Ojalá hubiera pensado así desde hace tiempo

Pensar diferente (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Existe algo en nuestra mentalidad española que creo que no funciona. Algo que, como país, nos está deteniendo. 

Lo podríamos llamar conformismo. Lo reconocemos en esa sensación permanente de que las cosas, en caso de cambiar, irán a peor. Y que poco podemos hacer para evitar que sea así.

Esa forma de pensar nos lleva a abandonar cualquier perspectiva a largo plazo. ¿Para qué, si parece que un futuro oscuro es la única posibilidad real, por algún azar del destino?

Por ello, cuando alguien habla de que tiene objetivos, ambiciones, suena raro. Como sacado de contexto. Algo que encaja en la mentalidad anglosajona pero, en cambio, no lo hace en la nuestra. Una forma de pensar diferente que algunos ven como naif, siendo generosos, y otros como insensata.

Aquí la opción prudente y razonable es jugar a la defensiva. Protegernos de las cosas malas que, de una forma inevitable, nos traerá la vida. Tener un colchón por si acaso. Ser funcionarios para asegurarnos el porvenir. Optar por estudios universitarios que tengan salidas. No jugar en bolsa, porque es muy arriesgado. Porque la vida es muy dura.

Tenemos una enorme aversión al riesgo. Nuestro estado de bienestar nos empuja a creer que la seguridad plena es posible. Y, devotos de ese credo, ponemos todo nuestro esfuerzo no en ser felices, sino en estar a salvo. Curiosamente, en un momento de la historia en que, en nuestra sociedad occidental, hay pocos motivos para temer.

Esa búsqueda de la seguridad es tan realista como perseguir El Dorado o el Shangri-La. Y, desgraciadamente, acaba produciendo efectos similares en las posibilidades de desarrollo de las personas que se entregan a ella.

La mentalidad de víctima

Me gusta hablar de esta mentalidad imperante como la mentalidad de víctima. Creo que oí hablar a mi amigo Jorge Benito de este término en uno de sus cursos, al que tuve la suerte de asistir. Y comprendí con qué fuerza esa mentalidad estaba arraigada en mi vida. Pero, sobre todo, de qué forma me impedía avanzar.

La mentalidad de víctima es fácil de entender y totalmente coherente con nuestros mecanismos psicológicos. En efecto, si, como hemos comentado, nuestro futuro es negro y la vida complicada de manera irremediable, si necesitamos buscar a toda costa la seguridad como única forma de bienestar:

  • Por una parte, no tiene sentido hacer falsas expectativas o ilusiones sobre cosas que no es posible que ocurran. Es mejor, por el contrario, prepararnos para lo peor, pues así no sufriremos.

  • Por otra parte, hay que evitar el riesgo a toda costa y cualquier situación que nos conduzca hacia él.

Estas dos conclusiones son consistentes con las esperables según los estudios realizados por el equipo del psicólogo Paul Slovic, en el Instituto de Investigación de Oregón, que demostraron que la gente se forma opiniones y hace elecciones que expresan directamente sus sentimientos y su tendencia básica a buscar o evitar algo, a menudo sin saber que lo hacen. Estos estudios se vieron también refrendados por los de Antonio Damasio, que llegó, desde la neurociencia, a conclusiones parecidas.

Si tenemos la sensación de que el futuro es oscuro, evitemos cualquier decisión que nos pueda suponer una desilusión. Si tenemos miedo de todo, evitemos tomar cualquier decisión que nos ponga en riesgo.

Nada raro. Está en nuestra naturaleza.

Sin embargo, la mentalidad de víctima tiene algunos resultados nefastos:

  • Por una parte, nos cierra por completo a tomar las riendas de nuestro futuro, que valoramos como malo con seguridad. Por tanto, lo único que nos resta es evitar que sea peor protegiéndonos de todo.

  • Esto hace que sea impensable plantear objetivos en nuestra vida o cualquier mejora. ¿Para qué? Si todo irá, probablemente, mal.

  • Cualquier cambio se ve como un riesgo. Hay que evitarlo a toda costa. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy.

  • Dado que no asumimos la responsabilidad respecto de nosotros mismos, todo lo bueno o lo malo que nos pasa es debido a agentes externos. La felicidad, por tanto, se muestra como algo que nos viene de fuera y que necesita de una conjunción astral de eventos maravillosos. Nada que ver con nosotros mismos. Es una especie de regalo que, probablemente, nunca recibiremos. Y que no hacemos nada para conseguir, por supuesto.

  • Todo lo anterior nos genera la sensación de que la vida es algo básicamente difícil, duro, triste. Nos cierra los ojos a la inmensa belleza que nos rodea. Nos hace insensibles a ella.

