¿Por qué necesitamos conocer?

Momentos de infoxicación (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Vivimos en una época sorprendente. Por una parte, tenemos al alcance de nuestra mano una ingente cantidad de información, datos y contenidos de todo tipo. Es posible que en un día podamos consumir más recursos intelectuales que una persona media de hace tres siglos ¡en toda su vida!

Sin embargo, la mayor parte de las veces no sabemos qué hacer con ello.

Por varios motivos:

  • Primero, porque no todas las fuentes están contrastadas y, por tanto, la veracidad o validez de la información resulta discutible, cuando menos.

  • Segundo, porque muchas veces tenemos imposibilidad física de filtrar todo lo que nos llega. En especial desde el nacimiento de la redes sociales. Hablamos, incluso, de infoxicación, queriendo representar el exceso de información al que nos vemos sometidos en nuestro día a día y que, en muchos casos, es de escasa o nula utilidad.

  • Tercero, porque a veces, quizá por sentirnos abrumados, hastiados o, simplemente, por dejadez derivada de falta de inquietudes, no nos interesa interactuar con esos contenidos a fin de darles utilidad práctica.

  • Cuarto, porque aunque consumamos, como muchos hacemos, contenidos con avidez resulta que luego no tenemos un método claro para aprovecharlos.

Por tanto, nos ha tocado un tesoro casi infinito al que no sacamos provecho. No, al menos, el que parece que podríamos obtener, considerando su tamaño.

Y lo peor es que, de alguna manera, los que tenemos la inquietud de convertirnos en navegantes sabemos que necesitamos esa información. Sabemos que, en la sociedad del conocimiento en que vivimos, éste se convierte en el arma definitiva para aportar valor, diferenciarnos y ser más competitivos.

Pero ¿cómo definimos el conocimiento? Hay una definición, ya clásica, de Davenport y Prusak que nos dice que el conocimiento es una mezcla de experiencia, valores, información y saber hacer, que sirve como marco para la incorporación de nuevas experiencias e información y es útil para la acción.

De esta definición me parecen muy relevantes dos aspectos:

  • Por una parte, la generación de un marco que permita hacer crecer ese conocimiento en volumen pero, sobre todo, en valor.

  • Por otra parte, la cualidad del conocimiento de ser accionable, es decir, de aportar valor, al ser utilizado, a nuestro trabajo o a nuestro día a día.

También me parece relevante esta otra definición: conjunto de habilidades, destrezas, procesos mentales e información adquiridos por el individuo, cuya función es ayudarle a interpretar la realidad, resolver problemas y dirigir su comportamiento.

Es decir, el conocimiento formaría, según ella, parte de las capacidades que necesitamos para abordar nuestra realidad y superar sus desafíos. Esto es, para convertirnos en problem solvers.

¿Qué tenemos en la cabeza?

El problema surge porque nadie nos ha enseñado:

  • A darle una estructura adecuada al conocimiento que ya tenemos y, sobre todo, a la información y contenidos que consumimos y que nos permitan generar nuevo conocimiento.

  • A identificar el que no tenemos y que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos. Ojo, en este caso, no solo los profesionales, porque el conocimiento, como hemos visto, nos permite interpretar la realidad y nos ayuda a dirigir nuestro comportamiento.

  • A aprovechar el conocimiento que ya tenemos para sacarle el máximo provecho a todos los niveles: capacidades, efectividad, comprensión de la realidad, etc. Es decir, a generar valor desde nuestro conocimiento.

Y, como en tantas otras cosas de nuestra sorprendente sociedad actual, damos por hecho que todos vamos a ser capaces de, en esa sociedad del conocimiento, por ciencia infusa, hacer el mejor uso posible de todas las posibilidades que tenemos a nuestro alrededor. Curioso, ¿verdad?

Creo que a la mayoría de nosotros, probablemente, nos sea difícil distinguir entre los conceptos de información/dato y conocimiento. Éste es uno de esos conceptos que los podremos emplear mil veces en un día pero que, cuando se trata de tener claro a qué nos referimos exactamente, las cosas se ponen feas.

Pero nuestra sociedad espera, en cambio, que seamos perfectamente capaces de emplearlo con la mayor eficacia.

Qué le vamos a hacer. Es otra de tantas cosas que, a lo mejor, nuestros hijos llegan a ver incorporadas a los currículos educativos, junto a cambios como los que propone Seth Godin para llevar la educación al siglo XXI. Esperemos que ese cambio no lleguen en el XXII.

