Un día lo olvidarás. Seguro. Todo lo que encontraste en ese libro se perderá si no lo escribes.

Y lo sentirás, pues habrás perdido un tesoro valioso.

Si no le pones remedio, el remordimiento se hará mayor cada día.

Porque tu cerebro seguirá, inevitablemente, ahorrando energía.

Es imposible consumir toda la información que hay en la red.

¿Nos debe generar eso inquietud?

No. En cambio, debe hacer nuestro tamiz más fino, para que solo los granos más maduros, los más jugosos, los más apetecibles pasen por él y nos lleguen.

La calidad se hace necesidad.

No tiene sentido resaltar en una lectura lo que ya sabemos o lo que confirma nuestras ideas.

Busca, en cambio esa idea que te desafíe. La que te sorprenda. La que te haga pensar por otra vía diferente, inesperada. La que rompa algunos esquemas.

No te conformes con autoafirmarte.

Solo cuando expresamos una idea con nuestras palabras podemos exprimir su significado. Solo al someterla a nuestro contexto creamos conocimiento. Solo al escribirla permitimos que nuestro cerebro genere nuevas conexiones y oportunidades.

¿Escribir, de verdad, está muerto?

Nadie que sepa leer consigue jamás limpiar un desván.

Ann Landers