El pan nuestro de cada día (un poco de contexto)
Querido lector, futuro navegante:
Hemos llegado, con este post, al final de nuestra primera vuelta al mundo. De nuestro primer ciclo, tocando todos los temas de los que vamos a hablar en el blog. Te agradezco que hayas llegado hasta aquí y confío en haberte aportado un puñado de ideas interesantes.
Verás que resolver problemas es, casi, como un superpoder, pues con él nada puede detenernos. Verás lo estimulante, enriquecedor y satisfactorio que puede llegar a ser.
Porque seguro que, a lo largo de tu vida, te han surgido infinidad de problemas. Todos los días. Unos más complejos o más graves, otros más sencillos. Algunos insignificantes, a los que no prestas casi atención. Por tanto, podemos considerar los problemas como uno de los principales obstáculos a superar en nuestro viaje.
Pero, ¿qué llamamos problema? De entre las diversas definiciones que nos proporciona la RAE, me quedo con la siguiente, por lo bien que enlaza con todo el planteamiento de nuestro sistema: conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin. Es decir, vamos a intentar ver siempre un problema en algo que suponga un obstáculo para conseguir nuestros objetivos.
Algunos problemas los resolvemos sin pestañear. Estamos acostumbrados a ellos. Conocemos sus raíces, conocemos su desarrollo y, simplemente, sabemos cómo manejarlos. Así son muchos problemas del trabajo, los rutinarios, como resolver una pequeña consulta de un cliente o atender una duda de un compañero más novato.
Sin embargo, existen otros problemas que ya no nos parecen tan fáciles. Son problemas que nos obligan a pararnos, a reflexionar, a buscar cierta información para dar con una solución. En algunos casos, los resolvemos también con rapidez. En otros, la búsqueda de los datos o la información necesaria nos lleva algo más de tiempo, o darle un par de vueltas al coco para componer la solución que nos parezca más razonable.
Pero también hay un tercer grupo de problemas que son los que nos traen verdaderos quebraderos de cabeza. Son problemas:
Estos problemas nos generan tensión. Muchas veces, incluso, preferimos mirar para otro lado, no enfrentarlos y acostumbrarnos a vivir con sus resultados.
Esto, desgraciadamente, es muy frecuente y genera mucha infelicidad, porque hace que generemos una zona de dis-confort. Es decir, que en nuestra vida estén siempre presentes situaciones desagradables, que sabemos que nos tienen atascados, pero ante las cuales no reaccionamos. Fundamentalmente, por miedo:
Giorgio Nardone nos dice que el miedo evitado se convierte en pánico, y el miedo afrontado se convierte en valor y coraje. Un problema no enfrentado nos lleva, por tanto, a una situación cada vez peor, por mucho que intentemos interiorizarla como aceptable.

Como apretar un tornillo con un palo
Convivir con estas situaciones que llamamos problemas es, por tanto, algo natural e inevitable. No existe la vida perfecta. No existe la seguridad absoluta. Esto es muy importante comprenderlo, porque a veces pensamos que alcanzar determinado sueño es una quimera, pero no cejamos en seguir persiguiendo una seguridad imposible.
Si tenemos que aprender a convivir con los problemas, no parece lo más adecuado acostumbrarnos a tener miedo. No es el tipo de vida profesional que un navegante persiga. No es aceptable desde nuestra mentalidad. Como nos dice mi admirado Seth Godin, si realmente te preocupas de resolver el problema, cambias la situación, no voceas en relación con ella.
Pero nos topamos con el obstáculo de siempre: ¿a quién le han enseñado a enfrentarse y resolver los problemas? Es otra de las habilidades, como concentrarte, saber aprender de forma eficiente u organizar tu información, que se nos dan por supuestas. Sin embargo, es una competencia compleja, que implica muchas habilidades personales, conocimientos y un marco claro de actuación.
Sin todo ello, estamos perdidos. Estamos atemorizados. Nos atascamos. No somos capaces de enfrentar la vida con optimismo, porque, como la vida es muy dura, en cualquier momento surgirá una situación que no sepamos enfrentar y que nos paralizará. Que terminaremos incorporando a nuestro día a día como una molestia inevitable, como algo con lo que, sí o sí, no tenemos más remedio que convivir.
Nuestras dificultades para enfrentar los problemas, por tanto, son uno de los aspectos esenciales que nos impiden por completo tener la vida que queremos. Sobre todo, no tener límites para soñar.
Estamos, por tanto, ante un tema capital en nuestro viaje que, o incorporamos a nuestras capacidades, o tarde o temprano nos va a dejar en tierra y, además, en un puerto en el que no queremos estar.
Quizá no somos suficientemente conscientes de la importancia que tiene convertirnos en buenos problem solver. Ese miedo es algo que hemos acabado haciendo tan nuestro que ya casi ni le prestamos atención. Igual que sabemos que si caminamos mucho, al final, nos cansamos, sabemos que, cuando viene un problema de cierto calado, lo vamos a enfrentar con temor.
Y esto es lo peor de todo. Aceptar que la vida va a ser peor de lo que podría ser. Aceptar que hay cosas que no voy a ser capaz de superar sin siquiera haberlo intentado. Aceptar que tengo limitaciones que no voy a probar a romper. Es decir, rendirme. Y crearme, a mí mismo, limitaciones ficticias derivadas de mi inacción.