Pero, sin embargo, el mayor problema viene de que necesitamos el conocimiento. Es un arma poderosísima y, más en la sociedad actual, tendente a la mediocridad, para aportar más valor, para marcar la diferencia. Para no ser uno más entre todos los que estudiaron lo mismo que yo o tienen una experiencia parecida.

Saber aprovechar, primero, y explotar, después el conocimiento nos sirve, entre otras cosas, para:

  • Entender bien los problemas a los que nos enfrentamos, en todo su contexto, interpretando toda la información asociada a ellos.

  • Disponer de muchas alternativas para enfocar las posibles soluciones.

  • Generar, de forma creativa, otras alternativas que previamente no conozcamos. La creatividad se enriquece del conocimiento de forma exponencial, como nos muestra Austin Kleon en su Roba como un artista.

  • Comprender mejor las propuestas de otras personas, sus perspectivas y la forma en que participan del problema y sus soluciones. Como decíamos antes, tener un marco de pensamiento claro sobre cada tema.

  • Mejorar nuestra intuición a la hora de decidir sobre la solución a tomar en cada caso. Como indica Herbert Simon, la situación proporciona la ocasión; ésta da al experto acceso a información almacenada en la memoria y la información da la respuesta. La intuición no es ni más ni menos que el reconocimiento.

Pero, para conseguir activar ese arma y hacer uso de ella, tenemos que dar respuesta a las tres cuestiones que indicábamos al principio de este punto. Como dice Antonio Simón, el problema no es tanto la cantidad de conocimiento que tenemos, sino como usamos esos conocimientos para enfrentarnos a lo que tenemos que hacer en cada momento.

Saber interpretar el viento. Conocer cada una de las estrellas que titilan en el cielo. Identificar la corriente en un cierto color del mar. Ver la tormenta en la forma de las nubes. Entender las líneas de los mapas. ¿Qué sería de un buen navegante sin todo este conocimiento?

Saber lo que no sabemos

Como todo el resto de partes de nuestro viaje, debemos buscar un punto de partida. Una primera etapa que no se encuentre lejana y que nos permita coger inercia. Porque hay que tener en cuenta que, a medida que avanzamos en esta primera vuelta al mundo, las cosas empiezan a coger cuerpo y, por tanto, hay que evitar complicarnos la vida demasiado. Prohibido bloquearnos.

Bien, pues el primer punto de partida al que me gustaría llegar, una vez hemos comprendido la importancia del conocimiento para guiarnos en nuestro camino, es el que nos va a permitir llenar los vacíos. ¿Por qué? Sencillamente, porque es lo más fácil.

En efecto, estamos acostumbrados a buscar lo que no conocemos en internet, o hacernos con un buen libro para cubrir alguna carencia. No es infrecuente para nosotros, los navegantes inquietos, buscar cursos en Coursera, Skillshare, Udemy o tantas otras plataformas para iniciarnos o profundizar en uno u otro tema.

Es decir, no nos sorprende y estamos acostumbrados a ver conocimientos que nos faltan y a buscar cómo cubrirlos.

Por tanto, un buen punto de partida sería llegar a saber qué conocimientos necesitamos para seguir avanzando hacia nuestro destino final.

Con esto en mente:

  • Ya tenemos la motivación para avanzar.

  • Ya tenemos una base de contenidos para construir nuestro sistema personal de gestión de conocimiento e irlo perfeccionando.

  • Ya podemos crear la sistemática para saber con qué realimentar, ciclo tras ciclo, vuelta al mundo tras vuelta al mundo, nuestro conocimiento personal.

  • Ya vamos a ver crecer nuestro conocimiento, nuestra sabiduría, ¡con el gusto que da eso!

Creer que sabemos suficiente

Pero ¿qué estamos diciendo? ¿Quién necesita conocimientos? ¡Si tengo no sé cuantísimos años de experiencia! ¡Si he hecho tres máster, cuatro licenciaturas y dos posgrados por el MIT (pronúnciese em-ay-ti que, si no, no es lo mismo)!

