La fascinación del primer viaje

Las maravillas que me gustaría haber visto (un poco de contexto)

Querido lector, futuro navegante:

Hemos terminado, con el último post, nuestra primera vuelta al mundo. Al terminar un viaje, nos gusta reflexionar, echar la vista atrás e intentar retener las cosas más extraordinarias que nos hayan ocurrido. Fijar en nuestra memoria los recuerdos que queramos que se conviertan en imborrables.

Para hacer esa reflexión, verás que este post no sigue la estructura de los anteriores. La revisión de lo que hemos visto en nuestro viaje creo que no se puede considerar un problema y, por tanto, creo que merece una estructura diferente. No todo en la vida va a ser resolución de problemas, ¿no te parece?

Como comentamos en uno de los primeros posts, hemos trabajado las cinco áreas de nuestro sistema: la definición de objetivos, la mentalidad, los hábitos y el conocimiento para llegar, al fin, a nuestro ansiado superpoder: el problem solving.

Aunque cada área tienes sus propias ideas clave, también hay algunas ideas que son comunes a todas ellas y que representan los valores que debemos incorporar a nuestro equipaje:

  • Lo más importante en todo lo que intentemos en la vida es empezar. El camino se demuestra andando, dice el viejo refrán popular. La práctica es esencial y no debemos demorarla ni lo más mínimo.

  • Por tanto, para que ese comienzo no se haga duro, debemos intentar trabajar nuestros proyectos empezando por tareas simples, sencillas y rápidas. Que nos permitan ganar inercia y que no nos resulte costoso, sobre todo mentalmente, acometer.

  • Trabajar con método nos permite generar una confianza en que podemos progresar, por un lado, porque tenemos la tranquilidad de saber cuál es el siguiente paso. También nos permite ser más eficientes y conseguir progresos más rápidamente, por otro.

  • Las prisas nunca son buenas consejeras ni compañeras de nuestro viaje. Debemos perseverar en nuestro esfuerzo para ver resultados. Habrá progresos más rápidos, otros más lentos y seguro que algún que otro tropiezo. Pero, si persistimos, creceremos.

El destino soñado

Siempre que empezamos un viaje, debemos tener un destino previsto. Como nos dice Dandapani, tu destino define el viaje que tienes. Salvo que tengas meridianamente claro tu destino, tu viaje será probablemente aleatorio y sin demasiada profundidad. Tener clara, entonces, nuestra meta nos permite:

  • Focalizar nuestra energía y nuestros esfuerzos en lo que realmente ayude a avanzar hacia nuestros objetivos.

  • Evitar sumergirnos en aquello que no aporte, en cambio. Esto es tan importante o más que lo anterior, porque nos permite filtrar proyectos, clientes o, simplemente, todas las acciones individuales que nos distraigan de nuestra meta, aunque nos den la perniciosa sensación de estar ocupados.

  • Nos genera la motivación necesaria para avanzar. El deseo de lograrlo, que es una enorme fuente de energía. Nos permita dibujar un futuro mejor y, concretamente, nuestro futuro soñado.

  • Centrar nuestra actividad en las áreas que nos estimulen, que nos motiven.

Este último punto me parece esencial porque da de lleno en la típica discusión sobre si lo importante es el camino o el destino y sobre el equilibrio entre ambos. Veamos algunas consideraciones:

  • Está claro que necesitamos un objetivo para dar sentido y concreción a nuestra actividad en el día a día.

  • Pero, por otro, centrarnos solo en el objetivo puede hacer que sintamos una ansiedad permanente por llegar. Es decir, solo encontraremos satisfacción en lo conseguido y no, en cambio, en los pasos dados hasta ello.

  • Eso no es aceptable, desde mi punto de vista, para la vida del navegante: debemos ser capaces de construir un camino que nos haga posible disfrutar lo que estamos haciendo en cada momento. La meta puede ser un punto final, pero no podemos desperdiciar todos los puntos intermedios. Sería arruinar la mayor parte de nuestra vida.

  • Por ello, si nos centramos en actividades alineadas con nuestro objetivo, el mayor porcentaje de ellas, seguro, nos van a resultar satisfactorias y agradables. Nadie se plantea objetivos que le sean desagradables. Y, si alguna vez lo hacemos (p.e. ganar mucho dinero) debemos recordar que solo nos hará felices aquello que nos haga crecer.

¿Te encaja? Sabemos a dónde ir. Sabemos por qué vamos. Y lo que hacemos para llegar nos motiva y nos gusta. ¿Ves el equilibrio que alcanzamos?

Como dice Ken Honda, todo lo que tienes que hacer es pararte, pensar en lo que quieres y empezar a moverte en esa dirección.

La curiosidad del viajero

Hay otro aspecto de tener una meta al final de nuestro viaje que es muy relevante: cuando nos comprometemos con unos objetivos, estamos tomando responsabilidad sobre nuestra vida. En palabras de Diana Chapman, responsabilidad radical sobre los resultados de nuestra vida.

Sin metas, es muy difícil que hagamos algo que evite que esa responsabilidad la tomen otros y nos conduzcan a conseguir sus objetivos.

Tomar responsabilidad plena sobre nuestras vidas es difícil. Es un ejercicio que implica que, ocurra lo que ocurra, no le podemos echar la culpa a los demás. No hay excusas. No es una cuestión de suerte ni de lo que otros no hicieron o dejaron de hacer.

No es fácil para nada, porque, además, supone tomar, también de forma radical, una opción opuesta a la mentalidad imperante, en la que parece que todo se nos tiene que resolver porque es un derecho. Por tanto, nos podemos dejar felizmente en manos de otros, que nos deben dar todo arreglado.

Yo, personalmente, quiero alcanzar mis propias metas, no las que alguien que se siente tocado por un conocimiento superior quiera imponerme. Yo, personalmente, quiero luchar por esas metas. Sentir que son el resultado de mi esfuerzo, de mi determinación, de mis ganas de avanzar y crecer como persona y profesional.

Yo, personalmente, no quiero regalitos ni me considero con derecho a todo por el simple hecho de haber nacido. Yo, personalmente, creo que los derechos hay que ganárselos. Pero estoy dispuesto a trabajar para ganármelos.

¿Qué te parece todo esto? ¿Cuál es tu aproximación?

Creo que se trata de elegir una mentalidad. La podemos llamar mentalidad abundante, como porque es la que nos lleva a avanzar hacia nuestros objetivos, hacia una vida plena y completa.

La podemos llamar mentalidad de crecimiento, empleando el término acuñado por Carol Dweck, porque es la que nos lleva a crecer constantemente como personas a  lo largo de toda nuestra vida. La propia profesora Dweck nos aclara que la mentalidad de crecimiento nos da el valor para abrazar nuestros propios objetivos y sueños. Y, más importante, nos da el camino para trabajar hasta que se conviertan en realidad.

Son dos formas de llamar a una misma manera de ver la vida, en la que:

  • Creemos que en el mundo hay más que de sobra para todos. No tenemos que pelear con los demás por las cosas.

  • Queremos tomar la responsabilidad sobre nuestra vida, nuestros actos y sus resultados.

  • Nuestras ganas de avanzar y crecer no están reñidas con entender que cada momento nos da una enorme riqueza, si sabemos mirar a nuestro alrededor con el corazón y la mente abiertos.

  • Creemos que todo se puede aprender, se puede practicar y, por tanto, nuestro destino no está escrito desde nuestro nacimiento, sino que nuestro esfuerzo es el que lo marca en realidad.

  • La vida nos va a ofrecer obstáculos, situaciones difíciles. Pero todas ellas nos van a dar oportunidad de aprender y, por lo tanto, son un aspecto necesario en nuestro camino de continuo crecimiento.

  • Entender todo lo anterior nos lleva a un círculo virtuoso de oportunidades, aprendizajes y progresos que nos acerca, en efecto, a nuestros objetivos.

Esta mentalidad nos lleva a vivir la vida de un forma completamente diferente. No es esa vida dura de la que muchos hablan, sino es una vida de experiencias, de todas las cuales podemos aprender.

¿Tienes la curiosidad suficiente para enfrentar esas experiencias y sacar algo de todas ellas?

Rutinas para el camino

Cómo cambia un día en que nos sentimos motivados, nos sentimos con energía. Nos comemos el mundo.

La energía es esencial en nuestro día a día, porque nos permite afrontar las tareas con otro punto de vista. Influye en nuestro ánimo e influye también, aunque parezca mentira, en nuestra capacidad de tomar buenas decisiones y de actuar racionalmente (¿recuerdas nuestro sistema de pensamiento lento?).

Por eso, gestionar bien nuestra energía es una pieza clave de todo nuestro puzzle como problem solvers. Desde dos perspectivas:

  • La primera, que ya hemos visto antes, para encauzarla adecuadamente a la consecución de nuestros objetivos. Con ello, conseguimos que la motivación que genera estar avanzando renueve, a su vez, esa energía.

  • La segunda, a través de las actividades que hacemos de forma automática. Es decir, de nuestros hábitos.

Si recordáis, hablábamos de que la mayor parte de las actividades que hacemos en nuestro día a día son inconscientes. Nuestro cerebro actúa solo, la mayor parte del tiempo, para reducir nuestro gasto de energía, en un acto de pura supervivencia.