Siempre necesitamos referencias
¿Qué pasaría si fuéramos capaces de abordar cualquier situación con la misma tranquilidad con que resolvemos los pequeños inconvenientes del día a día? ¿Cómo sería mi vida si cualquier problema fuera para mí, simplemente, una tarea rutinaria? Es decir, sin estrés, sin preocupación, sin temor. Otro día en la oficina.
¿Alcanzáis a visualizar la libertad que obtenemos si somos capaces de hacer que en nuestra vida, como nos dice José Miguel Bolívar, no haya problemas, solo proyectos? Es decir, si podemos soñar con cualquier meta, porque sabemos que, surjan los obstáculos que surjan, somos capaces de abordarlos y superarlos. Si nos levantamos por la mañana sabiendo que, traiga lo que traiga el día, vamos a saber manejarlo.
¿Te das cuenta de la tranquilidad? ¿Ves el cambio fundamental que se produce en tu vida? ¿Entiendes por qué la resolución de problemas es una competencia tan esencial, tan valiosa para conseguir la vida que quieras alcanzar?
Y piensa también en lo siguiente: ¿a quién contratarías tú para tu empresa? ¿A aquel que se demuestre capaz de enfrentar cualquier problema o a aquel que, simplemente, los arrincone y los deje que se pudran?
¿A quién encargarías un proyecto importante?
¿A quién asignarías honorarios más elevados?
Ahora bien, para llegar ahí, querido lector, futuro navegante, me temo que nos queda un largo viaje. Porque lo más normal, considerando nuestro sistema educativo y la concepción de la vida imperante, es que necesitemos dar un salto importante en mentalidad, conocimientos y habilidades hasta que seamos problem solvers con plenas capacidades.
¿Por dónde empezamos entonces? Pues bien, lo primero que necesitamos es un marco de trabajo, con objeto de saber cómo abordar un problema y desatascarnos.

Si salto, quizá haya agua suficiente
Quizá os haya asustado un poco eso de que tenemos un largo viaje por delante. Pero piensa lo siguiente: si pudieras elegir, si tuvieras todo el tiempo y el dinero del mundo, ¿qué preferirías? ¿Un gran viaje, con un montón de ciudades que visitar, de parques naturales con los que fascinarte, o ir a Ciempozuelos?
Pues piensa que estamos dando ¡la vuelta al mundo! ¿No es maravilloso?
Pero sí, el viaje es largo. Fundamentalmente, porque lo más normal es que:
¿Cómo hemos abordado hasta ahora el problema? Pues, básicamente, como hemos podido. Simplemente, habremos saltado a la poza esperando que hubiera agua suficiente para no rompernos la crisma. Es decir, la resolución de problemas complejos, hasta ahora, se trataba de un acto de valor.
Nos armábamos con las herramientas que podíamos (nuestra experiencia, conocimientos, algo de información que pudiéramos recopilar, consejos de compañeros más expertos o de nuestros jefes, entre otras) e intentábamos articular una solución lo más razonable posible. Y, a continuación, prueba y error.
Pero, como apunta Daniel Kahneman, a menudo tenemos respuestas a preguntas que no acabamos de entender basadas en supuestas evidencias que no podemos ni explicar ni defender. Así es el ser humano. Ni tú ni yo: todos nosotros. Es la forma en que pensamos y en que funciona nuestro cerebro.
Es decir, que lo normal era alcanzar soluciones incompletas, de una forma bastante ineficiente y que, normalmente, no convencían a muchos, especialmente en problemas con varios equipos implicados. Todo ello nos llevaba a frustrarnos y a que nuestros temores crecieran todavía más. Es decir, a un círculo vicioso y poco constructivo.
Eso si nos atrevíamos a afrontar el problema y no procrastinábamos, dejándolo a un lado hasta que el muerto apestara. Es decir, nos dejábamos vencer por nuestros temores.
Es absolutamente normal actuar así. Si jamás he cogido unos esquíes y no sé ni como ponérmelos, ¿cómo se puede esperar de mí, al llegar a la pista, que baje como un campeón y no me deje los piños en el intento? Pues esto es exactamente igual.