Pues tú mismo, sabelotodo. Porque nunca sabremos suficiente. Nunca tendremos todo el conocimiento necesario. Por mil razones:

  • Porque el mundo, en casi todos los ámbitos, cambia a la velocidad del rayo. Y, si no lo hace nuestro área concreta, lo hacen cuarenta otras, laterales, pero que se acaban convirtiendo en muy importantes. Por ejemplo, internet es algo crucial diría que para el 100% de las disciplinas. Y es algo que está en constante cambio, por su propia naturaleza. Como nos dice Cherie Carter-Scott, si estas vivo quiere decir que hay todavía lecciones que aprender.

  • Porque no podemos confundir el conocimiento adquirido por la experiencia, que es enormemente valioso, del conocimiento adquirido por fuentes externas, que no se puede conseguir solo por la experiencia. Ésta nos puede llevar a anquilosarnos, a ver solo en una dirección, a entender la realidad solo de una manera.

  • Porque cada vez que innovemos, que hagamos algo diferente, nos encontraremos que, de nuevo, somos unos novatos, unos pardillos, que tienen que volver a empezar. Que tienen que volver a aprender. Seth Godin lo plasma con su maestría habitual: el cambio siempre crea incompetencia en el camino hacia un nuevo tipo de competencia.

  • Porque estudiar no es solo para la universidad. Parece que acabamos nuestros estudios y no queremos saber nada más de coger un libro o hacer un curso. Parece que es volver atrás en lugar de avanzar. Y tenemos que comprender que el autoaprendizaje es fundamental, hoy en día, para progresar y crecer profesionalmente, tanto por las posibilidades que ofrecen las modernas tecnologías como por la facilidad con que permite adquirir competencias y conocimientos. No es necesario que nos vuelvan a meter en un aula.

Por tanto, creo firmemente, y veo en mi vida un ejemplo de ello, que adoptar una mentalidad de lifelong learner es el único camino lógico si tenemos una mínima inquietud ante la vida. No digamos si, de verdad, nos queremos convertir en navegantes, en problem solvers de provecho.

La ventaja es que, ahora mismo, tenemos tooodo a nuestra disposición para serlo con facilidad. Al menos, con más facilidad que nunca.

Si no sabes, haz algo al respecto

Pues, llegados a este punto, tendremos que ponernos manos a la obra, ¿no? Ya sabemos que vamos a empezar viendo qué nos falta en nuestro catálogo de conocimientos necesarios.

Pero ¿cómo sabemos cuáles son nuestras necesidades reales? Porque, claro, nos surgen algunas dudas:

  • ¿Esto en lo que quiero saber más es capricho o realmente lo necesito?

  • ¿No estaré evitando formarme en esto, que me gusta entre poco y nada, y que resulta que es lo que realmente me aporta?

  • ¿No estaré pasando por alto cosas que sean relevantes?

Para ser coherentes, mi propuesta parte, como siempre, de los objetivos que ya nos hemos planteado en etapas anteriores. Es decir, se trata de identificar qué carencias de conocimiento tenemos para empezar a avanzar en el cumplimiento de nuestras metas. Con ello:

  • Vemos las carencias más acuciantes para acometer el siguiente paso, con lo que no nos tenemos que agobiar buscando carencias debajo de las piedras. Valoramos las más claras y evidentes. Recordemos: es la primera escala del viaje.

  • Podemos priorizar las necesidades con el mismo criterio que nuestros objetivos.

  • Obtenemos la motivación necesaria para cubrir cualquier vacío, porque sabemos que nos va a ayudar en nuestro viaje.

Ahora mismo no nos tenemos que preocupar de ser exhaustivos. Ahora tenemos que centrarnos en lo más relevante para que alimente las siguientes fases del sistema. Y, como siempre, con identificar dos o tres puntos oscuros de nuestro conocimiento es suficiente.

Aquí hay una clave: seguir construyendo la mentalidad de que todo lo que hagamos tiene el propósito de contribuir a conseguir lo que nos hemos propuesto, la vida que queremos alcanzar. Esa es la guía principal.

También tenemos que tener en cuenta otra cuestión: dado que estamos persiguiendo los objetivos, resultaría bastante extraño que aquello en lo que debamos formarnos y aprender sea algo que no nos guste nada. Evidentemente, podrá haber cosas que nos gusten más y otras menos. Pero serán más las primeras que las segundas.

Yo, por ejemplo, no soy nada animoso cuando se trata de las redes sociales, pero es un (pequeño) peaje que hay que pagar para poder hacer llegar a la gente lo que quieres compartir.

