Más cosas que necesitas para seguir adelante

Objetivos, problemas y dificultades (recuperando el contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Sigo experimentando con este blog. Ahora, pruebo a ver la posibilidad de desdoblar una idea en dos posts, en dos vueltas al mundo diferentes. Es una historia que creo que merece ser contada en dos capítulos.

Es la historia de mí mismo, de mi entusiasmo, de mis ganas de avanzar en una dirección concreta. De mis tropiezos, de los momentos en que no veía avances, en que me frustraba y perdía el ánimo para seguir. En que sentía que, a lo mejor, yo no era capaz de conseguir lo que me estaba proponiendo.

De las ocasiones en que me cuestionaba si todas estas formas de actuar, de verdad, me iban a conducir a algo. De las dudas sobre si estaba haciendo bien las cosas o no. Sobre si había interpretado bien todo lo leído.

¿Podría ser también tu historia? ¿Te sientes identificado con alguna de estas situaciones?

¿También te has visto tentado a dejarte llevar, a abandonar, como hace la mayoría, esta forma de actuar?

¿Has sentido cierta presión interior para no complicarte más la vida?

Pero, sin embargo, sigues buscando, porque sientes que falta alguna pieza que podría hacer funcionar el mecanismo.

Y, quizá también, ya te has dado cuenta de que la clave está, precisamente, en construir y mejorar ese mecanismo. En lubricarlo para que funcione más fácilmente. En conseguir la energía necesaria para que se mueva.

No está, en definitiva, en si lo que quieres lograr está realmente a tu alcance, sino en la forma en que estás avanzando hacia ello.

Si recuerdas, en el primer post hablamos de tu motivación para seguir adelante y seguir construyendo tu sistema de objetivos.

Para valorarla, recurrimos a una serie de preguntas sobre las elecciones que habías realizado para empezar a trabajar en ello, sobre la relación de tu propósito con tus objetivos, sobre la profundidad de éstos y sobre la claridad con que los hubieras formulado para no dejar lugar a dudas sobre su consecución.

Pero también hablamos de equilibrio. De que tus objetivos dieran el mismo peso a las diferentes áreas de tu vida.

Porque lo que no debe ocurrir de ningún modo es que tus objetivos generen problemas en tu vida. Y lo harán si solo das importancia a determinadas partes de ella. En ese caso, siempre te faltará algo y es fácil perder la motivación por seguir adelante.

Date cuenta de que te marcas objetivos para dar sentido y propósito a tu vida, como nos proponía Víctor Frankl. Porque notas que te falta algo, que hay vacíos que tienes que llenar. Pero los objetivos no pueden, en absoluto, generar otros vacíos.

Y eso tiene mucho que ver con hacer la necesaria introspección como para apreciar y comprender, de verdad, esos vacíos.

Imagina que estás haciendo un puzle. Tomas una pieza y empiezas a valorar dónde encajas. Dedicas unos minutos a ello hasta que, ¡bingo!, encuentras su sitio.

Pues identificar tus objetivos es parecido: consiste en encontrar la pieza adecuada para cada uno de los huecos que hay en ti mismo, tras sopesar la forma, el color, lo que hay alrededor, etc.

Pero, para ello, también hace falta tener clara la forma de trabajar.

El marco de trabajo adecuado

¿Qué hace realmente divertido e interesante completar un rompecabezas? ¿El momento en que colocas la última pieza o todo el proceso anterior?

La forma en que clasificas las piezas, la identificación de las formas, ver que vas completando partes, encontrar la pieza clave para una parte del puzle especialmente dificultosa…

Es todo un proceso, ¿verdad? Un proceso en el que, además, a cada paso vamos aprendiendo, de manera que el segundo puzle lo resolvemos con más facilidad que el primero.

Y colocar la última pieza es una pequeña satisfacción, que puede ser inferior, incluso, a satisfacciones intermedias que hayamos obtenido al resolver alguno de los principales retos que nos ofrecía el rompecabezas.

Pieza a pieza notamos que vamos creciendo, al igual que va creciendo el propio puzle al irse llenando.

Pues bien, creo que esta metáfora que me he permitido refleja perfectamente lo que es el trabajo con objetivos en la vida: un trabajo en que casi lo de menos es el último paso, la consecución final del objetivo. Lo más importante es el paso a paso seguido hasta lograrlo.

Me llamó mucho la atención una carta, de muy joven, en la que Hunter S. Thompson escribía a un amigo que le pedía consejos para su vida.

En ella, el joven Hunter llegaba a la conclusión de que el hombre alcanza la plenitud cuando sabe que no ha dedicado su vida a alcanzar un objetivo predefinido, si no que ha escogido una forma de vida que SABE que va a disfrutar. El objetivo es absolutamente secundario: lo que es importante es el trabajo que te lleva al objetivo.

Esa debe ser la idea nuclear del marco de trabajo mental que encuadre nuestro sistema de objetivos: que el resultado en sí no es lo principal, sino todo el crecimiento profesional que alcanzamos al marcarnos ese objetivo y trabajar para conseguirlo.

Sea lo que sea lo que realmente consigas, habrás mejorado, te habrás superado, habrás construido parte de ese yo que quieres llegar a ser. No te habrás estancado o, peor aún, no habrás retrocedido como profesional y como persona. Recuerda que o mejoramos o empeoramos, pero la excusa de que me quede como estoy no es aceptable.