El proceso (y no es una película)
Como nos dice el profesor Nardone, Problem solving representa la «tecnología para encontrar soluciones». Es decir, exactamente lo que necesitamos, ¿no os parece?
Por tanto, es esencial empezar a construir esta habilidad y, como siempre, desarrollarla poco a poco, progresivamente.
¿Por dónde empiezo a abordar un problema? Lo primero, tienes que tener en cuenta algunas cuestiones fundamentales:
¿Cuál sería, entonces, ese método? ¿Nos valdría para cualquier tipo de problema? Desde tonterías del día a día a complejos problemas en que estén implicados varios departamentos, se hayan metido los jefes de por medio y tengamos un follón liado que para qué?
Pues, para comenzar, desde luego debemos buscar un método suficientemente generalista, que nos valga para un roto y para un descosido, porque, de lo contrario, si para cada tipo de problema buscamos un método, perdemos esa consistencia y, además, nos complicamos más todavía la vida. Y, para complicarnos la vida, están, precisamente, los propios problemas.
Intentando consolidar las diversas metodologías que circulan por el ancho mundo, hemos construido dos sistemas:
Por tanto, en nuestro afán por ir poco a poco y, considerando nuestro objetivo a estas alturas del viaje, vamos a empezar por el método más simple. Tendremos tiempo, más adelante, de trabajar en el más avanzado.
Veamos sus pasos:
Ten también en cuenta, si te parecen muchos pasos, que:
¿Te das cuenta de que todos los posts están estructurados de este modo? Es decir, intentando pregonar con el ejemplo, cada post aborda un problema a través de esta sistemática. ¿Crees que funciona?

Ni siempre es igual ni siempre es lo mismo
No hay dos problemas iguales, porque los problemas suelen venir de la interacción entre personas y no hay dos personas iguales ni los contextos son iguales. Ni los tiempos. Ni siquiera, los estados de ánimo.
Por ello, la aplicación del método anterior es flexible. Como todo en la vida. No podemos encerrarnos en una sola vía. Podemos plantearnos simplificaciones. P.e. puede haber problemas nuevos en los que no se hayan intentado soluciones anteriores o cuyo objetivo final esté muy claro. También se puede dar el caso de que, como somos unos hachas, demos con la solución ideal a la primera y no sean necesarias alternativas.
A la vez, puede haber situaciones en que se nos puede quedar corto ante problemas complejos, con dinámicas ya enquistadas, que impliquen a diversos elementos de una organización. Tranquilos, que veremos la forma de abordar esos problemas. Mejor empecemos por los más simples, ¿no os parece? Es como aprender a conducir: el primer día no ponemos el coche a 120, ¿verdad?
Ahora bien, hay algunas cuestiones que es importante que tengamos en consideración al empezar a aplicar este método:
Ideas clave
- Los problemas son parte de nuestras vidas. Algunos los abordamos sin dificultad, pero otros nos generan miedos que nos pueden llegar a atenazar.
- Algunas problemas sin resolver se convierten en parte de nuestras vidas, generándonos una dosis de infelicidad que terminamos asumiendo.
- A pesar de que los problemas son algo habitual, no se nos ha formado para poder enfrentarlos adecuadamente, perdiendo el temor que nos generan.
- Disponer de las herramientas para enfrentar sin miedo nuestros problemas es clave para poder conseguir nuestras metas.
- No podemos rendirnos a esos temores y asumir que van a estar ahí, bloqueándonos. No es el enfoque que queremos para nuestra vida.
- Estar capacitados para abordar los problemas nos otorga una enorme libertad para vivir nuestros sueños pero, a la vez, nos diferencia claramente a la hora de desarrollar nuestro trabajo.
- Lo primero que necesitamos es tener un método porque, sobre todo, tenemos que entender que resolver problemas es una cuestión de calma, evitando apasionamientos, y de consistencia.
- Trabajar sin método nos lleva, con frecuencia, a soluciones inconsistentes, incompletas y que nos consumen mucho tiempo.
- La clave es entender que un problema se debe abordar de manera sistemática. Con ello, pretendemos evitar que el miedo nos paralice, en primer lugar, y tratar el problema de forma objetiva, sin dejarnos llevar por nuestras emociones, por otra.
- El proceso que proponemos está pensado para poder empezar a construir la mentalidad de problem solver. Para abordar los problemas con la tranquilidad de tener un método consistente y generar confianza en que, a través de su aplicación, podemos resolverlo.
- Sin embargo, son susceptibles de simplificación o adaptación cuando la ocasión lo recomiende.