podemos tener un sistema que para desarrollar todo lo anterior, como el que os propongo.

Vale, ya estamos convencidos. Nos encaja la idea (espero). Y, ahora, ¿qué? Porque hablamos de hacer pero, hasta ahora, no hemos planteado qué hacer.

Pues bien, os propongo los siguientes pasos:

  • En primer lugar, tenemos ya definidas unas áreas en nuestra vida. Recordad que, en esas áreas, queremos mantener, de alguna manera, unos estándares de la manera en que actuamos. Pues bien, esos estándares los podemos alcanzar a través de sistemas. Con lo que ya tendríamos identificados los sistemas que necesitamos.

  • En segundo lugar, para definir cómo actuar, os recomiendo que penséis en lo que hacéis como un proceso. Es decir, yo parto de una entrada (una información, un material, un documento), hago cosas con ello y lo convierto en una salida (un artículo, un libro, un mueble, un informe).

    La idea es hacer una lista con todos los pasos de cada proceso.

  • En tercer lugar, ver, en cada paso, si necesitamos un programa informático, una herramienta, si tenemos ciertas reglas de cómo hacer las cosas, si tenemos que interactuar con alguien concreto, etc.

    Al hacer este trabajo, de seguro, se os ocurrirán cosas que siempre he hecho así, que no tienen sentido o que se pueden hacer de otro modo mejor.

  • Con todo lo anterior, ya podemos establecer nuestro sistema: tenemos que tener claro qué hay que hacer en cada momento, qué reglas o directrices tenemos que seguir, con qué herramientas, quién interviene, cuál es el momento oportuno para hacerlo, dónde debemos desarrollar cada paso.

    Es decir, la respuesta a las preguntas clave qué, cómo, quién, cuándo y dónde.

  • Por último, lo más importante: dar respuesta al porqué. Lo que hacemos ¿está alineado con nuestros objetivos? ¿Aporta valor a lo que queremos conseguir?

Si, en algún caso, la respuesta es no, deberíamos plantearnos un plan para abandonar ese proceso y, por supuesto, no tiene sentido tener, aquí, un sistema. De ninguna forma deberíamos atarnos a ello.

Es bueno escribir todo esto. Es bueno tener unas cuantas notas sobre las que vayamos haciendo mejoras. Es bueno tener todo esto escrito como referencia, no solo en la cabeza.

Nuestra memoria, ya sabemos, nos puede jugar malas pasadas y llevarnos a hacer las cosas de una forma diferente a como la habíamos analizado y definido al terminar este trabajo.

Trabaja en cada sistema de forma individual. Divide la tarea, que te puede parecer ingente, en responder cada pregunta clave de cada sistema como una tarea separada. Incluso, si te surgen preguntas dentro de cada tarea, tómalas como una tarea independiente y trabájalas de forma separada.

Ponte fechas para trabajar cada tarea. Toma acción. Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa. No te pares. Avanza.

¿Qué dificultades ves que te puedan ralentizar?

Ideas clave

  • La cultura actual no promueve la autoconfianza, sino más bien todo lo contrario.
  • Nuestra confianza en nosotros mismos establece los límites de nuestra zona de confort y, por tanto, las situaciones en las que empezamos a sentir miedo e inquietud.
  • El miedo nos paraliza y nos lleva, de nuevo, a nuestra odiada mentalidad de víctima.
  • Para evitar luchar contra nuestra propia naturaleza, es mejor no reafirmar una confianza que es posible que no tengamos.
  • En su lugar, nos centramos en nuestros sistemas de trabajo, en la forma en que hacemos las cosas. Así ponemos distancia con nosotros mismos.
  • Podemos establecer sistemas por cada una de las áreas que ya tenemos identificados.
  • Para construir cada sistema, debemos dar respuesta al qué, al cómo, al quién, al cuándo y al dónde.
  • Sobre todo, tenemos que dar respuesta al por qué, para asociar nuestros sistemas con nuestros objetivos.
  • El trabajo de definir nuestros sistemas lo debemos dividir en los trozos más pequeños posibles y hacer un plan para ir trabajando de forma progresiva.

One thought on “No construyas confianza en ti mismo

  1. Querido Jose,

    Como siempre, un post con muchísimo jugo. Me ha encantado. Muchas gracias por destilarnos estas maravillosas consideraciones. Sin duda demuestran no solo una esmerada documentación en diversas fuentes, si no una experiencia contrastada en su aplicación y en la extracción de lecciones sobre su implementación.

    Un fuerte abrazo

    Juan Luis

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *