Y al final, la libertad

El pan nuestro de cada día (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Hemos llegado, con este post, al final de nuestra primera vuelta al mundo. De nuestro primer ciclo, tocando todos los temas de los que vamos a hablar en el blog. Te agradezco que hayas llegado hasta aquí y confío en haberte aportado un puñado de ideas interesantes.

Verás que resolver problemas es, casi, como un superpoder, pues con él nada puede detenernos. Verás lo estimulante, enriquecedor y satisfactorio que puede llegar a ser.

Porque seguro que, a lo largo de tu vida, te han surgido infinidad de problemas. Todos los días. Unos más complejos o más graves, otros más sencillos. Algunos insignificantes, a los que no prestas casi atención. Por tanto, podemos considerar los problemas como uno de los principales obstáculos a superar en nuestro viaje.

Pero, ¿qué llamamos problema? De entre las diversas definiciones que nos proporciona la RAE, me quedo con la siguiente, por lo bien que enlaza con todo el planteamiento de nuestro sistema: conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin. Es decir, vamos a intentar ver siempre un problema en algo que suponga un obstáculo para conseguir nuestros objetivos.

Algunos problemas los resolvemos sin pestañear. Estamos acostumbrados a ellos. Conocemos sus raíces, conocemos su desarrollo y, simplemente, sabemos cómo manejarlos. Así son muchos problemas del trabajo, los rutinarios, como resolver una pequeña consulta de un cliente o atender una duda de un compañero más novato.

Sin embargo, existen otros problemas que ya no nos parecen tan fáciles. Son problemas que nos obligan a pararnos, a reflexionar, a buscar cierta información para dar con una solución. En algunos casos, los resolvemos también con rapidez. En otros, la búsqueda de los datos o la información necesaria nos lleva algo más de tiempo, o darle un par de vueltas al coco para componer la solución que nos parezca más razonable.

Pero también hay un tercer grupo de problemas que son los que nos traen verdaderos quebraderos de cabeza. Son problemas:

  • Para los que no nos consideramos preparados o con conocimiento suficiente como resolver.

  • Que conllevan una importante nivel de incertidumbre en sus resultados.

  • Que afectan a aspectos bastante críticos de nuestro trabajo.

  • Que nos están complicando la vida y no nos dejan disfrutar de nuestro trabajo.

  • Que alguien (normalmente, un cliente, un compañero o una persona por encima de nosotros) espera que resolvamos.

Estos problemas nos generan tensión. Muchas veces, incluso, preferimos mirar para otro lado, no enfrentarlos y acostumbrarnos a vivir con sus resultados.

Esto, desgraciadamente, es muy frecuente y genera mucha infelicidad, porque hace que generemos una zona de dis-confort. Es decir, que en nuestra vida estén siempre presentes situaciones desagradables, que sabemos que nos tienen atascados, pero ante las cuales no reaccionamos. Fundamentalmente, por miedo:

  • A complicar el problema más todavía.

  • A no ser capaces de definir una solución.

  • A que, con la solución, se produzcan otros problemas.

  • A que otros no acepten nuestra solución.

  • A que la única solución verdadera sea introducir cambios en nuestra vida. Es decir, a salir de nuestra zona de (dis)confort. Más miedo.

Giorgio Nardone nos dice que el miedo evitado se convierte en pánico, y el miedo afrontado se convierte en valor y coraje. Un problema no enfrentado nos lleva, por tanto, a una situación cada vez peor, por mucho que intentemos interiorizarla como aceptable.

Como apretar un tornillo con un palo

Convivir con estas situaciones que llamamos problemas es, por tanto, algo natural e inevitable. No existe la vida perfecta. No existe la seguridad absoluta. Esto es muy importante comprenderlo, porque a veces pensamos que alcanzar determinado sueño es una quimera, pero no cejamos en seguir persiguiendo una seguridad imposible.

Si tenemos que aprender a convivir con los problemas, no parece lo más adecuado acostumbrarnos a tener miedo. No es el tipo de vida profesional que un navegante persiga. No es aceptable desde nuestra mentalidad. Como nos dice mi admirado Seth Godin, si realmente te preocupas de resolver el problema, cambias la situación, no voceas en relación con ella.

Pero nos topamos con el obstáculo de siempre: ¿a quién le han enseñado a enfrentarse y resolver los problemas? Es otra de las habilidades, como concentrarte, saber aprender de forma eficiente u organizar tu información, que se nos dan por supuestas. Sin embargo, es una competencia compleja, que implica muchas habilidades personales, conocimientos y un marco claro de actuación.

Sin todo ello, estamos perdidos. Estamos atemorizados. Nos atascamos. No somos capaces de enfrentar la vida con optimismo, porque, como la vida es muy dura, en cualquier momento surgirá una situación que no sepamos enfrentar y que nos paralizará. Que terminaremos incorporando a nuestro día a día como una molestia inevitable, como algo con lo que, sí o sí, no tenemos más remedio que convivir.

Nuestras dificultades para enfrentar los problemas, por tanto, son uno de los aspectos esenciales que nos impiden por completo tener la vida que queremos. Sobre todo, no tener límites para soñar.

Estamos, por tanto, ante un tema capital en nuestro viaje que, o incorporamos a nuestras capacidades, o tarde o temprano nos va a dejar en tierra y, además, en un puerto en el que no queremos estar.

Quizá no somos suficientemente conscientes de la importancia que tiene convertirnos en buenos problem solver. Ese miedo es algo que hemos acabado haciendo tan nuestro que ya casi ni le prestamos atención. Igual que sabemos que si caminamos mucho, al final, nos cansamos, sabemos que, cuando viene un problema de cierto calado, lo vamos a enfrentar con temor.

Y esto es lo peor de todo. Aceptar que la vida va a ser peor de lo que podría ser. Aceptar que hay cosas que no voy a ser capaz de superar sin siquiera haberlo intentado. Aceptar que tengo limitaciones que no voy a probar a romper. Es decir, rendirme. Y crearme, a mí mismo, limitaciones ficticias derivadas de mi inacción.

Siempre necesitamos referencias

¿Qué pasaría si fuéramos capaces de abordar cualquier situación con la misma tranquilidad con que resolvemos los pequeños inconvenientes del día a día? ¿Cómo sería mi vida si cualquier problema fuera para mí, simplemente, una tarea rutinaria? Es decir, sin estrés, sin preocupación, sin temor. Otro día en la oficina.

¿Alcanzáis a visualizar la libertad que obtenemos si somos capaces de hacer que en nuestra vida, como nos dice José Miguel Bolívar, no haya problemas, solo proyectos? Es decir, si podemos soñar con cualquier meta, porque sabemos que, surjan los obstáculos que surjan, somos capaces de abordarlos y superarlos. Si nos levantamos por la mañana sabiendo que, traiga lo que traiga el día, vamos a saber manejarlo.

¿Te das cuenta de la tranquilidad? ¿Ves el cambio fundamental que se produce en tu vida? ¿Entiendes por qué la resolución de problemas es una competencia tan esencial, tan valiosa para conseguir la vida que quieras alcanzar?

Y piensa también en lo siguiente: ¿a quién contratarías tú para tu empresa? ¿A aquel que se demuestre capaz de enfrentar cualquier problema o a aquel que, simplemente, los arrincone y los deje que se pudran?

¿A quién encargarías un proyecto importante?

¿A quién asignarías honorarios más elevados?

Ahora bien, para llegar ahí, querido lector, futuro navegante, me temo que nos queda un largo viaje. Porque lo más normal, considerando nuestro sistema educativo y la concepción de la vida imperante, es que necesitemos dar un salto importante en mentalidad, conocimientos y habilidades hasta que seamos problem solvers con plenas capacidades.

¿Por dónde empezamos entonces? Pues bien, lo primero que necesitamos es un marco de trabajo, con objeto de saber cómo abordar un problema y desatascarnos.

Si salto, quizá haya agua suficiente

Quizá os haya asustado un poco eso de que tenemos un largo viaje por delante. Pero piensa lo siguiente: si pudieras elegir, si tuvieras todo el tiempo y el dinero del mundo, ¿qué preferirías? ¿Un gran viaje, con un montón de ciudades que visitar, de parques naturales con los que fascinarte, o ir a Ciempozuelos?

