Descubre una forma sorprendente de diferenciarte

Ideas clave

Por si prefieres escuchar este post en lugar de leerlo

Es nuestro momento (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

¡La escritura ha muerto!

Ya nadie lee.

Solo tiene sentido generar contenido en vídeo o en audio, en el peor de los casos.

Espera… entonces, ¿qué hago yo escribiendo este post? ¿Y tú qué haces leyéndolo?

¿Por qué a diario seguimos mandando decenas de correos? ¿Por qué escribimos miles de mensajes de WhatsApp, Teams, Telegram…?

¿Por qué a muchos jóvenes les cuesta mucho más hablar por teléfono, de una manera que, a los más veteranos, nos resulta muy familiar, que escribir un WhatsApp?

¿Por qué siguen publicándose más y más posts todos los días en multitud de blogs? Según los últimos datos, diariamente se publican 7,5 millones de posts. Y el año que hemos dejado hace nada había 600 millones de blogs alojados en las principales plataformas.

Resulta sorprendente si nadie lee y nadie escribe, ¿verdad?

Por otro lado, esos vídeos que tanto nos gustan ¿no parten de un guion… escrito?

Creo que en las afirmaciones con las que he abierto este post hay una cierta confusión entre lo que nos cueste leer, lo que nos cueste escribir y la manera en que el ser humano articula la comunicación.

Llevamos escribiendo miles de años. La transmisión de la cultura, hasta hace poco más de 100, se ha realizado siempre a través de medios escritos. Escribir y leer nos resulta natural y, afortunadamente, es algo que la mayor parte de la Humanidad es capaz de hacer.

Por otro lado, en el entorno profesional la mayor parte de las comunicaciones, tanto dentro de las empresas como entre éstas, se produce de forma escrita.

En ese contexto, ser capaz de generar buenos contenidos escritos sigue siendo una forma de diferenciarse aportando valor. El leer hace completo al hombre, el hablar lo hace expeditivo, el escribir lo hace exacto, afirmó Sir Francis Bacon.

Escribiendo bien:

  • Somos capaces de transmitir ideas estructuradas y claras, con lo que nos hacemos entender mejor y facilitamos la comunicación. Sea por nuestros clientes, por nuestros jefes o por los miembros de nuestro equipo.
     
    Escribo, decía Flannery O’Connor, porque no sé lo que pienso hasta que no leo lo que digo.

  • Podemos demostrar nuestros conocimientos. Generamos confianza en nuestros interlocutores.

  • Mejor aún, presentamos el valor que podemos ofrecer al procesar ese conocimiento y generar nuevas soluciones a las necesidades tanto de nuestra propia organización como de nuestros clientes.

  • Evitamos que el olvido o una mala interpretación arruinen acuerdos cerrados, conservándolos, íntegros, con el tiempo. La escritura es capaz de preservar esa integridad en el mensaje que el lenguaje oral no puede asegurar.
     
    Alejo Carpentier decía que la palabra impresa embalsama la verdad para la posteridad.

  • Para nosotros mismos, damos espacio a aclarar, con calma, nuestros pensamientos, a ponernos en la piel del otro que tiene que entender lo que decimos, a confirmar que esa idea tiene el sentido que le veíamos.

Hasta ahora, en este blog hemos almacenado, procesado y guardado mucha información. Hemos seleccionado los temas que más nos ayudaban y en los que necesitábamos seguir aprendiendo. Hemos conectado esa información con nuestras propias ideas y conclusiones.

Pero, ahora, ha llegado el momento de que hagamos uso de todo ello y demostremos que sirve de algo. El momento de poner a trabajar todo lo que hemos guardado con tanto mimo.

Y, con ello, ha llegado la ocasión de demostrar de lo que somos capaces.

¿Cómo lo abordamos?

Recuerdo pasar los veranos de mi infancia haciendo redacciones. Sobre cualquier cosa. Mi madre, bendita sea, nos pedía que, en las horas de la siesta en que no se podía hacer otra cosa, escribiéramos. Luego, con paciencia infinita, nos corregía la ortografía, la gramática y hasta el estilo.

Pocas cosas podré agradecer yo más que esa tarea. Porque, gracias a ella, estoy ahora mismo maltratando el teclado de mi Surface para compartir contigo, querido lector, estas ideas.

Me entristece, en cambio, haber conocido a muy pocos profesionales de los que haya podido decir qué bien redacta.

No pretendo encontrar a Cervantes redivivos. Me vale con que sepan escribir un correo electrónico sin faltas de ortografía, sabiendo usar correctamente los signos de puntuación y expresar una idea de forma que se entienda.

Simplemente.

Pues ni eso.

Lamentablemente, está claro que ya desde hace unos cuantos años a los chavales no se les enseña a escribir bien. No se trabaja con ellos en que sean capaces de expresarse correctamente. Si oralmente no lo hacen, para qué vamos a hablar por escrito.

De esta forma, estamos dejando a nuestros jóvenes indefensos. Porque si algo no lo conoces, es difícil que te guste. Si no te gusta, es difícil que lo practiques. Y si no lo practicas, estando acostumbrados, además, a escribir en el WhatsApp, donde no hay regla ninguna y no se suelen comunicar pensamientos profundos, pues estás perdido.

O, mejor dicho, estamos perdidos.

Pero, profesionalmente al menos, necesitamos poder escribir correctamente. Cuanto más claro, mejor. Pero, también, cuanto más ligero, mejor.

Es un problema que nos enfrentemos a un informe, a una oferta, a un escrito de cualquier tipo y se nos haga bola. Tenemos el conocimiento, pero tenemos que saber componerlo y emplear esas conexiones que hemos generado para aportar valor.

No nos puede faltar la confianza. No podemos, al no tenerla, delegar la redacción de ese documento, igual que en nuestras empresas no podemos subcontratar capacidades core. Porque, si lo hacemos, perdemos buena parte de nuestra ventaja competitiva.

No podemos, precisamente en esto, dejar de ser efectivos. Porque, como apunta Naval Ravikant, lo ideal es hacer dinero con nuestra mente, no con nuestro tiempo.

Organizar para simplificar

Hhay dos preguntas que deberíamos respondernos, llegados a este punto.

La primera sería ¿cómo puedo hacer para poder abordar mis textos? Se entiende de forma que me sienta más cómodo, primero, y lo haga más efectivamente, lo segundo. Efectivo, recuerda: hacer bien lo que tengo que hacer.

La segunda, una vez teniendo clara la primera, sería ¿cómo puedo hacer para que esos textos generen más valor?

Esta segunda pregunta la podríamos, a la vez, dividir en otras dos: ¿cómo hacemos para aprovechar mejor el conocimiento que hemos acumulado y el que hemos generado?

¿Cómo hacemos para expresar mejor todo ello?

En este post voy a abordar una serie de recomendaciones que den respuesta a las dos primeras preguntas.

La tercera creo que merece otro post por sí sola, para que me acompañéis en el viaje de descubrimiento que todavía estoy haciendo para comunicar mejor con mi escritura.

Nuestro objetivo de hoy sería, por tanto, definir una manera en que escribir se nos haga más sencillo, de una parte, y con la que podamos aprovechar todo lo que hemos generado previamente al trabajar sobre nuestro PKM.

En esto coincido plenamente con Tiago Forte: al final, la razón de ser de ese sistema de gestión es permitirnos producir. Si no ponemos a trabajar nuestro conocimiento, habremos desaprovechado buena parte de su utilidad, de los motivos que hemos venido esgrimiendo para trabajarlo.

Que, recuerda, no eran otros que permitirnos aportar más valor en nuestro trabajo. Estar al día y crecer siempre, para mantenernos competitivos. Para alcanzar nuestro verdadero potencial como profesionales.

Por tanto, estaríamos llegando a uno de los puntos culminantes de nuestra labor. A ese expresar del que habla el propio Forte en su sistema CODE. Porque en él es, como decíamos al principio, cuando en efecto ponemos de manifiesto toda nuestra capacidad.

¿Emocionados por haber llegado aquí? Para mí, desde luego, es un punto de nervios por saber de qué voy a ser capaz pero, a la vez, un punto de aventura, de enfrentarte a lo desconocido, de ser un Indiana Jones de las palabras, para descubrir algún tesoro escondido dentro de nosotros mismos.

Coge tu sombrero y tu látigo y vamos a por ello.

Añadiendo valor en cada paso

Porque tengo un buen montón de ideas en la cabeza. Pero tengo que empezar. Arrancar en algún punto.

Es fácil ponerme a escribir lo primero que se me ocurra. Empezar a generar más ideas con la esperanza de que, por sí solas, de forma casi mágica, tomen forma.

Sin embargo, si hemos hecho todo el esfuerzo de crear un PKM no es, precisamente, para desperdiciar energías llegado este momento de la verdad. Todo lo contrario. Tenemos que ser efectivos.

Bien, como hemos hablado ya varias veces, busquemos el camino de mínima resistencia. Para ello, tres acciones importantes:

  • Primero, identifica la idea clave que quieres transmitir. David Perell lo ilustra con la metáfora del shiny dime. Es ese pensamiento único, propio, con el que quieres marcar la diferencia. Es el núcleo del documento y, alrededor de él, debe girar toda tu disertación.
     
    Como te puedes suponer, es importante que dediques un tiempo a desgranar esa idea, dado que es la que va a alejar tu documento de la mediocridad.

  • Sobre esa idea nuclear, crea un índice que desglose todo lo que quieres poner de manifiesto. Si tu documento tiene una estructura ya predefinida, lo tienes más fácil: simplemente tienes que adaptarte a ella, dándole tu toque personal para integrar tu idea.
     
    Conclusión: siempre que puedas, trabaja con documentos estándar. Aunque sea un tanto pesado prepararlos, te simplificarán la vida.
     
    Segunda conclusión: igual que has hecho mucho trabajo organizando tu conocimiento para facilitarte el acceso a él, todo el trabajo previo con el que puedas simplificar tu escritura te facilitará la vida.
     
    Utiliza ese índice para organizar tus ideas en un conjunto coherente: en el tiempo, en la concatenación de argumentos, en las historias que emplees, etc. Esa coherencia es la que va a hacer que tu documento se entienda. Fíjate si es importante.

  • Créate tareas para cada uno de los puntos del índice. Si cada punto tiene subpuntos, haz lo mismo. Como siempre, divide en tareas sencillas, para que la resistencia a empezar a escribir sea lo menor posible.
     
    Sobre las tareas, prepara un pequeño programa de trabajo con fechas. De esta forma, progresivamente, avanzarás hacia el deadline que tengas para presentar tu trabajo.
     
    Dado que lo has dividido en pequeñas tareas, no te será difícil ir haciéndolo en huecos que vayas encontrando, de forma que sea fácil alcanzar el pequeño empuje que necesitas. De este modo, te asegurarás de no procrastinar y de ir progresando sin dejarlo todo para el final. Para cuando no tengas más remedio.
     
    Dejar las cosas para el final es el hermano pequeño de la mediocridad. Y, después, de la frustración por no haber demostrado tu verdadero nivel.

Con tu idea clave y tu índice, busca en tus notas y en los resúmenes de tus libros o artículos qué información puedes emplear para componer tu mensaje. Todas esas notas son los ladrillos que te van a permitir construir tus textos. Piensa que, en ellas, ya has vertido tus propias conclusiones, pero partiendo del conocimiento de los demás.

En la búsqueda, sigue las etiquetas asociadas a los temas que estés tocando en tu documento. Déjate guiar por ellas y por las conexiones que has generado. Aprovecha la serendipia de ideas que te produzcan. Te facilitará llegar a otras nuevas que puedan dar más color, todavía, a tu texto.

¿Te das cuenta de la enorme riqueza que albergas ahí? ¡Pues no dudes en aprovecharla!

Copia y pega esas ideas en cada parte del índice. Copia enlaces, referencias, citas si procede. Abona el terreno para facilitar que, al empezar a escribir cada punto del índice, te sea muy fácil completarlo sobre la información de partida que has acumulado.

Incluso algunas ideas te valdrán tal cual las redactaste en su día, quizá con alguna ligerísima variación. No dudes en copiarte a ti mismo. ¡Para eso has creado tu PKM! Es el momento de ponerlo a trabajar para ti, con lo mucho que has sudado para crearlo y mantenerlo.

Ahora solo te falta completar cada punto de tu índice. Progresivamente. Quizá solo unas pequeñas líneas. De forma mucho más sencilla por todo lo que te has facilitado ese momento álgido en que te toca escribir.

Aquí hay una idea que me parece interesantísima: cuando escribes, realmente, estás estructurando tu pensamiento. Es decir, al contrario de lo que podamos pensar, no tienes que tener claro el 100% del mensaje y, después, ponerte a escribir, sino que la propia escritura te ayuda a componer ese mensaje.

James Clear apunta que es el esfuerzo que ponemos en escribir una frase clara el que nos lleva a pensar mejor. Y Paul Graham lo tiene claro: un buen escritor casi siempre descubrirá nuevas cosas en el proceso de la escritura.

Ten otra cosa muy importante en la mente: tu texto, cuando va a aportar verdadero valor es cuando sea interesante para quien lo lee. No para ti. Tendemos a escribir algo que sea atractivo para nosotros, en nuestro contexto, con nuestra forma de pensar.

Sin embargo, cuando escribimos profesionalmente debemos entender que lo escrito tiene que ser leído por personas. Por tanto, tenemos que valorar a nuestra audiencia. Sus inquietudes. Sus conocimientos. Sus expectativas a la hora de recibir nuestro documento.

Si te das cuentas, lo que hemos hecho es prepararnos antes y escribir después. Puede parecer contraintuitivo y, probablemente, habrás pensado que es una locura tanta preparación.

Pero piensa que tiene dos beneficios fundamentales:

  • Que te facilita el momento de ponerte a escribir y enfrentar todos tus miedos.

  • Que te permite aprovechar todo el trabajo previo de construir tu PKM y tus piezas de Lego.

Por tanto, si quieres crear un texto de verdadera calidad, te aseguro que ésta es una buena aproximación. Ahora, si quieres hacer las cosas deprisa y ser mediocre… no habrías llegado leyendo hasta aquí, ¿verdad?

Una última pregunta que debes hacerte al terminar: ¿te has ceñido a esa idea clave con la que empezaste? ¿O te has ido por las ramas?

Escribir con sencillez, apuntaba W. Somerset Maugham, es tan difícil como escribir bien.

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