Al realizar una tarea, la prioridad la debería marcar tu compromiso con lo que tienes que hacer. No la urgencia ni la inmediatez.

Demuestra tu compromiso, especialmente contigo mismo, en todo lo que haces.

No hay mejor tarjeta de presentación.

Trabajar por inercia es fácil, porque no te exige compromiso. Simplemente, te dejas llevar por lo último en tu bandeja de entrada que siempre parece lo más urgente.

Piensa si así puedes alcanzar tus objetivos o tener una vida equilibrada.

Y decide si merece la pena comprometerse.

Si no te paras a pensarlo, no puedes identificar lo que tienes que mejorar. Por eso es tan fácil dejarse llevar por la inercia, porque evitamos tener que enfrentarnos con nuestras propias carencias.

Pero si te paras, un mundo de oportunidades de mejora se abre ante ti.

Elige.

Rechazar un encargo es también comprometerte:

- Con tus objetivos, si no está alineado con ellos.

- Con el peticionario, si no le puedes aportar valor.

- Con tu dignidad profesional, si está fuera de lo aceptable.

- Con el equilibrio en tu vida, si es más de lo que puedes asumir.

Me parezco bastante a un mosquito en un campamento nudista; sé qué es lo que quiero hacer, pero no sé por dónde empezar.

Stephen Bayne