Por eso es tan importante:

  • Conocer cuáles de nuestros hábitos son positivos, es decir, reconducen la energía hacia nuestros objetivos.

  • Cuáles debemos corregir porque hacen todo lo contrario, esto es, son un desperdicio de energía e, incluso, la drenan.

  • Cuáles debemos incorporar para facilitar la consecución de nuestras metas.

Lo bueno que tienen los hábitos es que son actividades simples. Por eso, incorporar o corregir un hábito es una labor de pequeñas adiciones o sustracciones, como los propios hábitos, que repetimos y repetimos y repetimos.

Y aquí entra el enorme poder del interés compuesto de los hábitos, como nos dice James Clear: cada una de esas pequeñas acciones, añadidas, suponen, al largo plazo, cambios realmente relevantes.

Ojo, ese interés funciona para los hábitos positivos y también para los negativos: dejarnos llevar en aquellas acciones automáticas que nos quiten energía, que nos hagan inefectivos, que nos separen de nuestros objetivos nos conduce, poco a poco, día a día, cada vez más lejos de la vida que buscamos, de nuestro destino.

Ese es el maravilloso poder de los hábitos: con pequeños esfuerzos podemos obtener enormes resultados. Como nos indica Charles Duhigg, la clave está en entender su estructura y ser consciente de ellos.

Pero aquí necesitamos una herramienta clave: la perseverancia. Cuántas veces hablaremos de ella en nuestro camino.

La perseverancia es la pieza que hace que el motor de los hábitos funcione y que su interés compuesto, realmente, dispare sus resultados. Sin consistencia, sin ir día a día, durante un tiempo suficiente, no vamos a conseguir nada.

Pero me temo que tampoco llegaremos a nada sin ella en ningún aspecto.

¿Cuántas veces has buscado persistencia en tu equipaje y no la has encontrado?

Turistas o exploradores

Bueno, ya tenemos claras varias cosas: tenemos que fijar un destino, tenemos que abrazar la mentalidad adecuada para ir acerándonos a él y podemos ir avanzando poco a poco, con pequeños cambios que nos pueden ofrecer grandes resultados. Tenemos la disposición adecuada para enfrentar los verdaderos retos.

Sin embargo, ¿sabemos cómo avanzar? ¿Sabemos lo necesario para enfrentarnos a los obstáculos que surgirán a lo largo del viaje? ¿Sabemos cómo tomar las mejores decisiones y en qué basarnos para ello?

Ponerse en camino es fundamental. Lo hemos comentado mil veces: que nada te pare a la hora de empezar.

Pero necesitamos tener un buen equipaje. Necesitamos disponer de herramientas y saber utilizarlas. Necesitamos el conocimiento que nos permita avanzar más lejos, más rápido y con menos tropiezos. Necesitamos la base adecuada para nuestras capacidades y competencias.

Y aquí corremos dos riesgos:

  • Por una parte, la autocomplacencia de creer que ya sabemos suficiente. Que no tenemos por qué seguir aprendiendo. Que la experiencia ya nos ha dado todo lo que necesitamos. Napoleón decía que los sabios están siempre buscando la sabiduría, mientras que los necios piensan que ya la han encontrado.

  • Por otra, no saber qué hacer con el nuevo conocimiento que podamos adquirir. No aprovecharlo verdaderamente. Emplear tiempo y recursos en libros, cursos, vídeos pero luego dejarlo todo al poder de nuestra memoria.

Solo sé que no sé nada, parece que nos dijo Sócrates. Puede parecer paradójico, pero en la vulnerabilidad que muestra esa frase se encuentra uno de los mayores poderes del ser humano: su infinita y eterna curiosidad.

Reconociéndonos ignorantes somos capaces de identificar qué nos falta y tenemos la motivación para conseguirlo. Tenemos, por tanto, la intención necesaria para crecer constantemente.

Pero, para que ese crecimiento sea sostenido y sea todo lo ágil que puede ser, necesitamos un sistema para gestionar y aprovechar el nuevo conocimiento adquirido. La memoria es un recurso finito que debemos gestionar adecuadamente, como todos los demás recursos limitados de nuestra vida.

Pero, además, el conocimiento es un puzzle gigantesco, con piezas que, sorprendentemente, van cambiando y que se pueden encajar de diversas maneras. Por eso, tener el sistema adecuado para gestionarlo nos permite construir muchas soluciones diferentes a ese puzzle.

¿Eres un turista que simplemente quiere ver o eres el explorador metódico que siempre quiere aprender?

La pericia del navegante

Cuanto más aprendemos, cuanto más conocemos, más certidumbres tenemos. La ignorancia nos genera miedos, mientras que la sabiduría nos genera confianza.

