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Tu plan diario es una declaración de intenciones.
Marca qué es para ti importante al empezar el día.
Tiene que ser capaz de adaptarse a nuevas situaciones que aparezcan y que modifiquen esas intenciones.
Pero la declaración siempre debe ser tu referencia.
Pensamos que tener un plan nos resta flexibilidad.
Precisamente, es todo lo contrario.
Sin plan, cuando haces no sabes si haces lo correcto.
Con un plan, sabes qué cabe en él, qué tiene sentido mover y de qué recursos puedes disponer.
Nunca te dejes llevar de la novedad.
Todas las tareas que entren deben pasar por el mismo procesado.
Para. No te precipites. Ya sé que es contraintuitivo, pero para ser realmente efectivo debes aplicar siempre el mismo sistema.
Si no, terminarás haciendo, pero lo que no debes.
Definir: cuál es, concreta, simple y claramente, el siguiente paso.
Registrar: evitar dejarlo a merced de tu memoria.
Elegir: decidir cuál es la prioridad al empezar una nueva tarea.
Cada una de estas etapas se hace en un momento diferente. Todas ellas son esenciales para tu efectividad.
¡Si fracasas en la planificación, estás planificando un fracaso!
Benjamin Franklin