Pues piensa que estamos dando ¡la vuelta al mundo! ¿No es maravilloso?

Pero sí, el viaje es largo. Fundamentalmente, porque lo más normal es que:

  • Nos falte un sistema para, de forma rigurosa y consiste, abordar los problemas, sobre todo los más complejos.

  • Nos falten conocimientos sobre técnicas a desarrollar.

  • Tengamos que trabajar algunas habilidades que no tengamos desarrolladas.

¿Cómo hemos abordado hasta ahora el problema? Pues, básicamente, como hemos podido. Simplemente, habremos saltado a la poza esperando que hubiera agua suficiente para no rompernos la crisma. Es decir, la resolución de problemas complejos, hasta ahora, se trataba de un acto de valor.

Nos armábamos con las herramientas que podíamos (nuestra experiencia, conocimientos, algo de información que pudiéramos recopilar, consejos de compañeros más expertos o de nuestros jefes, entre otras) e intentábamos articular una solución lo más razonable posible. Y, a continuación, prueba y error.

Pero, como apunta Daniel Kahneman, a menudo tenemos respuestas a preguntas que no acabamos de entender basadas en supuestas evidencias que no podemos ni explicar ni defender. Así es el ser humano. Ni tú ni yo: todos nosotros. Es la forma en que pensamos y en que funciona nuestro cerebro.

Es decir, que lo normal era alcanzar soluciones incompletas, de una forma bastante ineficiente y que, normalmente, no convencían a muchos, especialmente en problemas con varios equipos implicados. Todo ello nos llevaba a frustrarnos y a que nuestros temores crecieran todavía más. Es decir, a un círculo vicioso y poco constructivo.

Eso si nos atrevíamos a afrontar el problema y no procrastinábamos, dejándolo a un lado hasta que el muerto apestara. Es decir, nos dejábamos vencer por nuestros temores.

Es absolutamente normal actuar así. Si jamás he cogido unos esquíes y no sé ni como ponérmelos, ¿cómo se puede esperar de mí, al llegar a la pista, que baje como un campeón y no me deje los piños en el intento? Pues esto es exactamente igual.

El proceso (y no es una película)

Como nos dice el profesor Nardone, Problem solving representa la «tecnología para encontrar soluciones». Es decir, exactamente lo que necesitamos, ¿no os parece?

Por tanto, es esencial empezar a construir esta habilidad y, como siempre, desarrollarla poco a poco, progresivamente.

¿Por dónde empiezo a abordar un problema? Lo primero, tienes que tener en cuenta algunas cuestiones fundamentales:

  • Para resolver correctamente un problema, necesitamos calma. Necesitamos que nuestro sistema de pensamiento lento se active. Por tanto, pararnos y seguir un método es la mejor forma de no perdernos en lo que podría ser un mar de emociones. Como nos decía Napoleon Hill, los logros no pueden ser mejores de lo que permite la solidez de los planes.

  • También necesitamos quitarnos nuestros temores. Saber que tenemos un método con el que empezar es la mejor manera de hacerlo, porque nos da confianza en lo que hacemos y en que, aunque no lleguemos a una solución perfecta a la primera, sí llegaremos a una suficientemente buena para avanzar.

  • En tercer lugar, ese método nos debe permitir trabajar de forma consistente. Es decir, no hacer unas veces una cosa y otras, quizá, la contraria. Ello muestra solidez a aquellos que nos rodean y les genera también a ellos confianza. Da lugar al círculo virtuoso del trabajo riguroso y excelente.

¿Cuál sería, entonces, ese método? ¿Nos valdría para cualquier tipo de problema? Desde tonterías del día a día a complejos problemas en que estén implicados varios departamentos, se hayan metido los jefes de por medio y tengamos un follón liado que para qué?

Pues, para comenzar, desde luego debemos buscar un método suficientemente generalista, que nos valga para un roto y para un descosido, porque, de lo contrario, si para cada tipo de problema buscamos un método, perdemos esa consistencia y, además, nos complicamos más todavía la vida. Y, para complicarnos la vida, están, precisamente, los propios problemas.

Intentando consolidar las diversas metodologías que circulan por el ancho mundo, hemos construido dos sistemas:

  • Uno, tremendamente completo, que nos va a permitir abordar los problemas más complejos, en los que intervenga mucha gente, diversos equipos, con dinámicas complejas, etc.

  • Otro, más sencillo, para situaciones más simples y que no requieran un esfuerzo muy relevante. En este plan B tenemos los pasos esenciales, los más relevantes, los que deberíamos dar siempre por contener las claves de la resolución de problemas. Son los pasos en los que tenemos que conseguir las mayores competencias para convertirnos en problem solvers.

Por tanto, en nuestro afán por ir poco a poco y, considerando nuestro objetivo a estas alturas del viaje, vamos a empezar por el método más simple. Tendremos tiempo, más adelante, de trabajar en el más avanzado.

Veamos sus pasos:

  • Recopilar toda la información posible sobre el problema. Este es un punto clave, como veremos, pues nos va a permitir conocer, de verdad, el problema y su alcance: sus dinámicas, la historia del problema, las diferentes perspectivas, etc. Es un punto al que se debe dedicar siempre el tiempo suficiente, pues es un cimiento indispensable para lanzar correctamente el proceso de resolución.

    Cuántas veces habremos tomado decisiones precipitadas por falta de información, por no tener todas las perspectivas de un problema. Las prisas, el ansía viva por resolver el problema nos lleva a precipitaciones que no son buenas compañeras, porque, al final caemos en inconsistencias y/o en soluciones incompletas.

  • Definir el problema. Tenemos que tener claro de qué estamos hablando, sobre todo si hay más personas implicadas. Muchas veces, hacer una buena definición del problema nos quita mucha carga de incertidumbre e, incluso, nos despeja el camino hacia la solución.

  • Acordar un resultado objetivo tras la aplicación de las soluciones. Este paso nos va a permitir hacer una declaración consensuada de a dónde queremos ir. Es muy útil si hay más personas implicadas, para poder satisfacer las necesidades de todos, así como si es un problema propio porque, como siempre, tener claro el objetivo nos permite enfocar muy bien las acciones a tomar.

  • Analizar soluciones ya intentadas y averiguar por qué han fallado, considerando la información recopilada. Conocer qué se ha intentado con anterioridad y las deficiencias que esas soluciones han planteado nos va a permitir ahorrar mucho tiempo y nos va a quitar muchos miedos, la sensación de que el problema no tiene remedio.

  • Explorar posibles estrategias, técnicas y soluciones. Aquí trabajaremos distintas técnicas para distintos tipos de problemas. Casi es lo más fácil. Sacaremos en claro una o varias soluciones posibles e intentaremos ver cuál es la óptima, considerando los recursos de que disponemos, fundamentalmente.

  • Establecer alternativas, si fuera preciso. En caso de que veamos que las acciones puestas en marcha no acaban de dar resultado, debemos volver a analizar por qué y buscar alternativas. No debemos, de ningún modo, atascarnos, sino persistir en la aplicación de estos pasos de forma consistente. La resolución es un aprendizaje, de modo que no nos deben asustar en absoluto los tropiezos iniciales.

Ten también en cuenta, si te parecen muchos pasos, que:

  • Cada uno de ellos nos permite avanzar de forma consistente hasta la resolución del problema. ¿Cuántas veces hemos intentado resolver cosas a la buena de Dios y no solo nos hemos avanzado sino que hemos complicado más las cosas?

  • Los pasos están también pensados para que la solución sea lo más eficiente posible. Es decir, que alcancemos una solución válida sin tener que estar en una constante prueba y error. No tenemos tiempo infinito y algunos problemas, realmente, apremian.

¿Te das cuenta de que todos los posts están estructurados de este modo? Es decir, intentando pregonar con el ejemplo, cada post aborda un problema a través de esta sistemática. ¿Crees que funciona?

Ni siempre es igual ni siempre es lo mismo

No hay dos problemas iguales, porque los problemas suelen venir de la interacción entre personas y no hay dos personas iguales ni los contextos son iguales. Ni los tiempos. Ni siquiera, los estados de ánimo.

Por ello, la aplicación del método anterior es flexible. Como todo en la vida. No podemos encerrarnos en una sola vía. Podemos plantearnos simplificaciones. P.e. puede haber problemas nuevos en los que no se hayan intentado soluciones anteriores o cuyo objetivo final esté muy claro. También se puede dar el caso de que, como somos unos hachas, demos con la solución ideal a la primera y no sean necesarias alternativas.

A la vez, puede haber situaciones en que se nos puede quedar corto ante problemas complejos, con dinámicas ya enquistadas, que impliquen a diversos elementos de una organización. Tranquilos, que veremos la forma de abordar esos problemas. Mejor empecemos por los más simples, ¿no os parece? Es como aprender a conducir: el primer día no ponemos el coche a 120, ¿verdad?

Ahora bien, hay algunas cuestiones que es importante que tengamos en consideración al empezar a aplicar este método:

  • Te recomiendo siempre que la parte de recopilación de información no la pierdas de vista. Es un paso mata-emociones: es el que te obliga a pausarte, a intentar ver más perspectivas del problema, a no dejarte ninguna dimensión sin considerar. Es, realmente, un paso crucial para generar ese hábito de trabajar en los problemas de una forma analítica, desapasionada y metódica.

  • Al definir el problema, escribe. No lo tengas en la cabeza, no lo hables. Escríbelo. Oblígate a describirlo cuidadosamente. A entenderlo bien según lo escribas.

  • Definir un objetivo a conseguir, una situación ideal tras la resolución del problema te va a enfocar muy bien en la forma en que emplees tus recursos. Como siempre, tienes que intentar ser ambicioso, para no quedarte casi donde estés, pero tienes que comprender en qué punto de tu aprendizaje estás.

  • No tengas miedo a equivocarte. Estás empezando. De la bicicleta te caíste muchas veces al empezar, ¿verdad? Te hiciste daño pero continuaste y conseguiste resolver ese problema, probando diversas opciones. Pues esa persistencia es la que, como en todo lo demás, te dará el aprendizaje y dará, al final, la capacidad.

Ideas clave

  • Los problemas son parte de nuestras vidas. Algunos los abordamos sin dificultad, pero otros nos generan miedos que nos pueden llegar a atenazar.
  • Algunas problemas sin resolver se convierten en parte de nuestras vidas, generándonos una dosis de infelicidad que terminamos asumiendo.
  • A pesar de que los problemas son algo habitual, no se nos ha formado para poder enfrentarlos adecuadamente, perdiendo el temor que nos generan.
  • Disponer de las herramientas para enfrentar sin miedo nuestros problemas es clave para poder conseguir nuestras metas.
  • No podemos rendirnos a esos temores y asumir que van a estar ahí, bloqueándonos. No es el enfoque que queremos para nuestra vida.
  • Estar capacitados para abordar los problemas nos otorga una enorme libertad para vivir nuestros sueños pero, a la vez, nos diferencia claramente a la hora de desarrollar nuestro trabajo.
  • Lo primero que necesitamos es tener un método porque, sobre todo, tenemos que entender que resolver problemas es una cuestión de calma, evitando apasionamientos, y de consistencia.
  • Trabajar sin método nos lleva, con frecuencia, a soluciones inconsistentes, incompletas y que nos consumen mucho tiempo.
  • La clave es entender que un problema se debe abordar de manera sistemática. Con ello, pretendemos evitar que el miedo nos paralice, en primer lugar, y tratar el problema de forma objetiva, sin dejarnos llevar por nuestras emociones, por otra.
  • El proceso que proponemos está pensado para poder empezar a construir la mentalidad de problem solver. Para abordar los problemas con la tranquilidad de tener un método consistente y generar confianza en que, a través de su aplicación, podemos resolverlo.
  • Sin embargo, son susceptibles de simplificación o adaptación cuando la ocasión lo recomiende.

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