Sin embargo, es en la manera en que empleamos esa sabiduría en nuestro día a día la que consolida esa confianza. Es en la forma en que la sabiduría nos permite superar obstáculos lo que la hace tan fascinante. Es en la capacidad de resolver problemas donde encontramos una aplicación verdaderamente práctica de nuestro conocimiento.

Porque no existe la vida sin problemas. Buscarla es un absurdo y una intención vana. Es una de esas metas que no nos generan más que inquietud, porque es imposible de alcanzar.

Queremos conseguir paz y tranquilidad en la seguridad, pero nunca las encontramos porque nada está ni estará nunca completamente bajo nuestro control absoluto. Ni siquiera nosotros mismos.

En cambio, podemos ver la vida de otra manera: podemos trabajar nuestra mentalidad, nuestro conocimiento, todas nuestras habilidades para poder enfrentar con confianza a cualquier problema, en la certidumbre de que podemos encontrar alguna solución para él.

Intenta visualizar tu mundo si nada te arredrara. Si supieras que, pase lo que pase, podrás con ello. Si no existen obstáculos que consideres insalvables, ni tan siquiera preocupantes. ¿Qué sensaciones te produce esta visión?

No en vano, hemos hablado en otro post de la resolución de problemas como un superpoder. Porque, cuando lo desarrollamos suficientemente, cuando nos genera esa confianza que hemos visualizado, solo nos falta la capa para echar a volar.

Es la capacidad que nos da una verdadera libertad. De poder soñar, de poder buscar cualquier objetivo, porque sabremos que las dificultades son resolubles, que los tropiezos son otro modo de aprender lo que no funciona y que, simplemente, nos hacen más fuertes.

Nos hace, además, independientes, porque no precisamos de ayuda externa para sacarnos las castañas del fuego. Nos permite vivir plenamente esta mentalidad de abundancia de la que hablábamos.

El problem solving es la capacidad que cierra el círculo.

Pero, cuán necesitados estamos de ella. Cómo estamos educando a nuestros jóvenes a evitar los problemas, a huir de ellos, a derrumbarse ante las dificultades.

Como nos dice Rafael Santandreu, el ser humano inmaduro piensa que todo lo que da problemas es incorrecto. Todo lo que le trastorna está mal y hay que evitarlo. Y estamos convirtiendo la inmadurez en seña de identidad de nuestra sociedad.

Por tanto, es una capacidad cuyo desarrollo es, hoy más que nunca, una necesidad imperiosa. No solo porque nos ofrece una forma de afrontar la vida completamente distinta e infinitamente mejor, sino porque, llevada a sus últimas consecuencias, nos permite crear.

La resolución creativa de problemas está en la base de la mayor parte de los emprendimientos exitosos. Cualquier teoría moderna del desarrollo de nuevas empresas parte de los problemas de nuestros potenciales clientes y busca productos o servicios que los resuelvan.

Por tanto, la resolución creativa de problemas es una de las bases del desarrollo de nuestra sociedad.

¿Cómo crees que enfrentas actualmente tus problemas?

Tranquilo, poco a poco todo va a cambiar. Sigue conmigo.

Ideas clave

  • Empezar es vencer la resistencia. Los pasos cortos son los más seguros. Método es confianza. La perseverancia es la mejor consejera en el viaje.
  • Los objetivos nos traen foco, motivación y facilitan que nuestras acciones del día a día hagan nuestra vida atractiva y gratificante.
  • Toma plena responsabilidad sobre lo que te ocurra. Entiende que todo depende de ti y de nadie más.
  • Adopta una mentalidad abundante, que te permita disfrutar cada día y creer en que un crecimiento continuado que te lleve a tus objetivos es posible.
  • La vida es curiosidad. La curiosidad es aprendizaje. El aprendizaje es crecimiento.
  • Controlar tus hábitos te permite controlar tu energía. Te permite acumularla a favor de tus objetivos. Te permite evitar desperdiciarla.
  • La modificación de hábitos, al igual que los propios hábitos, es una cuestión de acumulación. Y ésta solo se logra con la perseverancia.
  • El conocimiento es la base de toda competencia. Tenemos que entender que necesitamos renovarlo, completarlo y actualizarlo. Tenemos que saber cómo emplearlo de forma eficiente.
  • Si somos capaces de enfrentar los problemas que, sin duda, se nos presentarán con confianza, nuestra vida cambia por completo.
  • La resolución de problemas reales de la gente es la fuente de los emprendimientos más exitosos. La creatividad está ineludiblemente asociada a la resolución de problemas.

One thought on “La fascinación del primer viaje

  1. Cree en ti mismo. No te infravalores. Tu puedes igual o mejor que tus semejantes. Son mantras que te debes de repetir a lo largo del viaje.

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