  • Cualquier cosa mala que ocurre es una profecía autocumplida. Ya lo sabemos: la vida es así… cabía esperarlo. Ello nos refuerza en la idea de que no tiene sentido hacer nada, intentar nada, porque estamos completamente en manos del destino. Y, muchas veces, como no hacemos nada, contribuimos a que, efectivamente, las cosas vayan mal o peor de lo que nos gustaría.

  • Además, nos pone fácilmente en manos de cualquier fuerza benéfica que nos prometa cuidar de nosotros, ponernos a salvo, asegurarse de que, pase lo que pase, estaremos a salvo y no tendremos que preocuparnos de lo que ocurra. También una reacción psicológicamente normal. Ya hemos mencionado a Papá Estado…

Conozco muy, muy bien la mentalidad de víctima. He luchado y sigo luchando contra ella. Es realmente demoledora para construir la felicidad. Y no digamos para construir una carrera profesional llena, estimulante y enriquecedora.

Crear el deseo que nos mueva

Pero Dios nos dio la libertad para elegir. Como nos dice Bernadette Jiwa, la historia que vives y la identidad que habitas son siempre una elección. Por tanto, podemos elegir la mentalidad contraria. Podemos elegir la singularidad frente a la regularidad.

Podemos tomar la decisión, consciente y voluntaria, de hacernos responsables de nuestras vidas. Sin que nadie más tenga que sacarnos las castañas del fuego. Pero, a la vez, siendo conscientes de que podemos cambiar las cosas. De que podemos transformar la realidad, al menos nuestra realidad.

Podemos tomar la decisión de alcanzar algo mejor, cada día, con nuestro esfuerzo y nuestra capacidad, que desarrollaremos hasta donde la vida que queramos tener nos demande.

Podemos crear el deseo de un futuro esperanzador, de una vida construida por nosotros y para nosotros. El anhelo profundo que nos proporciona una visión de una existencia realmente mejor.

Una vida en la que podamos perseguir nuestros sueños sin miedo. Con verdadera libertad.

Pero, como nos dice Seth Godin, la libertad tiene un socio y su nombre es… responsabilidad.

Me parece mentira

Creo que todos, al menos todos los futuros navegantes, habremos sentido algo cuando hemos hablado de ese futuro mejor más arriba. Es difícil que no hayamos notado removerse cosas en nuestro interior.

Pero muchos de nosotros, casi inmediatamente, habremos sacudido la cabeza como queriendo expulsar un espíritu maligno. Porque, probablemente, aunque con otras palabras, hayamos leído lo mismo en otros libros, en otros blogs o en multitud de tweets de los autores que a todos nos encantan.

Pero, pasada la euforia inicial, probablemente a todos se nos haya vuelto a caer la realidad encima. Esos argumentos tan manidos:

  • Si fuera tan fácil, todo el mundo conseguiría lo que quisiera.

  • Todos tenemos nuestras limitaciones y contra eso no se puede luchar.

  • No soy pesimista, soy realista.

  • ¿Quieres arriesgarlo todo en pos de un sueño estúpido? ¿Te has parado a pensarlo?

  • ¿Qué pensará mi familia/amigos/compañeros si ahora salgo con eso de que tengo objetivos?

  • Es mejor conformarse con lo que tienes, porque así no te llevas chascos.

Y muchos otros que, sin lugar a duda, han acudido a la mente de mis queridos lectores, futuros navegantes. Todos tenemos nuestro argumentario interior, nuestro discurso construido a lo largo de nuestros más o menos años de vida. Todos tenemos las experiencias que nos han marcado.

Por eso, no basta con leer cosas bonitas. No basta con ver vídeos de motivación. Todos ellos nos meten el chute de dopamina del momento pero, cuando la metabolizamos, todo vuelve a ser lo mismo. Se nos vuelve a caer la realidad encima.

La mentalidad abundante

Pero, como os podéis imaginar, aquí no estamos para quedarnos con esa realidad. La que es fea. La oscura. La que no nos motiva.

Y lo primero que vamos a hacer es cuestionarla. Porque esa no es nuestra realidad. Tenemos que tener claro que la forma en que afrontamos lo que nos ocurre transforma completamente la vivencia que tengamos de ello.

En dos situaciones similares todos hemos vivido una reacción diferente por nuestra parte, según nuestro estado de ánimo del momento. Luego no existe una sola realidad, inamovible e inalterable, sino que podemos hacer mucho por cambiarla desde nosotros mismos.

Además, no hemos alcanzado ni siquiera una fracción de su potencial real. Los cuerpos de élite americanos tienen una regla: cuando crees que estás al límite, estás, como mucho, al 40% de tu capacidad. Y es real. Por tanto, si todavía tenemos un enorme margen de crecimiento, ¿cómo es posible que no podamos hacer nada para cambiar esa realidad?