El proceso, entonces, sería:

  • ¿Cuál es el paso inmediato que tenemos que dar como profesionales o personas para alcanzar nuestros objetivos?

  • ¿En qué conocimientos nos debemos basar para dar ese paso? Se trata de los conocimientos clave, ojo

  • ¿En cuáles de ellos flaqueamos o, directamente, estamos bastante pez?

Y ya tendríamos un par de cosas o tres con las que empezar a trabajar.

Colocando las fichas

Puede ser que hayas trabajado ya tus fortalezas, aquello que ya conoces y sobre lo que quieras cimentar tu valor añadido. Puede ser que tengas ya mucha experiencia y consideres que has acumulado un buen tesoro de sabiduría. Es decir que, en lugar de tener claro qué te falta, tengas claro qué tienes ya, que es otra forma de ver las cosas. Quizá, incluso, más positiva que la anterior.

En ese caso, te propongo dos alternativas:

  • Analizar qué conocimiento te faltaría para poder hacer uso de esas fortalezas. Pueden ser conocimientos laterales, que no entronquen directamente con tu área de expertise pero que necesites para sacar, de verdad, rendimiento a esas fortalezas en pos de alcanzar tus metas. P.e. podemos estar hablando de conocimientos de marketing, de tecnología, de financiación o, en general, de negocio.

  • Analizar si existe algún otro conocimiento clave que debas añadir a tu repositorio personal y que podría marcar la diferencia. Esto lo puedes hacer estableciendo comparaciones con otros profesionales de tu sector y con lo que veas que está demandando el mercado. Recuerda: queremos que seas diferente, con lo que debes centrarte en competencias que no sean frecuentes. Si vas a más de lo mismo, conseguirás… más de lo mismo.

La clave está en conocerte y saber por dónde debes empezar. Como dicen Sherrilyn Kenyon y Dianna Love, saber quién eres es el mayor poder de todos.

Abordes como abordes este análisis, debes ir a temas realmente importantes, a necesidades que, de verdad, puedan suponerte un antes y un después. Y, como siempre, debes ir a unas pocas áreas de conocimiento, no querer abordar demasiado.

Dentro de las dos o tres que hayas seleccionado, debes establecer prioridades y tener presente que hay que avanzar en ellas progresivamente. No te apures, que en las siguientes vueltas al mundo vamos a trabajar bastante la manera de planificarte y de bajar a la tierra cualquier proyecto y, sobre todo, tus objetivos. Avanzamos paso a paso.

Ideas clave

  • Nos encontramos en un mundo de sobreabundancia de información. Toda ella al alcance de la mano, pero muchas veces abrumadora, difícil de filtrar y de aprovechar.
  • Estamos en la sociedad del conocimiento, que se convierte en arma clave para diferenciarnos y aportar el máximo valor a nuestro trabajo.
  • El conocimiento nos va a ayudar a construir nuestro marco intelectual para enfrentarnos a cualquier problema. Pero, para ello, debe ser accionable.
  • La educación que hemos recibido y que se sigue impartiendo no proporciona las habilidades necesarias para hacer una gestión eficaz de nuestro conocimiento.
  • El conocimiento nos permite entender mejor los problemas, disponer de múltiples alternativas para su resolución, incrementar nuestra creatividad, comprender mejor los enfoques de otros y hacer un uso más eficaz de nuestra intuición.
  • Conviene empezar por entender qué carencias tenemos de conocimiento. Es lo que nos resulta más natural, pues lo hacemos todo el tiempo.
  • Si tenemos muy claras nuestras fortalezas, también podemos trabajar para ver conocimientos laterales que nos puedan ayudar o algún aspecto que nos permita establecer una diferenciación realmente sustancial.
  • Necesitamos una base para poner en marcha todo nuestro sistema de conocimiento personal.
  • No debemos caer en la autocomplacencia y en considerar que ya no tenemos nada que aprender. La evolución de todas las disciplinas, la innovación y las posibilidades de autoaprendizaje son motivaciones muy poderosas para adoptar una actitud de aprendizaje perpetuo.
  • Nuestros vacíos de conocimiento más urgentes son los que se asocian con la consecución de los objetivos que nos hemos marcado. Ello nos da la prioridad y la motivación necesarias para abordarlos.
  • Como siempre, se trata de empezar a trabajar por unas pocas cosas, las que consideremos más urgentes y que nos aporten más valor. No hay que agobiarse en absoluto.

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