Así pues, nuestro trabajo en el sistema de objetivos debe ser siempre una búsqueda del aprendizaje, presidida por la curiosidad por todo lo que nos rodea. Debe partir de una comprensión profunda, como decíamos, de que nos vamos a equivocar pero, a la vez, de que esos errores son oro puro si estamos abiertos a aprender de ellos.

Por ejemplo, el caso en que vemos que no estamos avanzando hacia los objetivos a la velocidad deseada. Nuestros objetivos intermedios no se están cumpliendo. Pasan las semanas y tenemos que retrasar objetivos uno detrás de otro, una y otra vez.

Es fácil, ante esta situación, caer en el desánimo. Demasiado fácil. Consume muy poca energía. Mucha menos que valorar las acciones siguientes, que son las que, realmente, nos llevan a aprender:

  • Pararnos a pensar qué está fallando. Dedicar tiempo a reflexionar sobre los motivos de esta demora. Hacerte preguntas clave: ¿realmente me estoy concentrando en lo que de verdad me importa? ¿Estoy haciendo las cosas más difíciles de lo que podrían ser? ¿Qué cosas necesarias estoy evitando? Y, sobre todo, ¿estoy aprovechando mis habilidades?
     
    Porque está claro que tenemos que crecer. Que tenemos que mejorar nuestras debilidades. Pero no es menos evidente que debemos cimentar nuestro progreso en nuestras habilidades. Porque son ellas las que más han de aportar valor a los demás.
     
    Para intentar aprovechar bien nuestras capacidades, os propongo hacer el ejercicio que nos propone la metodología japonesa del Ikigai, que propone analizar cuatro aspectos en la vida: lo que amamos hacer, aquello en lo que somos buenos, aquello que haces por lo que te puedan pagar y lo que el mundo necesite y a ti te interese.
     
    Pues bien, la intersección entre estos cuatro ámbitos nos puede dar buenas pistas para centrar nuestros objetivos y, si no hemos conseguido definirlo, sobre nuestro propósito. Pero, sobre todo, nos obliga a no dejar atrás esas capacidades que tenemos que explotar.

  • Analizar si, de verdad, estamos teniendo en cuenta los planes trazados. ¿Tenemos en cuenta los plazos marcados para cada cosa? Porque, si no es así, ¿cómo vas a alcanzar tus objetivos? Esto enlaza con las preguntas de alineamiento que citábamos, para confirmar constantemente si lo que haces es lo que idóneo en cada momento.

  • Preguntarnos también, como nos propone Michael Bungay, a qué decimos que no cuando decimos que sí a algo. ¿Estamos diciendo que sí a los objetivos de los demás en lugar de a los nuestros, con tal de mostrarnos ocupados a sus ojos?

  • Evaluar es si las tareas que debemos cumplir cada semana y que nos cuesta completar están correctamente formuladas. ¿Son las acciones mínimas necesarias para dar el siguiente paso o, por el contrario, son demasiado complejas y, por ello, nos abruman a la hora de abordarlas?
     
    ¿Son realmente las acciones idóneas, las que nos ofrezcan un resultado mejor en cada momento (las one thing que propone Gary Keller)?

  • Valorar cómo encajan esas tareas a la luz de nuestros propios hábitos. ¿Nos genera fricción llevarlas a cabo? P.e. si una tarea exige aprender a manejar una nueva aplicación, o nos requiere trabajar con varios dispositivos a la vez, o nos obliga a posponer nuestro descanso del fin de semana, es muy probable que se retrase una y otra vez.
     
    ¿Nos proporciona algún tipo de compensación instantánea llevar a cabo esa tarea? Aunque las gratificaciones inmediatas nos pueden apartar de conseguir nuestros objetivos a largo plazo, conseguir alinear unas y otros supone un poderosísimo motor para hacernos avanzar hacia ellos y, por tanto, no las podemos descartar.
     
    Por ejemplo, si al completar una tarea lo comentamos con nuestra familia para dar valor a nuestra fuerza de voluntad, tendremos la recompensa del reconocimiento social al completarla y ello nos animará a continuar con la siguiente.
     
    O si al completarla nos permitimos un descanso o la enlazamos con una actividad placentera, como ver nuestra serie favorita.

  • Considerar si estamos cambiando demasiadas veces de camino hacia los objetivos. Es frecuente que, por falta de confianza en lo que estamos haciendo, estemos siempre buscando alternativas ante cualquier pequeño contratiempo.
     
    ¿Realmente tiene sentido el plan trazado conforme a todas las anteriores preguntas? Si es así, ¿por qué desconfiamos?
     
    La clave está en creer en el sistema, mucho más que en nuestras propias fortalezas. Aplicar el sistema, corregir y seguir avanzando, sin pararte a elucubrar sobre ti mismo y tu potencial.

  • Asegurarnos de que mantenemos la mentalidad experimental. No tenemos todas las respuestas y, por ello, debemos probar y verificar. Por eso mismo tomar la acción mínima para continuar, porque es la que menos miedo te generará a errar si estás experimentando.

Como ves, es toda una batería de ideas. Es todo un conjunto de preguntas que hacernos y no es fácil tomar el tiempo para hacerlas.

Pero, a la vez, es toda una estructura de pensamiento que, aplicada sistemáticamente, nos va a ofrecer cada vez más confianza en la solidez de nuestro sistema. Va a hacer que nuestra mente crea. Y, al creer, será difícil que se rinda, en algo donde la perseverancia es la virtud clave.

Ideas clave

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