Parece claro que la idea de que nada podemos hacer ante nuestro futuro es una tremenda falacia que debemos desechar totalmente. Podemos hacer mucho con nuestras propias capacidades.

Pero, para ello, es necesario cambiar a una mentalidad de abundancia. Que significa:

  • Creer en nuestras propias capacidades, si las desarrollamos adecuadamente. Si trabajamos para convertirnos en problem solvers.

  • Tomar la responsabilidad sobre lo que nos ocurra y sobre nuestra vida. Naval Ravikant lo expresa perfectamente: yo, y solo yo, soy responsable de todo lo que pienso y siento. Yo soy el único culpable de mi infelicidad, pero yo tengo la capacidad de resolver mis problemas por mis propios medios.
    Párate a pensar lo poderosa que es esta afirmación.

  • Abandonar la falacia de la seguridad y entender que no es posible vivir una vida plena sin riesgos.

  • Cambiar tu percepción de tus propios errores, de los tropiezos a lo largo del camino. Citando a Robert Kiyosaki, hay un poco de magia oculta en cada error. Esa magia se llama aprendizaje.

  • Sentir que existe un futuro mejor para nosotros y, desde esa sensación, construir la motivación que necesitamos para alcanzarlo.

Crear una mentalidad de abundancia es un antes y un después en tu vida. Te lo aseguro porque lo he vivido en mí mismo. Ahora bien, es probable que muchos de mis futuros navegantes ya sean conscientes de la necesidad de crear esa mentalidad. Pero se enfrentan al sempiterno problema de por dónde empezar.

Para llegar a nuestra primera escala, os propongo una técnica muy, muy sencilla y que también tiene una sólida base científica: las afirmaciones positivas. De forma sencilla, una afirmación positiva es una frase corta que nos repetimos a nosotros mismos de forma sistemática. Están pensadas para modificar nuestro discurso interno.

Para ello, empleamos un proceso psicológico denominado disponibilidad. Como explica Daniel Kahneman, la disponibilidad es un método de nuestro sistema de pensamiento rápido para evaluar y crear juicios sobre situaciones, estímulos e incluso pequeños problemas acudiendo a nuestra memoria asociativa.

Este sistema se ocupa de hacer las evaluaciones rápidas de lo que ocurre a nuestro alrededor, comparando lo que ocurre con informaciones almacenadas. Consume poca energía y siempre está activado. Es, por tanto, responsable de nuestra supervivencia. Pero también emite juicios rápidos que, en ocasiones, es con lo que nos quedamos, si nuestro sistema de pensamiento lento, responsable de los razonamientos más complejos, lo estima aceptable.

Este último sistema es, digamos, perezoso, dado que consume energía y, por tanto, solo se activa en caso de necesidad. Si lo que le dice el sistema de pensamiento rápido es coherente, lo da por bueno. De ahí que tengamos tantos juicios rápidos con sesgos manifiestos pero que, a menos que tomemos la decisión consciente de evaluarlos, sean los que se impongan en nuestra mente.

Lo que se persigue, entonces, con las afirmaciones positivas es traer a nuestra memoria asociativa ideas que estén disponibles fácilmente. Por ello la repetición sistemática.

De esta manera, nuestro sistema de pensamiento rápido puede acceder a ellas a la hora de establecer una respuesta a determinadas situaciones. Lógicamente, buscamos que la respuesta sea positiva.

Por ejemplo, si tengo poca confianza en mis capacidades, puedo hacer una afirmación positiva que sea: «tengo capacidad sobrada para afrontar todos mis retos». De este modo, cuando nos enfrentemos ante una situación que, actualmente, nos genere inquietud por plantearnos un reto, nuestro sistema de pensamiento rápido tirará de esta afirmación, que está muy presente porque la repetimos todos los días, y emitirá un juicio más positivo sobre dicha situación.

Varias cosas importantes:

  • Como podemos suponer, la clave es la persistencia en la afirmación, para que la idea se encuentre muy a mano de nuestro sistema de pensamiento rápido.

  • Para facilitar la disponibilidad, las afirmaciones las debemos hacer al menos a diario y en voz alta.

  • También es importante que sean frases claras, concisas, con un mensaje inequívoco. Pensemos que van dirigidas a nuestro sistema de pensamiento rápido, que no es capaz de descifrar mensajes más complejos.

  • Deben ser sentencias que se dirijan directamente contra el problema. No se trata de que sean frases inspiradoras, ni bonitas, sino claras y que vayan al grano.

  • Dado que nuestro cerebro no descansa los fines de semana, nuestras afirmaciones, tampoco.

¿Con qué afirmaciones empezamos? Podemos formular esta pregunta mejor de esta forma: ¿qué ideas tengo ahora mismo en la cabeza que son las que más me alejan de la mentalidad abundante? Pues empieza con ellas. Cinco o seis afirmaciones. Y a repetir, repetir, repetir.

Cuidado: las afirmaciones positivas no dan resultado en cosa de pocos días. Requieren persistencia, porque tienen que sustituir las afirmaciones negativas que, ahora mismo, están disponibles para nuestro sistema de pensamiento rápido. Y eso se consigue a base de insistir.

Pero lo bueno es que, una vez que empezamos con las afirmaciones, cada vez dan resultado más fácilmente. Es la plasticidad de nuestro cerebro, que se acostumbra a la nueva dinámica, la constructiva, y va desechando la antigua dinámica, la destructiva.

Así, a medida que vayamos viendo que nuestro juicio rápido mejora, podemos ir variando las afirmaciones y sustituyéndolas por otras que nos vayan ayudando a cambiar nuestra forma de ver las cosas. Poco a poco. Sin prisa, pero sin pausa.

Es igual… pero no es lo mismo

La mentalidad abundante es algo que no es fácil de alcanzar. De hecho, a medida que la vas incorporando, puedes dar pasos atrás, porque toda la mentalidad imperante es contraria a esta forma de pensar. Es fácil sentir miedo. Pensar que nos estamos equivocando. Tener la tentación de volver a ser víctimas.

Es absolutamente normal. Pero la clave está en perseverar. Por eso propongo empezar con las afirmaciones, porque es un cambio gradual, paso a paso, que ataca a nuestra mentalidad de víctima donde más le duele, en todos sus sesgos e ideas preconcebidas.

Sin embargo, quizá la idea de tomar la responsabilidad de tu vida haya resonado en ti más de lo normal. Quizá sea algo que ya estabas madurando. Quizá hayas encontrado tu propio camino hacia ella. Por supuesto: síguelo. Obviamente mi propuesta no es el único camino y a nuestro destino podemos llegar por diferentes senderos.

Ahora bien, ten cuidado de consolidar el cambio. De asegurarte de que tu cerebro vaya dando pasos firmes hacia la nueva mentalidad. Si no lo haces, corres el riesgo de que cualquier problema que surja, cualquier dificultad inesperada a la que te enfrentes se lleve por delante todo lo avanzado.

Como siempre, la clave no es correr, es avanzar. La propia nueva mentalidad nos lleva a ver cada paso atrás, cada momento de flaqueza como una oportunidad de aprender. Quizá debamos cambiar las afirmaciones que estamos haciendo por otras enfocadas a otros pensamientos perniciosos. Quizá debamos hacer las afirmaciones en otro momento del día en que estemos más abiertos.

En este caso, el objetivo es la transformación. No lo olvides. No hay prisa, pero sí un beneficio que te sorprenderá.

Ideas clave

  • La mentalidad imperante nos lleva a conformarnos. A no pelear por nuestro futuro. A perseguir una seguridad total que es imposible.
  • Esa mentalidad, de víctimas, limita por completo nuestro crecimiento personal y nos separa de una vida plena, pues nos aparta de la decisión crucial de asumir la plena responsabilidad sobre nuestras existencias.
  • Además, nos priva de la belleza de la vida, que se convierte en algo difícil, duro, que hemos de soportar con paciencia.
  • Pero podemos elegir. Podemos tomar la decisión de que nuestra vida sea el resultado único de nuestras decisiones. Podemos aspirar a un futuro mejor. Podemos optar por vivir sin miedo.
  • Sin embargo, todos tenemos muchos diálogos internos que nos dicen que actuar así puede ser un error. Puede ser arriesgado. Y, aunque nuestro interior nos pida abrazar ese cambio, pueden paralizarnos.
  • La solución pasa por adoptar una mentalidad de abundancia, de confianza en nosotros mismos, de responsabilidad sobre nuestra existencia, abandonando la idea de una seguridad imposible a base de cambiar la forma de ver lo que un error significa. Y, sobre todo, con la imagen clara de que un futuro mejor es posible.
  • Para transformar nuestra mentalidad, podemos utilizar las afirmaciones positivas, que son frases cortas que intentan, utilizando mecanismos psicológicos, transformar nuestra narrativa interna.
  • Las afirmaciones positivas funcionan con persistencia y van transformando, poco a poco, nuestra mentalidad de una forma consistente y eficaz.
  • La clave es comenzar, como siempre, avanzando poco a poco, generando un cambio sólido en nuestras mentes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *